miércoles, 26 de marzo de 2008

¿Qué somos y cuánto valemos?

Por: Antero Duks


¿No crees que sería bueno hacer un inventario de los bienes que has recibido para así vivir con mayor alegría y optimismo?

Por qué llorar mientras voy andando, si otros ríen y no tienen pies?

¿Por qué vivir pensando en el 10 % de las cosas que nos hacen sufrir, y no recordar el 90 % de las cosas que nos suceden bien?

En tu cuerpo hay 800 mil millones de células trabajando continuamente y obrando todas en tu favor y en perfecta armonía.

En tu cerebro tienes 13 mil millones de neuronas trabajando tan sabiamente a tu favor, que si las quisieras reemplazar por la máquina computadora más perfecta del mundo, esa máquina electrónica ocuparía el sitio de un edificio de setenta pisos de alto.

Tienes un corazón que es una maravilla de la naturaleza. Bombea hora tras hora, 36 millones de latidos al año, año tras año, despierto o dormido, impulsando la sangre a través de 100 mil kilómetros de venas y arterias, que llevan... Más de 2 millones de litros de sangre al año.

Tus pulmones son los mejores filtros del mundo. A través de 600 millones de alvéolos purifican el aire que reciben y libran a tu cuerpo de desperdicios dañinos.

En tus ojos, Dios ha depositado 100 millones de receptores que te permiten gozar de la magia de los colores, de la luz, de la simpatía de las personas y de la majestad de la naturaleza.

Eres una persona humana, y el ser humano es el único animal que puede hablar, para calmar al airado, animar al abatido, estimular al cobarde y decir... Te amo.

En tus oídos hay 24 mil millones de filamentos que vibran con el viento, con el reír de los niños, con la suave música de las orquestas, con el trepidar de las aguas espumantes y al escuchar las palabras amables de las personas que estimas.

Te puedes mover, no eres un árbol amarrado a una pequeña porción de tierra. Puedes pasear, correr, bailar y hacer deporte. Para ello tienes 500 músculos, 200 huesos y 7.000 nervios, sincronizados para obedecerte y llevarte a donde quieras.

Tu sangre es un formidable tesoro. Son apenas 4 litros pero allí hay 22 millones de células sanguíneas, y en cada célula hay muchas moléculas y en cada molécula hay un átomo que oscila más de 10 millones de veces por segundo.

Cada día mueren 2 millones de tus células y son reemplazadas por 2 millones más, en una resurrección que ha continuado desde el día que naciste.

En tu cerebro hay 4 millones de estructuras sensibles al dolor, 500 mil detectores táctiles, y 200 mil detectores de temperatura...

... Ahora pregúntate:

¿Crees que no vale la pena tu VIDA?

Lo triste es que dedicamos mucho tiempo pensando en lo que nos hace falta y casi nunca nos detenemos a recordar y agradecer lo muchísimo bueno que poseemos.

No solo con respecto a tu cuerpo, aplícalo también a los dones que posees, la familia que te ha tocado, las amistades de las cuales eres dichoso en poseer, las comodidades que disfrutas y hasta las oportunidades que se te han presentado. ¡No veas solo lo que te hace falta, agradece lo que ya tienes!

Has cuentas de tus bienes, y de tus alegrías también. No pierdas tiempo haciendo cuentas de tus males.

Colecciona pensamientos alegres y optimistas, y no se te olvide alejar de tu mente esos cuervos asquerosos llamados pensamientos pesimistas” y “recuerdos tristes”.

¿Y sabes por qué?...

¡¡¡ Porque vales M U C H Í S I M O!!!
¡MUCHÍSIMO! ¡MUCHÍSIMO! ¡MUCHÍSIMO!
¡MUCHÍSIMO! ¡MUCHÍSIMO! ¡MUCHÍSIMO!

Repítelo hasta el cansancio, y nunca dejes de repetirlo.

El héroe del día

Fuente: Yoinfluyo.Com
Autora: Mayra Hernandez Duque


En una cena de beneficencia para una escuela de niños con capacidades especiales, el padre de un estudiante pronunció un discurso que nunca será olvidado por las personas que lo escucharon.

Después de felicitar y exaltar a la escuela y a todos los que trabajan en ella, este padre hizo una pregunta. Cuando no hay agentes externos que interfieran con la naturaleza, ¿el orden natural de las cosas alcanza la perfección?

Pero mi hijo, Herbert, no puede aprender como otros niños lo hacen. No puede entender las cosas como otros niños. ¿Dónde está el orden natural de las cosas en mi hijo?

La audiencia quedó impactada por la pregunta. El padre del niño continuó diciendo: “Yo creo que cuando un niño como Herbert, física y mentalmente discapacitado, viene al mundo, una oportunidad de ver la naturaleza humana se presenta y se manifiesta en la forma en la que otras personas tratan a ese niño”.

Entonces contó que un día caminaba con su hijo cerca de un parque donde algunos niños jugaban baseball. Herbert le preguntó a su padre: “¿Crees que me dejen jugar?”. Su padre sabía que a la mayoría de los niños no les gustaría que alguien como él jugara en su equipo. Pero también entendió que si le permitían jugar, le darían un sentido de pertenencia muy necesario y la confianza de ser aceptado por otros, a pesar de sus habilidades especiales.

El padre de Herbert se acercó a uno de los niños que estaban jugando y le preguntó (sin esperar mucho) si su hijo podría jugar. El niño miró alrededor por alguien que lo aconsejara y le dijo: “Estamos perdiendo por seis carreras y el juego está en la octava entrada. Supongo que puede unirse a nuestro equipo y trataremos de ponerlo al bate en la novena”.

Herbert se desplazó con dificultad hasta la banca y con una amplia sonrisa, se puso la camisa del equipo mientras su padre lo contemplaba con lágrimas en los ojos por la emoción. Los otros niños vieron la felicidad del padre cuando su hijo era aceptado.

Al final de la octava entrada, el equipo de Herbert logró anotar algunas carreras, pero aún estaban detrás en el marcador por tres. Al inicio de la novena entrada, se puso un guante y jugó en el jardín derecho. Aunque ninguna pelota llegó, estaba obviamente extasiado sólo por estar en el juego y en el campo, sonriendo de oreja a oreja mientras su padre lo animaba desde las graderías.

Al final de la novena entrada, el equipo de Herbert anotó de nuevo. Ahora con dos outs y las bases llenas, la carrera para obtener el triunfo era una posibilidad, y él era el siguiente en batear. Con esta oportunidad, ¿lo dejarían batear y renunciar a la posibilidad de ganar el juego? Sorprendentemente, el pequeño estaba al bate.

Todos sabían que un solo hit era imposible porque Herbert no sabía ni cómo agarrar el bate correctamente, mucho menos pegarle a la bola. Sin embargo, mientras se paraba sobre la base, el pitcher, reconoció que el otro equipo estaba dispuesto a perder para permitirle a Herbert un gran momento en su vida. Se movió unos pasos al frente y tiró la bola muy suavemente para que pudiera, al menos, hacer contacto con ella.

El primer tiro llegó y Herbert abanicó torpemente y falló. El pitcher de nuevo se adelantó unos pasos para tirar la bola suavemente hacia el bateador. Cuando el tiro se realizó, Herbert abanicó y golpeó la bola suavemente justo enfrente del pitcher.

El juego podría haber terminado. El niño podría haber recogido la bola y haberla tirado a primera base. Herbert hubiera quedado fuera y habría sido el final del juego. Pero, en cambio, tiró la bola sobre la cabeza del niño en primera base, fuera del alcance del resto de sus compañeros de equipo.

Todos desde las graderías y los jugadores de ambos equipos empezaron a gritar: “Herbert corre a primera base, corre a primera”. Nunca en su vida había corrido esa distancia, pero logró llegar a primera base. Corrió justo sobre la línea, con los ojos muy abiertos y sobresaltado.

