domingo, 21 de diciembre de 2008

Mandamientos de un niño a sus padres

Por: Querien Vangal

Los adultos tenemos el prurito, en la tesitura de que los niños no tienen capacidad pensante, de que estos deben de someterse a la sola voluntad de uno: “haz esto, haz aquello, no hables, no grites, no interrumpas, bla, bla, bla”… ¡Qué gran error! Los niños piensan mucho, y en su tierno criterio establecen sus normas, así, tiene sus diez mandamientos:

1.- Mis manos son pequeñas, por favor no esperes perfección cuando tiendo la cama, hago un dibujo o lanzo la pelota. Mis piernas son pequeñas, por favor camina más lento para que pueda ir junto a ti.

2.- Mis ojos no han visto el mundo como tú lo has visto, por favor, déjame explorarlo, no me limites innecesariamente.
3- El trabajo siempre estará allí. Yo seré pequeño sólo por un corto tiempo, por favor, tómate un tiempo para explicarme las cosas maravillosas de este mundo y hazlo con alegría.
4- Mis sentimientos son frágiles, por favor está pendiente de mis necesidades. No me retes todo el día (a ti no te gustaría ser retado por ser tan duro). Trátame como te gustaría a ti ser tratado.
5- Soy un regalo especial de Dios, por favor atesórame como Dios quiso que lo hicieras, respetando mis acciones, dándome principios y valores con los cuales vivir y enseñándome amorosamente.
6- Necesito tu apoyo y tu entusiasmo, no tus críticas, para crecer. Por favor, no seas tan estricto, recuerda, puedes criticar las cosas que hago sin criticarme a mí.
7- Por favor, dame libertad para tomar decisiones propias. Permite que me equivoque, para que pueda aprender de mis errores. Así algún día estaré preparado para tomar las decisiones que la vida requiere de mí.
8- Por favor, no hagas todo por mí. De alguna forma eso me hace sentir que mis esfuerzos no cumplieron con tus expectativas. Yo sé que es difícil, pero deja de compararme con mi hermano o hermana.
9- No temas alejarte de mí por un tiempito. Los niños necesitamos vacaciones de los padres, así como los padres necesitan vacaciones de sus hijos.
10- Llévame a la iglesia o dame ejemplos de vida espiritual. Yo disfruto aprendiendo.

Para los adultos que nunca han reparado un ápice en esto, les recomiendo que si sienten calmados, mediten y reflexionen. Estoy seguro de que encontrarán la mejor forma de entender a los niños.

La fe mueve montañas

Por: Querien Vangal


Siempre que tuviste fe como un grano de mostaza, se realizaron las cosas. Tuviste que adiestrarte en el arte de creer lo imposible. La corta experiencia adquirida te lanza a creer con fuerza aun mayor en el porvenir. La fe funciona.
Debes aplicar esta fe curativa a tus enfermedades del cuerpo y del alma, para sentirte sano.
Debes lanzar tu fe como catapulta contra tus temores y problemas hasta pulverizarlos.
Debes creer en tus metas, creer en tu santidad, creer en tu nada unida a Cristo. Busca sorpresas, revoluciones dentro de ti y a tu alrededor. Aplasta tus pensamientos viejos, todos los ‘no sé’, ‘no puedo’, ‘es imposible’ con el mazo de tu nueva fe.
Está por comenzar un nuevo día con sus problemas, incógnitas y retos; los temores viejos andan inquietos, se agarran a la presa y no la quieren soltar, pero la fe es más fuerte que el miedo.
Si crees en la fe, un día no muy lejano te verás libre de viejas cadenas que nunca pensaste superar. El hombre nuevo abre brecha en tu espíritu con fuerza imbatible; cree en ese hombre nuevo que está emergiendo de las cenizas.
La fe mueve montañas, pero sólo las que uno se atreve a mover.

