martes, 24 de marzo de 2009

Versos inéditos I

Por: Enrique Galván-Duque Tamborrel


Cuenta tu jardín por las flores
y nunca por las hojas caídas.
Cuenta las hojas doradas
y olvida los oscuros nubarrones.
Cuenta tus noches por las estrellas
y no por las sombras grises.
Cuenta los días con sonrisas
y no con lágrimas.
Cuenta tus bendiciones
y no tus tribulaciones.
Cuenta tu edad por tus amigos
y no por tus años.

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El amor mundano
apega a la vida;
el amor Divino
por la otra suspira.
Sin ti, Dios eterno,
¿Quién puede vivir?
Ansioso de verte
deseo morir.

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¿Por qué volvéis a la memoria mía,
tristes recuerdos del placer perdido;
a aumentar la ansiedad y la agonía
de ese desierto corazón herido?

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Si tu amor no ha de ser mío,
vete lejos, tan lejos como puedas.
Y si decides alejarte
para siempre de mi vida,
te pido que lo hagas
lentamente,
para que no sienta
como transcurre el tiempo.

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¡Míseros juicios del hombre
que en error siempre vive,
y los juicios que concibe
siempre falsos ve salir!
¡Ay! En su ciega ignorancia
de sí mismo nada sabe.
Sólo Dios tiene la llave
de su oscuro porvenir.

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No tengo yo ese valor;
que el corazón con desdicha
es morada de temor.

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Eso, amigo, es lo peor,
que yo veo en tus dolores,
que a donde sobran temores
hay siempre falta de amor.

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Esta es la ley más triste
que impone amor justiciero:
"cuando quise, no quisiste,
y ahora que quieres, no quiero."

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A mi hijita, --corazón ofrendado a Dios.


Desde lejos….
Mi corazón es tuyo, hija.
Tú lo iluminaste cuando naciste,
yo lo ofrendo a Dios por ti.

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Luz que en cercos temblorosos
Brilla, próximo a espirar,
Ignorándose cual de ellos
El último brillará.
Ese soy yo, que al acaso
Cruzo el mundo, sin pensar,
De dónde vengo, ni adonde
mis pasos me llevarán.
Espíritu sin nombre
Indefinible esencia,
Yo vivo con la vida
sin formas de la idea.
Yo nado en el vacío,
Del sol tiemblo en la hoguera,
Palpito entre las sombras
y floto con las tinieblas.

Angélica, cuanta falta me hiciste……

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El alma dormita
y sueña que al alba
no estará sola,
sueña que sueña
lejos de sí misma,
atraviesa la noche
en contemplación estática.
En silencio se enreda
en su propio silencio y
gira, suave. Lenta,
alrededor de la flor
de pétalos presentidos.
En el viento, ingrávida
se desliza, se abraza
a su propia levedad
mecida en el vientre de una noche
que se ignora a sí misma.
Afanosa asciende, se eleva
a su horizonte sin márgenes,
el camino es la invención del sueño
que en su andar tropieza con sueños
de otros sueños que se sueñan a sí mismos.
El alma despierta al alba,
escucha su silencio,
se envuelve en su liviandad
y gozosa sabe que está sola.

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Llueve generosamente
sobre ciruela pasa corazón
aislado
por lengua húmeda
que toda huella lame
hasta dejar sin ecolos latidos.

Llueve generosamente
que en capolo de blandura
envuelve todo
en lozanía.

Bajo el caudal
sería capaz
de hinchar su ajada piel en fruto
de agridulce sabor
en carne vida.

Llueve hasta humedecer
más allá de la piel en fruto
la intacta semilla.

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Bajo el mar,
en el zigzag de los cardúmenes,
vi un árbol de espejos sueltos
dispersando ráfagas de plata

En los fantasmas de coral reconocí
la sangre más superflua,
la sangre ausente de la ausencia,
la naturaleza esqueletal de todo intento
y toda la nada que no es mar.
Toda la Nada.

La breve cópula de las estrellas
me recordó una mano,
para siempre fugaz,
latiendo dentro de mi mano
y el silencio me hizo entender
la inutilidad de las palabras.

Probé la tierna carne de los peces secretos,
que leyeron en mi lengua su destino de Jonás,
para que todas mis vísceras
asumieran la armadura de la escama.
Y no dolía Nada.

En medio de mi oscuridad
las medusas danzaron la escarcha de sus lámparas.
Vi la mano de Dios
deslizándose secreta como un calamar gigante.
Y no quise volver.

********************

Me permitirán tus ojos
de aquí hasta la muerte.
La culpa ha sido mía:
yo no debí mirarlos.

Creo que cabe mi vida
en la esférica tristeza de tus ojos
que parecen de siempre estar mirando
tras la lluvia en el cristal de una ventana
otra lluvia, ya borrada. Otra lluvia.

Que silenciosamente cabe un mundo en esos ojos
y me pregunto dónde terminan,
cuál es la orilla oscura del relámpago que guardan.
Qué antiguamente caen estrellas
al fondo de esos ojos,
qué justicia o qué barbarie o qué secreto
les dio tal vez la ingobernable luz del cielo.

Ahora que la noche será mi enorme casa
voy a llevar tus ojos esmeraldamente míos.
Con ellos, la luz será un recuerdo
íntimo y sencillo.

Quiero llegar a ellos sin peso, vaga forma
detenido un instante
en la amorosa memoria de su fuego,
solo para hablar de ti,
para volver a estar en ti, contigo,
en esa última razón
de mí que son tus ojos.
FINALE


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