Todos gritaban: “¡Corre a segunda!”. Recobrando el aliento, Herbert con dificultad corrió hacia la segunda base. Para el momento en que llegó, el niño del jardín derecho tenía la bola... el niño más pequeño en el equipo y que sabía que tenía la oportunidad de ser el héroe del día.

Él podía haber tirado la bola a segunda base, pero entendió las intenciones del pitcher y lanzó la bola alto, sobre la cabeza del niño en tercera base. Herbert corrió a tercera base mientras que los corredores delante de él hicieron un círculo alrededor de la base.

Cuando Herbert llegó a tercera, los niños de ambos equipos, y los espectadores, estaban de pie gritando: “¡Corre a home!, corre”. Al llegar, se paró en la base y fue vitoreado como el héroe que bateó el grand slam y ganó el juego para su equipo. “Ese día –dijo el padre con lágrimas bajando por su rostro–, los niños de ambos equipos ayudaron dándole a este mundo un trozo de verdadero amor y humanismo”.

Herbert no sobrevivió otro verano. Murió ese invierno, sin olvidar nunca haber sido el héroe y haber hecho a su padre muy feliz, haber llegado a casa y ver a su madre llorando de felicidad y ¡abrazando a su héroe del día!

Una pequeña nota :

Nosotros tenemos miles de oportunidades cada día para ayudar a que se realice “el orden de las cosas”.

Tantas interacciones entre personas, aparentemente sin significado, nos presentan una elección: podemos transmitir una pequeña chispa de amor y humanismo o dejamos pasar esas oportunidades y permitir que el mundo se enfríe cada vez más.

Un hombre muy sabio dijo una vez que toda sociedad es juzgada por cómo trata a los menos afortunados entre ellos.

”La persona más rica no es la que más tiene, sino la que menos necesita”.

Al maestro con cariño

Fuente: Yoinfluyo.com
Autor: Octavio Ortiz de Montellano


Hace muchos años, siendo aún muchacho, acudí al sepelio de Miss Lolita, maestra, profesora y casi madre de más de veinte generaciones en la escuela que me vio crecer. Apenas si conocía a Miss Lolita, pero mi madre me envió al cementerio agregando esta recomendación: "Ella fue la maestra de tus hermanos. Ellos tienen una deuda con ella que no pueden ahora cumplir. Ve tú en su lugar". El entierro fue sencillo y solitario. Una veintena de personas; entre todos acompañaban el ataúd a su descanso. ¡Cuántos alumnos por sus aulas, cuán sola hoy estaba! ¡Cuánto dio y cuan poco recibió! Cosas de la vida y, a veces, ¡cosas de los hombres! Ella fue una de esas mujeres que, sin formar su propio hogar, fue cariñosa compañía y guía paciente de muchos niños y jóvenes necesitados de ayuda y dirección.

Hoy, por el mundo se ha desparramado un pequeño ejército de hombres que llevan impreso en el corazón y en el alma, sin quizá ellos saberlo, el amor y cariño de Miss Lolita. Porque el profesor tiene, en su palabra, el secreto de la vida: haciendo nacer la verdad en el pecho del alumno, ha encendido un fuego que incendia el mundo. El profesor tiene la llave de la existencia, pero él mismo se queda en la penumbra. Es como esas lámparas de los escenarios que, permaneciendo ellas mismas escondidas, derraman su luz dando a los personajes forma y color.

Ser profesor es mucho más que una tarea u oficio. Es la vocación que modela la fisonomía humana y espiritual de los educandos. Un profesor es un guía de alta montaña: indica, acompasa el paso, orienta la mirada, despierta la iniciativa, encauza la pasión. No se equivocaba Ward cuando afirmó: “El profesor mediocre, dice. El buen profesor, explica. El profesor superior, demuestra. El gran profesor, inspira”.

Inspirar es hacer nacer en el pecho del alumno un ideal, es poner en marcha su voluntad sin avasallar su libertad, es despertar en él la fuerza de la pasión bajo el dictado de la razón.

Recuerdo el caso de la expedición chilena que conquistó el Everest en 1992. En ella iba un hombre, guía alpinista de varias generaciones, había intentado en distintas ocasiones la ascensión de la gran montaña, pero sin éxito, contaba ya cerca de los 60 años. En la expedición iba también su alumno más aventajado quien era, además, el jefe del grupo. Las cosas de la vida determinaron que el maestro se quedara en el campamento base como apoyo, mientras el alumno conquistaba la cumbre. Desde abajo, por medio de la radio, con la voz entrecortada por la emoción, el maestro alentaba, aconsejaba, daba fuerza... inspiraba. Él, maestro de alpinismo, después de una vida de ascensiones, permanecía en el campamen­to base. Su alumno, heredero de mil lecciones, se encaramaba en el techo del mundo.

Ser profesor es, pues, mucho más que enseñar, es despertar el alma, es ser cooperador de la verdad, es hacer que el otro sea plenamente aquello que Dios ha querido de él, es darle los medios para que camine por los vericuetos de la vida. Es necesario que en nuestro México, en el que gracias a Dios hay miles de grandes profesores, se valore más y mejor esta profesión. El futuro de la sociedad y de la familia se gesta en las aulas escolares.

Pero no es fácil ser profesor. Supone dar tanta luz que se pierde el contorno de la propia estrella. El buen profesor nutre sus lecciones con el sacrificio personal, con largas horas pasadas en el rincón del hogar preparando clases, corrigiendo apuntes, actualizando estudios. Son muchas las satisfacciones naturales que se niega a sí mismo en el cumplimiento de su tarea, pero precisamente esto lo hace más fuerte y desintere­sado en su capacidad de acogida de sus alumnos. Él no sabe llamar la atención sin antes despertar en su propio corazón un gran respeto y aprecio por el alumno, "porque sólo el que ama tiene derecho a corregir". Sabe ser fuerte en el fondo de su exigencia, pero suave y amable en la forma. El verdadero profesor, artista del alma, es un personaje extraordinario de nuestra sociedad. Mucho se le debe y mucho debería él mismo valorar su propia tarea educadora.

No es poco el dominio y la infinita paciencia que se requiere de él. Un gran poeta, León Felipe, lo expresó de forma muy bella: "Voy con las riendas tensas y refrenando el vuelo. Porque no es lo que importa llegar solo, ni pronto, sino con todos y a tiempo”.

El aula de clase es un gimnasio de caridad y de entrega personal, como bien lo demostró Cantinflas en aquella obra genial El "Profe". Hay que saber callar, tragar muchas cosas, ahogar una palabra indiscreta y, sobre todo, saber esperar el momento oportuno para mover el alma hacia lo mejor. En cierto modo, hacerla resucitar. El profesor aprende de sus alumnos cuando los trata como personas y quiere encender en ellos la iniciativa personal. Se maravilla de sus logros, los aprecia, los ama, y se entusiasma con sus triunfos. Los triunfos del educando son la corona del educador. Y su mayor ilusión, ver que ellos caminan por la recta senda, y que incluso superan al maestro.

Un gran profesor y literato mexicano, Octavio Paz, hombre inquieto y pensador insigne; escritor, editor, amigo, fundador de instituciones y revistas, guía intelectual, compuso un verso en el lejano 1974: "Soy un hombre de breve duración, y es inmensa la noche. Pero miro hacia lo alto: las estrellas escriben. Sin entender, comprendo: soy también escritura y en este mismo instante alguien me deletrea".

Sí, el profesor y maestro "entiende y comprende", él también es escritura de alguien que le deletrea.

viernes, 21 de marzo de 2008

DIVAGANDO

Por: Emilio Galván-Duque Martínez
Invierno de 1918



El viento de la tarde,
Modula su sinfonía.
De los claustros de un convento,
Surge un toque, una elegía.....
Surge un toque, suave, lento....
Es el alma misteriosa del convento.....