lunes, 15 de diciembre de 2008

Tiempos de esperanza

Fuente: Yoinfluyo.com
Autor: Fernando Sánchez Argomedo

martes, 18 de noviembre de 2008

Los recientes acontecimientos que se han manifestado en el mundo están generando un ambiente de desesperanza.
En México, el accidente en el que un jet cayó en un lugar céntrico de la cuidad, causando la muerte de personas que transitaban en la calle, así como de funcionarios del gobierno que iban en el avión, entre los que se encontraba el Secretario de Gobernación, hizo que se incrementara mucho la sensación de desesperanza dados todos los acontecimientos.
He recibido, en lo personal, comentarios de alerta que reflejan la gran preocupación de muchas personas sobre la crisis económica del mundo y el efecto que está teniendo en los países en vías de desarrollo, entre ellos México.
Ya el Papa Benedicto XVI ha definido esto como una crisis de esperanza. No es para menos perder el trabajo, los ahorros y la capacidad de compra. Y qué decir de los que sienten inseguridad, miedo a la delincuencia, a la guerra, a los enfrentamientos fraticidas de África y del mundo, a las intolerancias religiosas y a la falta de diálogo y de acuerdos por el bien común.
¿De qué nos estamos perdiendo? Nos estamos perdiendo de la oportunidad de ser felices y de convertirnos en agentes de cambio, de esperanza; estamos cayendo en una de las peores actitudes del ser humano que le quitan su libertad… la actitud de dependencia.
Me siento mal, estoy detenido y no se qué hacer. No me quiero arriesgar, no quiero invertir, y mucho menos hacer más de lo que me toca. Me pone triste que esta Navidad no podré comprar los regalos que yo quisiera, o tal vez ni vacaciones tendré… ¿Tanto dependemos de los sucesos? ¿Tanto dependemos de la Bolsa de Valores? ¿Tanto dependemos del dinero?
Estamos perdiendo la esperanza, ¿pero qué es la esperanza? Es darnos la oportunidad de ver el futuro con una perspectiva en la que estaremos mejor que hoy. El diccionario dice de la esperanza que es “la confianza en que ocurrirá o se logrará lo que se desea”. En este sentido, la esperanza depende de cada uno de nosotros en la medida en que tengamos claro qué es lo que deseamos o cómo nos visualizamos en el futuro.
Las preguntas obligadas son: ¿qué es para nosotros estar mejor que hoy?, ¿qué es lo que deseamos? La respuesta es personal; sin embargo, puede ubicarse en el tiempo: el corto, el mediano y el largo plazo.
Si tenemos claro qué queremos lograr en el largo plazo, sabremos qué debemos hacer en el mediano y en el corto plazo, porque todas las cosas que tengo que hacer hoy irán encaminadas a lo que quiero lograr mañana.
En este sentido, es muy claro que el día de hoy tengo que hacer y dejar de hacer muchas cosas para lograr alcanzar la meta futura. El alpinista lo tiene muy claro cuando quiere subir a una montaña, no cualquiera puede subir la montaña más alta sin una preparación previa y sin metas de mediano plazo. En el corto plazo, el alpinista tendrá que exigirse, levantarse temprano, dejar de ir a fiestas, entrenar, subir varias montañas, dejar de comer cierto tipo de comidas.

El resultado será la cima. Seguramente en el transitar del tiempo se presentaron innumerables imponderables, obstáculos que pusieron en peligro la consecución de la meta. Ya sobre la montaña seguramente se podrán encontrar nubarrones, ventarrones y mal clima. Sin embargo, cuando en la cabeza se tiene la meta, llegar a al cumbre, todas esos obstáculos podrán detener un poco el tránsito, pero nunca el sueño y el intento constante de lograr la meta.
Frente a un obstáculo, la solución no es sentarse y ponerse a llorar. Hay que encontrar soluciones de forma creativa, caminos que siempre habrá. Tal vez haya que retroceder un poco, pero nunca perder de vista la meta.
De igual forma es la vida, y la certeza de llegar a la cima es la esperanza, que al mismo tiempo es nuestro deseo. La certeza dependerá mucho de la forma en que se prepare el camino para llagar a la meta.
Mientras más lejana tenga la meta, ésta será más relevante; mientras más trascendente, más lejana. En este sentido, la meta que todo ser humano tiene es ser feliz y trascender.
Hoy que vivimos signos de desesperanza, debemos preguntarnos: ¿cuál es nuestra meta?, ¿el tener más?, ¿el ser mejor?, ¿trascender?
En el contexto de la crisis que vive el mundo, que no es más que un nubarrón, cada quien asumirá el momento con la mayor o menor garra y creatividad con la que aprecie esa meta. Si la meta está en el tener más, siento decirles que estos tiempos en lugar de ser tiempos de oportunidad, serán de amargura y tristeza.
Si la meta está en trascender, estos tiempos son de gran oportunidad… ¿y tú?, ¿dónde tienes tu esperanza?