Es la sangre del oriente. La floresta,
Ofrece coloraciones.
Y la fronda, como orquesta,
Divaga murmuraciones.......
Distiende pompa, su Vesta........
Es el alma, alegría incontenible, de una fiesta.


Yo el misterio....
Yo la rima de un salterio....
Yo el dolor, el cementerio.....
........y, ¿tú, niña?
- yo, la reina, de la fiesta......
la alegría de la floresta.

A TU OIDO

Por: Emilio Galván-Duque Martínez
Invierno de 1918

.
Cómo menguar el ansia que siento de quererte,
Si para amarte, amada, mi corazón es fuerte,
Si tú, con una fresca pureza de leyenda,
Has ido colocando sonrisas en mi senda.
Si, cuando puse un pomo de frases en tu oído,
Tuviste el privilegio de haberme comprendido.

Cómo menguar el ansia que siento de quererte.

A veces la profunda tristeza de perderte
Me hace añorar el dulce fulgor de tus ojazos,
Que miran con la unciosa bondad de los abrazos,
Y siento la nostalgia de tu palabra queda
Que ha sido para mi alma como un plumón de seda.
Amada, me hace falta la idílica sonrisa,
Traviesa y juguetona, que entre tus labios glisa,
Con la alba transparencia de un hilo de agua pura
Que humedeciera el borde de una fresa madura.
Amada, me hace falta la espiritual esencia
Que puso sobre mi alma tu angélica presencia
Cuando iba deshojando mis versos a tu lado....!

OH mágico deleite, tan para mi desconocido,
De amar y ser amado.

Sentir el deliciosa rozar de un pensamiento
Que ha cabalgado al lomo fantástico del viento
Colmado del aroma lustral de tu cariño.
Pensar que tu palabra, más pura que el armiño
De un esquife alado que cruza la distancia
Dejando sobre todas las cosas su fragancia,
Tener a todas horas el corazón de hinojos
Ante la milagrosa belleza de tus ojos.
Hundir la frente mustia y ayuna de destellos
En la misericordia que ofrecen tus cabellos.
Mirar como se queda nuestro ferviente ruego
Temblando entre las ondas de su desasosiego.
Sentir, ante la euritmia del cuerpo adolescente,
El culto y el respeto sublimes de un creyente.
Tener, para el sendero sembrado de ilusiones,
Un palpitar constante de hermanos corazones
T un ramo de jazmines abiertos que lo alfombre.

A veces tengo ganas de pronunciar tu nombre.

¿Tu nombre?
Cuantas veces un fulgor del ocaso,
Cuando ibas por el parque, sonriente y paso a paso,
Con trazas sobre el suelo lo ha escrito mi paraguas
Al son del fatigado frufrú de tus enaguas ¡
Tu nombre transparente como el cristal de un vaso,
Es dulce a mis oídos y es suave como un raso ¡
El viento lo musita sobre las verdes palmas
Que son abanicos de las etéreas almas....
Y yo, con el respeto que inspiran los misales,
Sobre un augusto roble grabe tus iniciales.
Porque es el distintivo de todo amor ferviente
Ser puro, ser sincero, ser bueno y transparente,
Así como es del alba pureza de un cariño
Temblar ante el precioso secreto de un corpiño.

Amada, me maltrata tu extraña indiferencia.

Amada me maltrata....

Y es mi convalecencia
Sentir que van tus ojos poniendo sus fulgores
Sobre mi oscura senda; pensar que ya las flores
Que adornen sus recodos serán primaverales ¡
Sentir entre mis manos tus dos manos liliales
Con tus nerviosidades de un pajarillo preso,
Mientras se inunda el aire del resollar de un beso.

Que sean para mi alma como una buena hermana,
Amada, tiene muchos arcanos la mañana....

Cómo menguar el ansia que siento de quererte.

miércoles, 19 de marzo de 2008

San Buscón

Por: Enrique Galván-Duque Tamborrel


Dios los crea y ellos se juntan

Hace algunos años, si mal no me acuerdo fue en 1980, me metí a escombrar un cuarto en donde guardaba muchas cosas que fueron de mis amados y añorados padres. Era, en fin, el cuarto del recuerdo.

Escudriñando por aquí y por allá, mi vista se fijó en una caja que tenía pegada una etiqueta grande y llamativa. Me acerqué y leí lo que en ella estaba escrito, decía: CUIDEN CON INTERES Y CARIÑO LO QUE ESTA CAJA CONTIENE. Por el estilo de la letra detecté que fue escrito por mi padre.

Obviamente abrí la caja con mucho cuidado y fui sacando cosa por cosa con mucho cuidado. De repente algo me llamó mucho la atención. Era un libro finamente empastado, que tenía escrito con letras doradas: SAN BUSCÓN, Vida y obra.

Ni tardo ni perezoso tomé el libro y lo empecé a ojear, y como si fuera mandato divino, en forma automática me detuve en una página que decía: CAPITULO IV. INVESTIGACIONES EN LA INDIA. Empecé a leer, recuerdo que las letras eran pequeñas, pero claro que en esa época “qué me duraban”, ahora, si no son grandes, ni de relajo las puedo leer, no cabe duda que todo por servir se acaba, mis ojos me sirvieron mucho pero ya se están apagando.

Bueno, volviendo a San Buscón y sus investigaciones en la India, relata que encontró en una cueva unos pergaminos, allá en el lejano Siglo III. En uno de esos pergaminos encontró la crónica de una asamblea que se efectuó en los alborees del recién formado mundo.

Cuenta que una vez se reunieron en la Tierra, de reciente creación, todos los sentimientos y cualidades –buenos y malos-- de los humanos…. En dicha asamblea estaban presentes y pasaron lista de de asistencia: El Aburrimiento, La Locura, La Curiosidad, El Entusiasmo, La Euforia, La Duda, La Apatía, La Verdad, La Mentira, El Optimismo, El Pesimismo, La Soberbia, La Pereza, La Fe, La Belleza, La Envidia, El Egoísmo, La Timidez, La Cobardía, La Valentía, La Generosidad, La Libertad, La Pereza. La Voluptuosidad, La Pasión, El Deseo, El Olvido, El Amor, La Ignorancia, El Triunfo, El Talento, La Intriga y La Angustia,

«Cuando El Aburrimiento ya había bostezado por tercera vez, La Locura, como siempre tan loca, les propuso:-- “¡Vamos a jugar a las escondidas!”. Ante tan efusiva invitación, La Intriga levantó la ceja intrigada y La Curiosidad, sin poder contenerse, preguntó:

-- “¿A las escondidillas? ¿Y como se juega eso?”

-- “Es un juego –explicó La Locura-- en el que yo me tapo la cara y los ojos para no ver y comienzo a contar desde uno hasta mil, mientras ustedes se esconden; y cuando haya terminado de contar los buscaré y al primero que encuentre ocupará mi lugar para continuar con el juego una vez que haya hallado a todos.

Ante esa apasionante forma de explicar de La Locura, El Entusiasmo bailó acompañado de La Euforia. La Alegría se puso a brincar y de tantos saltos terminó por convencer a La Duda para que jugara con ellos, incluso a La Apatía le llamó la atención, aunque nunca le interesaba nada.

Pero no todos quisieron participar en el juego. La Verdad prefirió no esconderse. ¿Para que? Si al final siempre la hallaban. La Soberbia opinó que era un juego muy tonto y molesto (aunque en el fondo, lo que realmente le molestaba era que la idea no hubiese sido de ella). La Cobardía prefirió no arriesgarse…, y El Pesimismo exclamó: “¡Ay, que complicad!, yo mejor no juego porque de seguro a mi me encuentran primero y pierdo”.