HONOR A QUIEN HONOR MERECE

Fuente: Yoinfluyo

Martes, 02 de diciembre de 2008

Amigo Carlos

Tenía que ser así, porque así eras tú.
Siempre fiel a cada compromiso, a tu cita con el buen Dios acudiste con esa puntualidad tan tuya siempre. No podía ser de otra forma, cuando se acepta a la congruencia como virtud del caballero cristiano de nuestro tiempo, y cuando es el honor la norma de conducta diaria.
No sé a cuantos jóvenes formaste. Fuimos muchos los que leíamos tus obras, tus traducciones, tus estudios e investigaciones. En todos nosotros dejaste una huella tan formidable como imperecedera. Nos cambiaste la vida.
Muchos otros aprendimos a debatir con la fuerza de los ideales y las convicciones arraigadas, porque tu pedagogía de vida era nuestra mejor enseñanza.
Tú, amigo Carlos, fuiste de aquellos que como decía Bernardo Monsegú, siempre preferían el palpitar al calcular; de los que mueren porque no mueren; de los que siempre evidenciaron sus ansias de eternidad. Creo que por eso la tierra ya te resultaba poca cosa. Necesitabas estar con Él; y Él -así te lo demostró toda la vida- quiso también necesitarte un poco. Por eso te llamó en tiempo y forma.
¡Claro que duele el hecho de no tenerte cerca! No será fácil dejar de escuchar tus consejos, tu palabra prudente; ni dejar de compartir contigo la agudeza y audacia de una visión de largo alcance como la que Dios te regaló.
Cuando estabas entre nosotros, tu sola presencia hacía que viéramos las cosas de un modo diferente. Ahora, será tu recuerdo lo que nos impulse a continuar luchando, por Dios y por la Patria, igual que lo hizo tu padre en su momento. ¿Sería por eso, el especial fervor que ponías en tu oración a los pies de la Morenita del Tepeyac durante la festividad de Tomás Moro?
Nos llamaba la atención que llegaras a la Basílica de Guadalupe, sin el boato ni la parafernalia de los funcionarios de alto rango. Te postrabas a los pies de María, tal y como cualquier otro de sus hijos. Nada más, pero nada menos. Sabías que al salir de ahí, te esperarían los anatemas de los jacobinos y las acusaciones incendiarias de los intolerantes. Pareciera que nos decías “no tengan miedo, porque el cielo es de los que lo arrebatan”.
Amigo Carlos, déjame decirte algo: ¡no creo en la resignación cuando un amigo como tú se va! Considero que ese espíritu de “conformidad adolorida” puede quedarse, con aquellos que aseguran que la muerte es el final de todo; que ahí termina todo y que no hay más nada qué hacer.
Para quienes tenemos el privilegio de la fe y creemos que el hecho de morir es la bienvenida a la cercanía con Dios; a Su visión beatífica y a Su amistad en la gloria eterna; es una mixtura con la alegría; un encuentro con la esperanza de saber que estás ahí, con Él; mejor que antes y mejor que siempre. Es saber que Dios siempre se lleva a los mejores. De eso se trata cuando sobrenaturalizamos las cosas.
Me parece que no es tardío, sino oportuno, darte las gracias amigo mío. Gracias por enseñarnos a vivir la vida con una perspectiva trascendente, dándole el valor divino a lo humano.
Gracias, Carlos, por la pedagogía del Servicio que nos enseñaste, con tu ejemplo a tiempo y a destiempo; en especial, cuando nos mostraste que el poder carece de sentido, si no logramos entender que viene de lo Alto.
Gracias por tu congruencia y tu tozuda hidalguía en nuestra lucha a favor de la vida, de la libertad, de los valores superiores que poco a poco han venido transformando nuestra querida Patria.
Gracias por la enseñanza del honor y la nobleza de tu alma grande. Por dejarnos aprender que el verdadero hombre, sólo dobla la rodilla delante de su Dios.
Rene Mondragón