“Uno, dos, tres…” –comenzó a contar La Locura--. La primera en esconderse fue La Pereza que, como siempre, se dejó caer tras la primera piedra que encontró en el camino. La Fe subió al cielo, y La Envidia se escondió tras la sombra de El Triunfo, que con su propio esfuerzo había logrado subir a la copa del árbol más alto. La Generosidad, por su parte, casi no lograba esconderse, y es que cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos, antes que para ella. Pensaba: “¿Qué tal si me escondo en un lago cristalino?, mm…, no, no, eso es ideal para La Belleza; ¿Qué tal detrás de un gran árbol?, mm…, tampoco, ahí es ideal para La Timidez; ¿Y en el vuelo de una mariposa?, no, es lo mejor para La Voluptuosidad; ¡ya sé!, me esconderé en la ráfaga del viento…,…mm…, no, ahí es ideal para La Libertad”. Asó buscó y buscó, hasta que finalmente se escondió en un rayito del Sol. El Egoísmo, en cambio, desde el principio encontró un sitio muy bueno, un lugar ventilado, cómodo…, pero exclusivamente para él. La Mentira se escondió en el fondo del Océano –mentira, en realidad se escondió detrás del arco iris), y La Pasión y El Deseo, en el centro de los volcanes. El Olvido…, ¡caramba se me olvidó en dónde se escondió!, bueno, pero eso no es importante.

Cuando La Locura contaba: “…998, 999…”, El Amor aún no encontraba sitio donde esconderse, pues ¡todo se encontraba ocupado!... …hasta que divisó un bello rosal y, enternecido, mientras jugaba, decidió esconderse entre sus flores.

“… ¡Mil…!” –contó La Locura y comenzó a buscar.

La primera en aparecer fue La Pereza, estaba tan sólo a tres pasos, junto a una piedra. Después encontró a La Fe, es que la escuchó dialogando con Dios acerca de “mover montañas”. A La Pasión y El Deseo los halló al sentir sus vibraciones cerca de los volcanes. En un descuido encontró a La Envidia y, claro, pudo deducir dónde estaba El Triunfo. Al Egoísmo no tuvo ni que buscarlo, pues él solito salió disparado de su escondite que había resultado ser un nido de avispas. La Locura, luego de tanto caminar, sintió sed y acercándose al lago para beber, descubrió a La Bellaza. Y con La Duda resultó más fácil todavía, pues la encontró sentada sobre un duro tronco, sin decidir aún de que lado ocultarse. Muy cerca de la Duda encontró a la ignorancia, que nunca supo dónde esconderse.

Así fue encontrando a todos. A El Talento entre la hierba seca, a La Angustia en una oscura cueva, a La Mentira detrás del arco iris… --mentira, si estaba en el fondo del Océano--, y hasta a El Olvido, que ya se le había olvidado de qué se trataba el juego, y seguí sin acordarse. Pero sólo El Amor no aparecía por ningún lado. La Locura lo buscó detrás de cada árbol, en cada arroyuelo del planeta, en la cima de las montañas, incluso ante su desesperación, hizo trampa y le preguntó a La Ignorancia si lo había visto. “Yo sólo sé que no se nada” –le respondió-- y cuando estaba a punto de darse por vencida en su búsqueda, La Locura divisó un pequeño rosal tupido de flores y observó que se movían estas. Entonces tomó los tallos de varias rosas y comenzó a mover fuertemente el rosal con sus ramas… …de pronto, un doloroso grito se escuchó. Las espinas del rosal habían herido los ojos a El Amor, La Locura, impresionada ante tal accidente, no sabía que hacer para disculparse; lloró, rogó, imploró, suplicó perdón y ¡hasta prometió ser su fiel acompañante por toda la eternidad!

Desde entonces, desde que por primera vez se jugó a las escondidillas en la Tierra, El Amor es ciego y La Locura lo acompaña.


No tengo tiempo

Por: Enrique Galván-Duque Tamborrel


En el transcurso de la vida, sobre todo si esta ya se alargó mucho, no creo que haya ser humano que no haya conocido a alguien que nunca tiene tiempo para nada. Desde luego que siempre hay excusas, no falta argumento, pero el caso es que nunca tienen tiempo.

Mi amigo Juan era uno de esos, parecía trompo chillador. Un día un sacerdote amigo de él, lo invitó a que asistiera a una platicas que se llevarían a cabo dos días a la semana de las 19 a las 20 horas, aceptó en primera instancia, pero finalmente no asistió ¡porque no tuvo tiempo!

Finalmente, a insistencia de su esposa, la acompañó a la iglesia y se hincó a rezar. ¡Ah! pero no por mucho tiempo, tenía muchas cosas que hacer. Expresó: -- “esto no es para mi, no puedo perder el tiempo, me tengo que apurar, pues hay muchas cosas que terminar”; y mientras decía una oración apurada, salió corriendo diciendo: -- “mi alma puede estar tranquila pues el último domingo fui a misa”.

Durante el día no tuvo tiempo de decir una palabra de alegría, no tuvo tiempo de hablar de Cristo con un amigo, por temor a que se riera de él.

Demasiadas cosas que hacer, esa era su expresión constante: “no tengo tiempo… No tengo tiempo. No tengo tiempo para formarme, no tengo tiempo para darme a los demás, y sin darme cuenta se me acabó el tiempo”.

Pero a Juan, que no tenía tiempo para nada, ni para comer, lo invadió una anemia perniciosa que acabó por llevárselo a la tumba. Y, ni modo, para morir si tuvo tiempo. Llegó ante el Señor, quien estaba de pie y en su mano tenía un libro, el Libro de la Vida… Miró a Juan con un dejo de tristeza y le dijo: “No puedo encontrar tu nombre, alguna vez lo iba a anotar, pero nunca tuve tiempo”.

martes, 18 de marzo de 2008

TU VALES MUCHO

Por: Antero Duks


En una mañana soleada, en los albores de la primavera, bajo la sombra de un frondoso árbol en el jardín de la “Casa de Día de los Abuelos de Ciudad Ixtepec, Oax., dos compañeros y amigos, Enrique y Adolfo, platicaban plácida y amablemente.

Sorteaban el siempre controvertido tema de los valores humanos, Enrique le dijo a Adolfo:

-- “Tú, aunque no lo has sabido valorar, vales mucho.

Adolfo, un tanto sorprendido por tal aseveración, le contestó:

-- “¿Qué yo valgo mucho?, vamos, agradezco tu opinión pero yo no tengo nada ¿qué puedo valer?

-- “Hombre de poca fe, alabo tu humildad, pero de que vales, vales, lo que pasa es que no te has sabido valorar”. Mira, me voy a permitir valorarte”

Para empezar, ¿No crees que sería bueno hacer un inventario de los bienes que has recibido para así vivir con mayor alegría y optimismo?

Ø ¿Por qué llorar mientras voy andando, si otros ríen y no tienen pies?

Ø ¿Por qué vivir pensando en el 10 % de las cosas que nos hacen sufrir, y no recordar el 90 % de las cosas que nos sucede bien?

Ø En tu cuerpo hay 800 mil millones de células trabajando continuamente y obrando todas en tu favor y en perfecta armonía.

Ø En tu cerebro tienes 13 mil millones de neuronas trabajando tan sabiamente a tu favor, que si las quisieras reemplazar por la máquina computadora más perfecta del mundo, esa máquina electrónica ocuparía el sitio de un edificio de setenta pisos de alto.

Ø Tienes un corazón que es una maravilla de la naturaleza. Bombea hora tras hora, 36 millones de latidos al año, año tras año, despierto o dormido, impulsando la sangre a través de 100 mil kilómetros de venas y arterias, que llevan... Más de 2 millones de litros de sangre al año.