HONOR A QUIEN HONOR MERECE

Es posible ser congruente y tener éxito

Fuente: Yoinfluyo.com
Autor: José J. Castellanos

Miércoles, 03 de diciembre de 2008

La falsedad de la premisa de que obtener éxito material y vivir congruentemente la fe es imposible, no sólo la señaló Carlos Abascal en su discurso de aceptación del Doctorado Honoris Causa que le entregó la Universidad Anahuac del Sur, sino que la encarnó con su vida que se extinguió el día de antier. De pocos laicos contemporáneos de la vida pública de nuestro país se puede decir que han vivido a plenitud el llamado a la fidelidad que hizo Juan Pablo II en la Catedral de México en 1979. Lo hizo, sin miedo, como hombre, esposo, padre de familia, empresario, dirigente social y dirigente político. Lo hizo con la palabra y el ejemplo.
No abundaré sobre Carlos Abascal, ya lo hice hace días. Hoy, si se me permite, le daré la palabra para reproducir algunas ideas de su último mensaje a la juventud universitaria, pues podríamos tomarlo como su testamento social. Estas frases entresacadas, entre muchas valiosas, son los botones de muestra que invitan a leer y releer el mensaje, porque resulta imposible abarcarlo aquí todo. Reproduzco:
“El ser humano nace, vive, muere con dos sellos indelebles: el sello de criatura de Dios, quien le comunica la inmensa dignidad que posee, precisamente por haberlo creado a Su imagen y semejanza; y el sello de su irrenunciable vocación social, que le exige ser comunión con todos sus semejantes, si quiere realizar la vocación que él, y nadie más que él, puede y debe realizar durante su existencia temporal”.
“En el afán de dar al césar lo que es del césar, se olvidan de que hay que dar a Dios lo que es de Dios”.
“¿Y qué es de Dios? Nada más y nada menos que la integralidad de la persona humana, en todas las manifestaciones de su vida, porque es el pensamiento amoroso de Dios el que da vida al ser humano”.
“Otros más excluyen totalmente de la vida pública la presencia de Dios, y prefieren prescindir del primer sello, arrinconándolo a la mera vida privada.
“Dar a Dios lo que es de Dios no es un asunto privado, es un asunto personal porque la fe no se le impone a nadie, porque ser cristiano es encontrarse personalmente con Cristo y pedirle que nos transforme en el amor, por el amor y para el amor, para servirlo en los demás hombres. Porque Cristo, que es Camino, Verdad y Vida nos legó una fe cuyo objeto no es que cada cristiano cumpla ciertos preceptos y prácticas externas, sino que cada cristiano y todos juntos transformemos la realidad temporal con el espíritu del Evangelio, que es el espíritu del Amor, de la Justicia, de la Unidad y del Bien”.
“Es cierto: el reino de Jesús no ES de este mundo; pero el único lugar en el que los hombres preparan el advenimiento del Reino de Dios es este mundo”.
“Pienso que la mayor censura a Dios en la vida pública, proviene de cristianos que se autocensuran para hacer sólo lo políticamente correcto a los ojos de los demás”.
“El cristiano que vive en el mundo, que participa en la política, en la economía, en la cultura, en lo social, tiene el deber de trabajar para lograr estándares éticos cada vez más elevados en la convivencia social, siempre usando argumentos propios de la razón”.
“Bien vale la pena gastar nuestra vida, al límite, al servicio de Jesucristo”. “De hecho, es indispensable devolverle a la democracia fundamentos sólidos de valores eternos derivados del orden natural de las cosas. Es imperativo que el Estado de Derecho tenga su mayor fortaleza en normas positivas fundadas en el derecho natural”.
“Hoy somos parte de una batalla antropológica cultural en la que el poder político reclama para sí la facultad de definir al hombre, muchas veces socavando su libertad y dignidad”.
Hasta aquí las citas.
Carlos solía saludar a sus amigos anteponiendo el “san” al nombre propio. Por eso, yo solía devolverle el saludo de la misma manera, llamándolo san Carlos. Hoy, sin anticipar el juicio de la Iglesia, puedo afirmar que él, librando numerosas batallas, alcanzó la meta de la santidad, como indica el Catecismo de la Iglesia, citando al Concilio Vaticano II: “En sus miembros (de la Iglesia), la santidad perfecta está todavía por alcanzar: ‘Todos los cristianos, de cualquier estado o condición, están llamados cada uno por su propio camino, a la perfección de la santidad, cuyo modelo es el mismo Padre ’” (LG 11).
Don Carlos Abascal Carranza fue de los seres humanos que merecen el reconocimiento de todos. Fue un hombre a carta cabal, fue de los pocos hombres que supo ser congruente con se fe cristiana y su vida. Fue un hombre de los que verdaderamente, sin demagogia alguna, merece estar en el altar de la Patria, su patria que tanto amó y a la que sirvió honesta y responsablemente.
DESCANZA EN PAZ CARLOS ABASCAL CARRANZA.