Ø Tus pulmones son los mejores filtros del mundo. A través de 600 millones de alvéolos purifican el aire que reciben y libran a tu cuerpo de desperdicios dañinos.

Ø En tus ojos, Dios ha depositado 100 millones de receptores que te permiten gozar de la magia de los colores, de la luz, de la simpatía de las personas y de la majestad de la naturaleza.

Ø Eres una persona humana, y el ser humano es el único animal que puede hablar, para calmar al airado, animar al abatido, estimular al cobarde y decir... Te amo.

Ø En tus oídos hay 24 mil millones de filamentos que vibran con el viento, con el reír de los niños, con la suave música de las orquestas, con el trepidar de las aguas espumantes y al escuchar las palabras amables de las personas que estimas.

Ø Te puedes mover, no eres un árbol amarrado a una pequeña porción de tierra. Puedes pasear, correr, bailar y hacer deporte. Para ello tienes 500 músculos, 200 huesos y 7.000 nervios, sincronizados para obedecerte y llevarte a donde quieras.

Ø Tu sangre es un formidable tesoro. Son apenas 4 litros pero allí hay 22 millones de células sanguíneas, y en cada célula hay muchas moléculas y en cada molécula hay un átomo que oscila más de 10 millones de veces por segundo.

Ø Cada día mueren 2 millones de tus células y son reemplazadas por 2 millones más, en una resurrección que ha continuado desde el día que naciste.

Ø En tu cerebro hay 4 millones de estructuras sensibles al dolor, 500 mil detectores táctiles, y 200 mil detectores de temperatura...

... Ahora pregúntate:

¿Crees que no vale la pena tu VIDA?

Lo triste es que dedicamos mucho tiempo pensando en lo que nos hace falta y casi nunca nos detenemos a recordar y agradecer lo muchísimo bueno que poseemos.

No solo con respecto a tu cuerpo, aplícalo también a los dones que posees, la familia que te ha tocado, las amistades de las cuales eres dichoso en poseer, las comodidades que disfrutas y hasta las oportunidades que se te han presentado. ¡No veas solo lo que te hace falta, agradece lo que ya tienes!

Has cuentas de tus bienes, y de tus alegrías también. No pierdas tiempo haciendo cuentas de tus males.

Colecciona pensamientos alegres y optimistas, y no se te olvide alejar de tu mente esos cuervos asquerosos llamados “pensamientos pesimistas” y “recuerdos tristes”.

¿Y sabes por qué?...

¡¡¡ Porque vales M U C H Í S I M O!!!

¡MUCHÍSIMO! ¡MUCHÍSIMO! ¡MUCHÍSIMO!
No te canses de repetirlo.



Sucedió frente a un semáforo

Por: Enrique Galván-Duque Tamborrel


Recuerdo que era un lunes de verano, radicaba a la sazón en la conflictiva Ciudad de México, desde muy temprano se dejaba sentir el fuerte calor propio de la calida estación. Aquel día me desperté con mucha flojera y renegando. Con trabajo pude deshacerme de la sabana que me cubría, me dirigí al baño arrastrando los pies y el alma. , mientras maldecía el tener que levantarme de la cama sin poder quedarme en ella todo el día. Desayuné con los ojos tan cerrados como mi mente. Tal pereza me dominaba, tanto que por no meter el pan en el tostador preferí comerlo frío y beber la leche directamente de la botella. ¿Por qué tener que trabajar? ¡Esa era una verdadera maldición!

Me conduje a mi oficina en mi automóvil, que tenía asientos de piel y calefacción, observando en el trayecto el pavimento humedecido por la lluvia y seguí maldiciendo el tener que ir a trabajar.

El semáforo marcó el alto y, de pronto, como un rayo, se colocó frente a todos los automóviles algo que parecía un bulto. Por curiosidad abrí más mis ojos somnolientos y pude descubrir que lo que parecía un bulto, era el cuerpo de un joven montado en un pequeño carrito de madera.
Aquel hombre no tenía piernas y le faltaba un brazo, sin embargo con su mano izquierda lograba conducir el pequeño vehículo y manejar con maestría un conjunto de pelotas con las que hacía malabares. Las ventanillas de los autos se abrían para dar una moneda al malabarista que llevaba un pequeño letrero sobre el pecho. Cuando se acercó a mi auto pude leerlo: “Gracias por ayudarme a mi hermano paralítico”. Con su mano izquierda señaló hacia la banqueta y ahí pude ver a su hermano, sentado en una silla de ruedas colocadas frente a un atril que sostenía un lienzo; con su boca movía magistralmente un pincel que daba forma a un hermoso paisaje. El malabarista, mientras recibía mi ayuda, vio el asombro en mi cara y me dijo:-- “¡Verdad que mi hermano es un artista!, por eso escribió esa frase que está sobre el respaldo de su silla”.
Entonces leí dicha frase, que decía: “Gracias Señor por los dones que nos das, contigo no nos falta nada”.

Recibí un fuerte impacto en mi interior mientras el hombre bulto se retiraba y el semáforo apagaba la luz roja para encender la verde.

Mi semáforo interior cambió desde aquel día. Nunca más se volvió a esconder la señal de alto, que me paralizaba por la pereza. Siempre he tratado de mantener la luz verde y realizar mis trabajos y actividades sin detenerme.

Aquel día descubrí que ante los jóvenes yo era un paralítico.

NAVIDAD

Por: Querien Vangal

Siendo Dios Omnipotente, fuerte, Majestad...se hace bebé, débil, necesitado, pobre, indefenso, digno de compasión, con ojos para llorar y reír, con manos para trabajar, con cuerpo para sufrir, con corazón para compadecerse de nosotros, los hombres. ¿No es esto locura? Si locura es exceso de algo, desconcierto, el salirse uno de sus casillas...aquí en Belén Dios salió de sus casillas divinas para tropezarse con la choza, pobre y necesitada, del hombre.

Locura precisamente porque cuando el mundo estaba en grave descomposición, en grave crisis moral (libertinaje), en grave degeneración, en un auténtico colapso espiritual (basta leer el inicio de la carta a los romanos para darnos cuenta de cómo estaba el mundo antes de que Cristo viniese por vez primera), es en ese momento cuando aparece en nuestra pobre historia humana el sol naciente que venía a enterrar ese ocaso ya descompuesto y en putrefacción. Y no sólo crisis moral, sino también social (ociosidad: en las mañanas se dedicaban a recibir visitas, a hablar de todo y de nada), gimnasia, sauna o baño y una comida de lujo); crisis económica (auténtica bancarrota, debido al placer y al lujo).

Locura también porque viniendo como Médico divino a sanar a un gran enfermo, la Humanidad...este enfermo no le abre las puertas, no le acepta en su mesón, no quiere saber nada de El, y prefiere que el cáncer que le carcome por dentro siga galopando hasta matarle el alma.
Locura porque viniendo el Mesías por tanto tiempo esperado, nadie le reconoce, pues se presentó en ropa de pordiosero.

Locura porque siendo Rey, viene en plan de mendigo, pidiendo un trozo de tierra para nacer, un latido de mujer, unos brazos que le sostengan, unos labios que le besen...y nace en un pesebre, una posada indigna para un Dios, pero al parecer más digna que el corazón de los hombres.
Locura porque siendo Pastor amoroso, encuentra que sus ovejas no sólo están dispersas, sino que siguen la voz de otros pastores que son ladrones y salteadores que les han manchado y robado el alma, pero que les han prometido paraísos de muerte.

Locura porque viniendo como Luz verdadera, los hombres prefirieron las tinieblas para seguir haciendo sus perversas obras.

Locura porque viniendo como Manjar y alimento, los hombres disfrutaron de los alimentos corruptibles que les dejaban más hastiados.