lunes, 1 de diciembre de 2008

Ver para creer

Por; Querien Vangal

“Nos importa la unidad de nuestro pueblo”,
Warduni
El pasado mes de septiembre, el cardenal Emmanuel III Delly, patriarca de Babilonia de los Caldeos, con sede en Bagdad, mantuvo un encuentro con el líder del Consejo Supremo Islámico Iraquí (SIIC), Abdul Aziz Al Hakim. El SIIC es el partido chií (Chiíta) con más representantes en el Parlamento.
El cardenal Delly reconoció "los esfuerzos del gobierno de Bagdad para promover la seguridad y la estabilidad, así como la unidad entre todos los iraquíes". Por su parte, el líder del SIIC recordó "los históricos lazos que el país tiene con la comunidad cristiana".
Por otro lado, monseñor Shleimun Warduni, patriarca vicario de la Iglesia caldea, afirmó en declaraciones al órgano de información de los católicos iraquíes Baghdadhope, que en su parroquia de la Virgen María de Palestina, se celebró en estos días una cena en la que estuvieron presentes unas 50 personas entre musulmanes y cristianos.
"Éramos cristianos, musulmanes, árabes, kurdos", relató. "Estaba el Sayyd Jassim al-Jazairi de la mezquita cercana, un representante de la oficina del Gobierno para los asuntos de los no musulmanes, y muchos representantes de las familias que viven en la zona".
Estos encuentros, añadió monseñor Warduni, "son menos raros de lo que se piensa. Nuestras relaciones con el resto de miembros del país que quieren el diálogo son buenos", añadió.
"Ciertamente, nos importa la unidad de nuestro pueblo. Los iraquíes comparten el amor por el único Dios y Dios es amor en los corazones, amor que debe llevarnos al acuerdo".
A pesar de las dificultades que atraviesan los cristianos en Irak, afirma el prelado, "el entendimiento entre todos es de importancia primordial para que nuestro amado país pueda reencontrar la paz y su justo lugar en el mundo", añadió.
"Lo hacemos como hijos de este país, cristianos que lo han habitado desde tiempos remotísimos, y que aún ahora, a pesar de la emigración, viven en él y quieren continuar haciéndolo", concluyó.

Obedecer es de inteligentes

Por: Querien Vangal

Recuerdo que cuando era pequeño, sentía unas locas ganas de violar las reglas. Mi mamá me decía algo y yo quería y buscaba hacerlo del modo totalmente contrario, para probarme a mí mismo y a mis padres que era posible una segunda vía. Un día, en la escuela, hice un examen, y queriendo innovar seguí mis métodos de desarrollo, y pensé que había hecho un examen magistral. A los dos días llegó el resultado: reprobado. ¿Cuál fue la causa? No hice lo que el profesor quería. Esto me ayudó a comprender, que no siempre lo que pensamos o queremos va a ser el camino hacia la felicidad.
Ahora que ya soy viejo y retirado hace ya varios años de mi actividad profesional y de la que fue mi actividad preponderante, y puedo constatar sobre esa sed de libertad, y esa locura por innovar en las mentes y corazones de tantos jóvenes y personas. El lema, implícito o explícito, es Llevar la contraria, Nadar contra corriente, y todavía más se dice que a obediencia es para bobos.
La misma moda nos muestra esa carrera por ver quien es el más creativo (argollas en la lengua, en la nariz, barbas kilométricas, jeans desteñidos, etc.) y no se diga de la moral, en donde lo natural pasó a ser retrógrado, y lo anormal el común parámetro de conducta (casamiento entre hombres, noviazgo entre mujeres, suicidios asistidos, etc.) Y esa sed nos ciega, hasta el punto de creer que mi modo de vivir es el más lícito y el más excelente.
La obediencia, ese someter mi juicio a alguien, ese dejar de lado lo que pienso y quiero para pensar y querer lo que el otro quiera, parece lo más ridículo y loco para este mundo independiente. Obedecer implica un granito de humildad, para reconocer y aceptar que en esta ocasión o en otras más, no tengo la razón; implica honestidad y realismo, pues yo no soy el único ser en este mundo, sino que estoy rodeado de personas, que en su mayoría, tuvieron la misma edad que yo tengo, y que pasaron por la misma circunstancia y sienten lo mismo que yo siento.
Obedecer no es acatar rabiosamente o inconscientemente una orden; no es hacer lo que el otro me pide, con la esperanza de que el otro se equivoque. Obedecer es confiar. Así como tú obedeces el semáforo, confiando que es por tu bien, así hemos de confiar también en los demás, sobretodo en los que tienen alguna ascendencia sobre mí: mis padres, mis abuelos, mis profesores, mis jefes de trabajo. La obediencia en fin, no es para bobos, sino que es para inteligentes, pues la inteligencia busca lo mejor para uno mismo, y cuando lo encuentra, lo presenta a la voluntad y ella lo elige y lo realiza.
Quien no confía ahora, quien no quiere obedecer ahora, los golpes de la vida serán sus mejores maestros. Tarde o temprano, hemos de aprender a dejar de ser bobos, y así aprender a ser inteligentes por el amor y la confianza.