Locura porque precisamente cuando el hombre vivía en su más atroz egoísmo, personificado en el tirano Herodes y en los ingratos posaderos de Jerusalén y en la inconsciencia de casi todos los humanos...Dios viene a darnos su corazón, pedazo tras pedazo. Pedazo en Belén; el primer latido del Hijo de Dios. Pedazos en Nazaret. Pedazos en la vida pública. Y el último latido en el Calvario.
El único motivo que movió a Dios a hacerse hombre fue el amor. No, no pudo ser el pecado, porque de una causa tan horrible (el pecado) no podía brotar un efecto tan extraordinario y generoso (la Encarnación del Hijo de Dios). La causa fue el amor; y la ocasión para que Dios manifestara una vez más ese amor que le desbordaba su corazón fue el pecado de los hombres. Quiso, por puro amor, sin estar obligado a nada, salir a la reconquista del hombre, pues El había venido a llamar a los pecadores.

Y ese amor de Cristo en la Encarnación y durante toda su vida fue:

1. Incomparable y único porque nos ama con todo su corazón. No ama como hacemos los mortales, "a ratos". Incomparable, porque nada hay que se pueda comparar con este misterio: un Dios que se hace pequeño. Único, porque como Dios nadie puede amarnos nunca.

2. Amor sanante porque viene a cubrir nuestras miserias, a condescender con nuestras fragilidades, a perdonar nuestros más hondos pecados. A pesar de que había una distancia infinita entre Dios y el hombre, entre el ser y la nada, entre la santidad y el pecado...sin embargo, para el amor no hay distancias ni obstáculos invencibles. Tanto se abajó el Hijo de Dios al hacerse hombre que san Pablo no vacila en llamar a este misterio no sólo destrucción sino auténtico aniquilamiento: "exinanivit, formam servi accipiens": tomando la forma de siervo.

3. Amor elevante porque no sólo limpia, sino que diviniza; no sólo perdona, sino que da la fuerza para auparnos a besar a Dios, a abrazarle, a acunarle. Sabemos por la sana filosofía que el amor cuando nace tiende irresistiblemente hacia la unión espiritual con el amado; y ese amor, cuando se consuma no es otra cosa que esa misma unión. Ahora bien, como el hombre no podía elevarse por sí mismo hacia Dios y abrazarle, entonces tuvo que ser el mismo Dios quien se agachó a nosotros, como contaba el filósofo chino. Pero al agacharse, Dios no perdió nada ("Siendo El de condición divina...", Fp 2,6).

Navidad: desbordamiento del amor de Dios al hombre. Locura del amor de Dios. Si queremos que haya Navidad en nuestro corazón no tenemos otra cosa que hacer que abrir el corazón y aceptar esa invasión del amor de Dios. Ojalá que también nuestro amor a El y a nuestros hermanos tenga algo de locura, porque nos damos sin medida, sin tasa, sin regateos, sin tacañerías.

Pidamos la locura del amor. Tenemos que incendiar este mundo y hacer de él un inmenso manicomio espiritual donde sólo tengan visado los apasionados y locos por Cristo y por el Reino.

jueves, 13 de marzo de 2008

El futuro de las ideas socialcristianas en democracia en un mundo plural

Por: Querien Vangal


En un México que se transforma vertiginosamente con una democracia naciente y en un proceso de transición, el papel de los políticos con un compromiso serio frente al bien común es relevante. En esta reflexión, Carlos Abascal, ex Secretario de Gobernación, un político de convicciones, comparte su visión de la política en un mundo plural.

La pregunta es clara; tiene una respuesta teórica sencilla, aunque la puesta en práctica es desafiante; ¿cómo defender y promover las ideas socialcristianas en un mundo caracterizado por la pluralidad y la diversidad de opiniones, posturas, convicciones y confesiones religiosas?

Procuraré dar una respuesta a la pregunta desde una perspectiva práctica. Llevo varias décadas en la lucha cívico-política y cada nueva experiencia complementa mi respuesta pues sigo aprendiendo.

En ningún caso podemos plantear el tema como algo teórico o que solo pertenece al mundo de las ideas. Coincido con el gran filósofo Chesterton: “todo buen pensamiento que no se convierte en palabras es un mal pensamiento, y toda buena palabra que no se vuelve acción es una mala palabra

Parafraseando a Chesterton: Todo buen pensamiento que no se convierte en palabras es un pensamiento imperfecto y toda buena palabra que no se vuelve acción es una palabra estéril. No pretendo desarrollar grandes teorías filosóficas busco ser más testigo que otra cosa -hay otros que lo harán mejor que yo-. Quiero destacar algunos puntos emanados del magisterio social de la Iglesia Católica, a la cual me honro en pertenecer, y de ciertos pensadores humanistas que han marcado mi actuación como político.

Quiero comenzar subrayando que los fieles laicos tenemos la obligación de participar en política. Así nos lo recuerda Su Santidad Juan Pablo II en la exhortación apostólica Post-sinodal Christifideles Laici. Ahí nos dice que: “nuevas situaciones, tanto eclesiales como sociales, económicas, políticas y culturales, reclaman hoy, con fuerza muy particular, la acción de los fieles laicos. Si el no comprometerse ha sido siempre algo inaceptable, el tiempo presente lo hace aún más culpable. A nadie le es lícito permanecer ocioso (1)

A nadie le es lícito permanecer ocioso. ¡Que fuerza tiene esta frase! A través de ella el Santo Padre nos hace ver que como fieles laicos no podemos mantenernos en nuestra casa, que estamos llamados a ser obreros en su viña, que no debemos incurrir en uno de los pecados más graves para un cristiano: el de omisión.

Asimismo el Compendio de Doctrina Social de la Iglesia afirma que “la participación en la vida comunitaria no es solamente una de las mayores aspiraciones del ciudadano, llamado a ejercitar libre y responsablemente el propio papel cívico con y para los demás, sino también uno de los pilares de todos los ordenamientos democráticos, además de una de las mejores garantías de permanencia de la democracia”.

Frente a nosotros tenemos un mundo que dista mucho de ser homogéneo o uniforme. Se nos presenta una sociedad expectante, necesitada tanto de soluciones a sus problemas más sentidos como de una guía espiritual. Conviene advertir, entonces, que las comunidades que integran nuestras sociedades no pueden entenderse ya sólo como un gran todo social. Por el contrario, nos desarrollamos en un mundo que es diverso, en el que impera la pluralidad. Así, el diálogo emerge ya no solamente como un deber ético, sino como una verdadera necesidad para poder llegar a certezas comunes con quienes no comparten nuestra forma de pensar.

Los católicos hoy vivimos, actuamos y nos desarrollamos en el contexto de las sociedades plurales. A esa pluralidad debemos verla simplemente como el signo de nuestros tiempos en una era en la que el ser humano es incapaz de procesar todos los estímulos que recibe a través de los medios masivos electrónicos, el Internet, el cine, la mercadotecnia. La pluralidad de nuestros tiempos se parece más a la ausencia de ideas propias o a la aceptación irreflexiva de propuestas carentes de valor antropológico. Y justamente, buena parte de nuestra contribución a la sociedad moderna, consiste en llevar el mensaje del humanismo trascendente en medio de esta realidad. Ese es un esfuerzo que en no pocas ocasiones ha sido encabezado por políticos cristianos. Me viene a la cabeza el ejemplo de Konrad Adenauer, de Robert Schuman o de Alcides De Gasperi, quienes levantaron una nueva institucionalidad en Europa y tendieron puentes de acuerdo entre sociedades agraviadas y enfrentadas por conflictos muchas veces ancestrales.

El diálogo ha sido, el factor por excelencia que ha permitido a las nuevas democracias consolidarse como sociedades más humanas.