La cultura del lucro

Por: Querien Vangal

Un término en boga del actual cuadro cultural, es el de ganancia o lucro. Este concepto es referido la mayor parte de las veces al campo económico, reflejando la polarización cultural del mundo en una clave exclusivamente monetaria. Desde esta perspectiva viene juzgadas todas las demás esferas humanas, de modo que el dinero como centro y criterio de desarrollo personal, regional o nacional, se admite de modo absoluto e indiscutible. La política, la sanidad pública, la seguridad nacional, la educación, la cultura, etc. Todo en función de los centros de funcionamiento económico.
El poder adquisitivo, el nivel de vida económico, el Producto Interno Bruto, Deuda externa, la Bolsa, la inflación, la devaluación, la paridad de las divisas, etc., son conceptos comunes en los noticieros de las cadenas televisivas. El estado de las finanzas nacionales viene identificado y presentado normalmente al medio día, como si éste fuera el único pan de cada día.
Los países denominados en “vías de Desarrollo”, desarrollo, ¿Qué desarrollo?, económico, o ¿existe otro verdadero desarrollo para la mentalidad dominante?, deben necesariamente utilizar sus recursos culturales como una forma potencial de ganancia económica.
El comercio de lo cultural dentro de la globalización económica y social, supone en términos laborales, la uniformidad de una mentalidad que sabe apreciar bailes, ritos, ceremonias, vestidos; como adornos externos, pasados, exóticos, bizarros, de lo que debe ser el modelo uniforme de mentalidad, eliminando la memoria y el arraigo. De este modo se pretende mantener la competencia entre pueblos, en torno siempre al paradigma económico implantado precisamente por una forma servil del ver al hombre subordinado al dinero.
Las formas culturales tradicionales o populares vienen vendidas como folklore, a fin de poder continuar la vertiginosa carrera del mercado mundial. Ello genera entre otros efectos en los pueblos de tradición cristiana:
a) La disolución de la misma cultura popular, dado que el centro de la cosmovisión antropológica viene desplazado del campo trascendente de la fe a la inmanencia del dinero.
b) La cultura no viene ya vivida como expresión natural de los grupos humanos, sino como un elemento de producción económica, desnaturalizando así las relaciones interpersonales que la generaron, dado que la cultura es expresión del ser del hombre. Ello quiere decir, que aún cuando la intención de los seres humanos muestre conscientemente en sus relaciones interpersonales la intención del lucro, la condición personal de las relaciones culturales, escapa en su consistencia metafísica a la manipulación intencional de ganancia. Dicho de otra manera aún en una cultura del lucro es posible generar cultura.
Podríamos decir, que cada uno de nosotros tiene la posibilidad de buscar en las relaciones con los demás un canal de beneficio económico, pero, ninguno de nosotros tiene la posibilidad de eliminar la condición relacional en cuyo desarrollo pueden o no, ser buscados réditos financieros. La gratuidad, la contemplación de lo simple y la simple cotidianidad, libremente asumidas y buscadas, aparecen entonces como el paradigma antagónico, como la “mediocridad feroz”.
Sin embargo, si bien es verdad que la cultura es inherente al ser del hombre, no es menos verdadero es que la forma ontológica humana no es el único elemento de la antropología, pues aún siendo fundante al ser humano, reclama la también inherente dimensión histórica del hombre. Esta dimensión histórica viene gravemente lacerada y a veces aniquilada por la avidez de lucro, generando situaciones de verdadera explotación humana, una atmósfera de rencor, desconfianza, odio, indiferencia social, impunidad, venganza y resentimiento; en pocas palabras produciendo una anticultura de muerte.
c) Las tradiciones culturales cristianas, no desaparecen en su expresión, ya que son protegidas generalmente por las entidades gubernativas como folklore; pero vienen privadas de la fuerza y del talante de fe que las produjo, de la contemplación cristiana de la realidad y de las actitudes morales derivadas de ésta. La expresión tradicional de la fe como dato cultural corre el riesgo de transformarse en arcaísmo social, identificándolo con un momento ya superado de la cultura latinoamericana. El folklore reduce las formas culturales populares a teatros o museos vivientes, no pocas veces valorados como formas primitivas e retrógradas de sociedad.