LA MODERNIDAD, SU CRISIS Y LA REACCIÓN POSMODERNA

La época que nos ha tocado vivir está marcada por la crisis de la modernidad. Este término, “modernidad”, agrupa diversas corrientes de pensamiento, producto de la Ilustración, cuya esencia es la concepción del hombre y de la sociedad como liberadas de toda referencia a una realidad trascendente. Esta cosmovisión inmanentista y secularista tiene una confianza casi absoluta en que el conocimiento racional y científico le garantizará a la humanidad un proceso creciente de bienestar material y de progreso. La ética se convierte en algo totalmente subjetivo, pluralista, que ha superado los prejuicios religiosos, y la política emerge como algo absolutamente secularizado, que habrá de llevar a los pueblos a un desarrollo lineal.

Pero esa modernidad, en la que están inspiradas diversas ideologías como el liberalismo o el marxismo, y que sirvió de faro tanto a izquierdas como a derechas, hoy está en crisis. Sus teorías, sus principios y sus valores entraron en cuestionamiento desde la realidad social misma. Además de que no cumplió con la promesa de una sociedad libre del flagelo de la pobreza y la inequidad, y gobernada por la luz de la razón, la modernidad, paradójicamente, no resolvió los ideales de libertad, igualdad y fraternidad que planteaba desde sus versiones de la izquierda y la derecha.

La experiencia histórica nos demostró, no sin dramatismo y muerte, que hasta los medios mas racionales pueden estar al servicio de los fines más irracionales, y así vimos pasar frente a nosotros guerras fratricidas, armas de destrucción masiva, depredación del medio ambiente o corrupción criminal. Los avances tecnológicos, producto del desarrollo de la ciencia, no siempre se tradujeron en herramientas a favor del hombre, sino que en no pocas ocasiones se revirtieron en su contra y se convirtieron en sus peores enemigos.

Frente a esta modernidad declinante y en crisis surge la etapa posdemocrática que muchos llaman “posmoderna”. Ésta no cuestiona las premisas de la modernidad pero critica su proyecto, al que acusa de no haber logrado la emancipación humana. El pensamiento postdemocráctico, posmoderno, sin proponer realmente una agenda de cambio, postula una ruptura con el orden disciplinario y convencional de la modernidad, desconfiando de sistemas y de absolutos. Los individuos ya sólo quieren vivir el presente, y el futuro, sobre todo el colectivo, pierde importancia. Los estados toman decisiones que destruyen la premisa democrática fundamental: la igualdad esencial de todos los hombres expresada en los derechos universales del hombre, por ejemplo, mediante el aborto. Las democracias más “avanzadas” suponen que pueden imponer la democracia a todos los pueblos; la libertad que es como la sangre que circula por el organismo democrático se ha tornado libertinaje; la pretensión de dominio de los estados democráticos más fuertes, pasa por encima de cualquier principio democrático para alcanzar su propósito. La participación ciudadana, pilar de la democracia, va siendo relegada en aras del interés económico de las grandes corporaciones y del poder creciente de los medios masivos de comunicación.

Es la época del desencanto, de la negación de la política, de la desilusión por el porvenir. El desvanecimiento de las ideas conduce a un secularismo crudo, desnudo, y a una ética acérrimamente individualista y hedonista, donde lo que se pretende es maximizar el placer y la utilidad. Se renuncia a los ideales. Es el tiempo del relativismo, del culto al cuerpo, del consumismo, del desarraigo. Algunos autores, como Lipovetsky, incluso la han considerado como la era del vacío, como el imperio de lo efímero (2)

Se exalta la pluralidad ética como valor absoluto y, en no pocas ocasiones, se exige como requisito para poder convivir en ella la renuncia a los principios propios, los cuales son considerados como fuente potencial de conflictos o intolerancias.

Hoy, nos dice Rodrigo Guerra, los políticos han ingresado en la moderación y hasta en el escepticismo respecto del valor de los contenidos ideológicos, y han girado hacia la búsqueda de la pragmatización de las propuestas de acción política, generando un debilitamiento de las aspiraciones democráticas de la sociedad y una anomia ideológica acompañada por un pragmatismo utilitarista (3)


EL PAPEL DE LOS CATÓLICOS Y EL FUTURO DE LAS IDEAS SOCIALCRISTIANAS

Ante esta situación, no debe extrañarnos que el cristiano, sobre todo aquél que ha decidido participar en la vida pública, experimente un sentimiento de gran perplejidad, cuando no de franca vacilación. Surgen inevitablemente las preguntas: ¿qué debe hacer el cristiano que actúa en política? ¿Cuál es el futuro de las ideas humanistas de inspiración cristiana en un mundo fragmentado, escéptico, confuso?

En México durante décadas estaba prácticamente prohibido asumirse como católico en la vida pública. Los católicos, siendo una gran mayoría, estábamos casi condenados a la clandestinidad. Desde la segunda mitad del Siglo XIX, se impuso un laicismo fanático, intolerante, que reducía los valores cristianos únicamente a la esfera de lo privado, y a veces ni siquiera ahí se les permitía desarrollarse con libertad, produciendo una verdadera esquizofrenia social.

Pasó entonces lo imaginable: los católicos, como bien señaló alguna vez Carlos Castillo Peraza, sucumbimos al complejo de pieles rojas: en la reservación nos poníamos las plumas y los mocasines e invocábamos al Gran Espíritu, pero después derrotados por la modernidad liberal, nos disfrazábamos de blancos para vivir tranquilos, sin temor a la burla y al adjetivo.

Esto hizo que surgieran dos posiciones. Primero, la del católico acomodaticio que, acomplejado e incapaz de dar respuesta a la modernidad ilustrada, optó por disolverse en ella, reduciendo su identidad a la vida privada y anónima, estableciendo una separación radical entre su fe y sus valores y las instituciones públicas. Frente a este cristianismo anónimo se levantó la postura integrista, igualmente ineficaz, que decidió vivir en el gueto, atrincherada, olvidada de un mundo del cual no se sentía parte y que lo podía contaminar.

Así pues, se cometieron dos excesos, la disolución del catolicismo en la cultura moderna, hedonista, materialista y pragmática, y el congelamiento inmovilista del cristiano frente al mundo moderno.
Pero pareciera que éste no fue un fenómeno exclusivo de mi país. Los católicos, como lo señaló José Luís Aranguren, oscilamos del rechazo total de la cultura moderna, a su aceptación total indiscriminada y a la consecuente marginación de nuestra historia y de nuestros valores. Esto como producto, en buena medida, de las presiones de cierta intelectualidad laicista que ha pretendido imponer la idea de que la fe está completamente separada del mundo y que no tiene nada que ver con la historia. No es exagerado afirmar que el significado de las palabras de Jesús en el Evangelio, “dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”, ha sido tergiversado y manipulado por unos y otros para expulsar a Cristo de la historia.

¿Cómo actuar, entonces, en un mundo que como ya se mencionó, presenta retos inéditos y especialmente complejos para quienes aceptan ser luz del mundo y sal de la tierra en la vida pública? Nuestro reto es hacer lo que nos toca hacer, sin miedo, sin desmayo.


DESAFÍOS PARA EL CRISTIANO

Por otra parte, es necesario reconocer que la pluralidad y la necesidad del diálogo traen consigo varios desafíos para los cristianos. El principal de ellos es aceptar a la otra persona, ver en ella a Cristo mismo, considerarlo como nuestro prójimo, respetar su dignidad. Más que tolerancia, el cristiano debe tener solidaridad. Más aún, a la luz del mandamiento del amor, el cristiano debe promover el amor en la vida pública, en especial en la política.