Desgraciadamente este fenómeno de rechazo, abandono, o auto devaluación de la propia cultura, viene dramáticamente vivido en América Latina, constatable en los millones de personas que cada año emigran a otro país más industrializado o las grandes ciudades de su propia nación, víctimas la mayor parte de las veces de un modelo absolutista Neoliberal que ha fincado al centro de la dignidad humana el signo monetario.
Ganancia y solo ganancia pueden condicionar la duración de la vida y la cultura de estos hermanos nuestros. Cuanto más distante sea la propia cultura del modelo global, tanta mayor resistencia tendrá que enfrentar la persona para engranar en el proceso económico de ganancia.
Por ganancia y por la presión se sobre vivencia física, se coacciona a vender el recinto de la voz de Dios en el hombre. Una conciencia cristiana que busca revertir este modelo corre el riesgo de permanecer en la marginación y el descrédito. Vender la identidad cultural es vender el ser mismo del hombre, su memoria, su arraigo, implican tanto su dignidad metafísica de persona como su indisoluble condición histórica.
La corrupción e impunidad son los guardaespaldas, las muestras de un modelo que une lucro e irracionalidad, un modelo de explotación y control muy semejante al que describía Hannah Arendt con respecto al uso de la propaganda y el terror de los sistemas totalitarios, con la diferencia que en ellos se pretendía aniquilar cualquier ideología que fuese disidente del gobierno totalitario, mientras que, en nuestras sociedades, el modelo dominante, tiene como destinatario de su persecución y cacería, las diferencias culturales.
Pareciera que hemos olvidado, que el liberalismo agnóstico y el comunismo ateo, son hijos del mismo principio de autonomía y soberanía económica que el materialismo devorador ha generado. Uno mediante la posesión idolátrica de la individualidad, otro mediante la adoración de la colectividad. Ambos han erigido el altar sacrificial del dinero, un paradigma en el que se inmola el hombre, donde el creador se ofrece por su criatura, realizando una parodia grotesca de la Historia de la Salvación.
La tensión entre inmanencia y Trascendencia. Este reto acecha el desarrollo político económico con dos extremos igualmente perniciosos: El secularismo materialista y el fundamentalismo religioso, polos que en los últimos años se han visto confrontados a nivel político y armado.
Considero que es fatal confundir el movimiento inherente del ser humano de progreso integral, que requiere del desarrollo económico, con la mentalidad del modelo reinante neoliberal que subordina la persona al factor económico. En el primer caso, la economía permite el desarrollo de la dignidad humana “no se tiene para sobre vivir, sino para vivir”. En el segundo caso se condiciona la dignidad humana a la economía, “se sobre vive para tener, no para vivir”.
El desarrollo de una cultura sana y sólida exige que las condiciones materiales de vida no comprometan la libertad y la dignidad humana. Elementos que no pueden asegurarse en millones de personas que viven en esta latitud en extrema pobreza o miseria. O frente a más de 6 generaciones de ciudadanos que han nacido con una deuda externa que ni siquiera sus bisnietos podrán liquidar aún cuando en este momento se detuviera el monto total del débito.
Así, mientras los pocos capitales consistentes son trasladados al extranjero, para asegurar únicamente un patrimonio individual, se corona un sistema piramidal de lesión al bien común, reforzando la arraigada cultura del lucro.
Pero, detrás de esta forma desproporcionada de ambición financiera, ¿Qué busca el hombre? ¿Qué efecto proporciona el dinero en cada uno de nosotros que le buscamos con tanto afán? ¿Cuál es la estabilidad que persigue? La palabra ganancia o lucro ¿No será un denominador cultural de la necesidad existencial de todo ser humano, de buscar una seguridad palpable? ¿La ganancia no estará indicando de laguna manera una acción desesperada de invertir el flagelo de la miseria vivida o temida, en un nuevo y real orden de cosas?

La Biblia, el gran libro de la filosofía universal

Por: Querien Vangal

Los hechos del Evangelio no han sido escritos sólo para ser contados, sino también para ser revividos. A quien les escucha se le invita cada vez a entrar dentro de la página del Evangelio, a convertirse de espectador en actor, a ser parte en causa. La Iglesia primitiva nos da el ejemplo.
La manera en que se cuenta el episodio de la tempestad calmada muestra que la comunidad cristiana lo aplicó a su propia situación. En aquella tarde, cuando había despedido a la multitud, Jesús había subido solo al monte para rezar; ahora, en el momento en el que Mateo escribe su Evangelio, Jesús se ha despedido de sus discípulos y ha ascendido al cielo, donde vive rezando e "intercediendo" por los suyos. En aquella tarde echó mar adentro la barca; ahora ha echado a la Iglesia en el gran mar del mundo. Entonces se había levantado un fuerte viento contrario; ahora la Iglesia vive sus primeras experiencias de persecución.
En esta nueva situación, ¿qué les decía a los cristianos el recuerdo de aquella noche? Que Jesús no estaba lejos ni ausente, que siempre se podía contar con él. Que también ahora daba órdenes a sus discípulos para que se le acercaran "caminando sobre las aguas", es decir, avanzando entre las corrientes de este mundo, apoyándose sólo en la fe.
Es la misma invitación que hoy nos presenta: aplicar lo sucedido a nuestra vida personal. Cuántas veces nuestra vida se parece a esa barca "zarandeada por las olas a causa del viento contrario". La barca zarandeada puede ser el propio matrimonio, los negocios, la salud... El viento contrario puede ser la hostilidad y la incomprensión de las personas, los reveses continuos de la vida, la dificultad para encontrar casa o trabajo. Quizá al inicio hemos afrontado con valentía las dificultades, decididos a no perder la fe, a confiar en Dios. Durante un tiempo nosotros también hemos caminado sobre las aguas, es decir, confiando únicamente en la ayuda de Dios. Pero después, al ver que nuestra prueba era cada vez más larga y dura, hemos pensado que no podíamos más, que nos hundíamos. Hemos perdido la valentía.
Este es el momento de acoger y experimentar como si se nos hubieran dirigido personalmente a nosotros las palabras que Jesús dirigió en esta circunstancia a los apóstoles: "¡Ánimo!, que soy yo; no temáis". Es famosa la frase con la que el sacerdote Abundio, en Los novios (I promessi sposi), justifica su miedo y cobardía: "Quien no tiene valentía no se la puede dar". Tenemos que desterrar precisamente esta convicción. ¡Quien no tiene valentía se la puede dar! ¿Cómo? Con la fe en Dios, con la oración, basándose en la promesa de Cristo.
Alguno dirá que esta valentía, basada en la fe en Dios y en la oración, es un pretexto, una huida de las propias posibilidades y responsabilidades. Una manera de descargar en Dios los propios deberes. Es la tesis de fondo de la obra de teatro de Bertolt Brecht, ambientada en Alemania en tiempos de la guerra de los Treinta Años, que tiene como protagonista a una mujer del pueblo llamada, por su capacidad de decisión y valor, "Madre Coraje". En plena noche, las tropas imperiales, tras haber matado a los guardias, avanzan contra la ciudad protestante de Halle para quemarla. En los alrededores de la ciudad, una familia de campesinos, que acoge a la Madre Coraje con la hija muda, Kattrin, sabe que lo único que puede hacer para salvar a la ciudad de la ruina es rezar. Pero Kattrin, en lugar de ponerse a rezar, sube al techo de la casa, y se pone a tocar desesperadamente el tambor hasta que ve que los habitantes se han despertado y están de pie. Es asesinada por los soldados, pero la ciudad se salva.
Con esta crítica, que es la clásica crítica del marxismo, se ataca a quien pretende quedarse con los brazos cruzados, en espera de que Dios lo haga todo. Pero esto no tiene nada que ver con la verdadera fe y la verdadera oración, que es lo contrario de la resignación pasiva. Jesús dejó que los apóstoles remaran contra el viento durante toda la noche y que utilizaran todos sus recursos antes de intervenir personalmente.