Pero no debe confundirse la necesidad de dialogar con el equívoco y relativista argumento de que todas las ideas son verdaderas o, peor aún, que ninguna de ellas lo es. Hay ideas verdaderas e ideas falsas; sin embargo todas las personas son verdaderamente personas. Las ideas se defienden, se argumentan, se difunden y se contrastan. A las personas se les respeta siempre. La pluralidad no puede significar nunca la renuncia a las propias convicciones. ¿O acaso puede generarse una vida democrática a partir del escepticismo, es decir, de la afirmación de que no es posible acceder a la verdad o de la negación de que la verdad existe? Desde luego que no. Cito nuevamente a Carlos Castillo Peraza: “si mi verdad y tu verdad son lo único; si no se afirma que existe la verdad, entonces lo verdadero va a ser decidido por el más fuerte y sobrevendrá la opresión”.

Y es que la democracia necesita de valores absolutos para existir. El relativismo intelectual o moral, manipulable además por las “mayorías”, es el fundamento de la postdemocracia que acabará siendo antidemocracia.

Sólo desde la identidad propia es posible dialogar con quienes no piensan como uno. Solo dejando atrás los complejos y teniendo seguridad en lo que se afirma, es como uno puede ser válido interlocutor con la contraparte. La política requiere superar el escepticismo pragmático y responder a las preguntas que están en boca de los ciudadanos.

En la encíclica Sollicitudo Rei Sociallis, Juan Pablo II nos dice que el católico debe luchar porque su propia visión pueda ser considerada tan valiosa como cualquier otra en la edificación de las estructuras políticas, en la formulación de las decisiones de las que depende el desarrollo y, en consecuencia, la paz. Dicho de otro modo: al mismo tiempo que debe actuar en el seno de una sociedad plural, debe rechazar esa supuesta “modernidad” que identifica lo público con lo estatal y que atribuye de manera única al Estado la fundación axiológica y jurídica de la convivencia humana, generando así un laicismo intolerante e irrespetuoso con la verdadera libertad religiosa.

Y esas decisiones pendientes en las que tenemos el deber de influir, implican asumir el reto de poner a la persona humana en el centro del desarrollo:
1.- La defensa de la sacralidad de la vida humana.
2.- La promoción de la familia, comunidad estable de amor entre una mujer y un hombre.
3.- La eliminación de la miseria y la reducción de la pobreza.
4.- El respeto a los Derechos Humanos: Niñas, niños, mujeres, migrantes.
5.- La consolidación de la paz: contra la violencia y el terrorismo.
6.- La lucha contra causas de mayor mortalidad infantil y materna VIH-SIDA.
7.- El acceso de todos a salud básica y medicinas.
8.- La conservación y protección del entorno.
9.- La aplicación de la Ley y de los tratados con pleno respeto al orden natural.10.- La matriculación universal en educación básica y la elevación de la calidad contenidos y la formación en valores morales.
11.- La eliminación de cualquier forma de discriminación.
12.- Alianzas globales para la competitividad compartida y tecnología compartidas.13.- El fortalecimiento y, en su caso, la recuperación del sentido social de medios masivos.14.- El fortalecimiento de la identidad cultural de todos los pueblos.

No podemos, desde la perspectiva de la fe, dejarnos asfixiar por la estridencia de las diversas voces de la sociedad contemporánea, so pena de quedarnos inmóviles, en medio de los escollos, los peligros y los límites que la situación nos muestra. Los católicos que actuamos en política debemos participar, plenamente, con identidad propia, del universo de las decisiones políticas, sin nostalgias de confesionalismo estatal y sin los complejos de quien se siente fuera del mundo y fuera de época. ¿Cómo podríamos los cristianos estar fuera de época y del mundo si el Maestro es quien ilumina todos los tiempos, pues Él es el único camino, verdad y vida?

Lo que está en juego es el bien común. Para avanzar en su edificación, debemos postular el primado de la política como ciencia, arte y virtud, que mediante el diálogo, construye las condiciones adecuadas para propiciar la plena realización temporal de las personas y para propiciar también la expansión del espíritu en un marco del pleno respeto y promoción de los derechos humanos.

Sin embargo, hay que enfatizar que si la política parte de una concepción mutilada del ser humano, acabará por ser su adversaria y opresora. Como afirma la Doctrina Social de la Iglesia “una auténtica democracia es posible solamente en un Estado de derecho y sobre la base de una recta concepción de la persona humana”.

El humanismo cristiano, filosofía y revelación, afirma que la persona humana, espíritu encarnado o cuerpo espiritualizado, está dotada de inteligencia para conocer la verdad, y de voluntad para adherirse a ella y hacerla su bien; posee conciencia para discernir el bien y el mal; es individuo desde su concepción, hasta su muerte natural, único e irrepetible y, al mismo tiempo, de naturaleza social; es libre con responsabilidad; está dotada de la capacidad de amar; está ordenada hacia su bien por medio de principios morales escritos en su corazón; está protegida por derechos humanos anteriores y superiores al Estado; está llamada a la felicidad temporal y eterna; está revestida de una dignidad infinita por haber sido creada a imagen y semejanza de Dios.

El humanismo cristiano, afirma que la persona es principio y fin inmediato de la familia y del Estado. Esta aportación constituye un patrimonio ético que va más allá de las fronteras de la Iglesia Católica y ofrece un terreno común de convivencia a quienes no comparten la fe. Supone considerar a la persona como poseedora de una dignidad y de un valor absoluto incuestionables en todas las etapas de su vida, desde el momento mismo de su concepción. De esta visión se derivan obligaciones prácticas específicas, como el diseño de políticas públicas que respeten y promuevan esta noción de persona en y desde la familia, a partir de los principios básicos de la convivencia humana: la solidaridad, la subsidiariedad, la participación, la justicia, el bien común.

La Doctrina Social de la Iglesia ante los retos del Tercer Milenio, nos enseña que los laicos en democracia y en política, deben recurrir a los siguientes criterios fundamentales: “la distinción y a la vez la conexión entre el orden legal y el orden moral; la fidelidad a la propia identidad y, al mismo tiempo, la disponibilidad al diálogo con todos; la necesidad de que el juicio y el compromiso social del cristiano hagan referencia a la triple e inseparable fidelidad a los valores naturales, respetando la legítima autonomía de las realidades temporales, a los valores morales, promoviendo la conciencia de la intrínseca dimensión ética de los problemas sociales y políticos, y a los valores sobrenaturales, realizando su misión con el espíritu del Evangelio de Jesucristo”.

Así, las ideas socialcristianas fundadas en la filosofía, la sociología, la historia y las ciencias en general, deben ser una fuente de vida, en un mundo no pocas veces dominado por la cultura de la muerte; de ellas debe brotar esperanza, ilusión y pasión por un mundo mejor. Necesitamos formar una juventud llena de ideales y de esperanza, a partir de un realismo sereno. Una juventud sin ideales de amor, justicia y orden es una juventud decadente, valga la contradicción. Y es que los ideales son la adrenalina del espíritu. Son estas ideas, sostenidas y vividas por los laicos comprometidos, precisamente desde su laicidad, las que deben contribuir a la humanización de este mundo convulso, de realidades descarnadas, de necesidades sociales cuyo alivio no admite dilación. Llevando el pensamiento socialcristiano al diálogo con otros actores sociales y políticos y, al mismo tiempo, proyectándolo en la forma de nuevas iniciativas de leyes y de políticas públicas de nuestro tiempo, lograremos una verdadera humanización de la sociedad en dos niveles necesarios: el nivel de la conciencia que necesita esperanza en el futuro y el nivel de las condiciones sociales que tanto pueden y deben mejorar la situación material y espiritual de todas las personas, en particular la de los más pobres, la de los más débiles, quienes les fueron especialmente encomendados al hombre.


QUIERO COMPROMETERME CON UN CONCEPTO DE LÍDER

LIDER es quien inspira y guía a un grupo humano para conjugar de forma solidaria y subsidiaria el ejercicio de la libertad de los seguidores (voluntades y talentos) con la capacidad de concebir y transmitir un ideal realizable para que el grupo humano alcance (eficacia) su bien común armónico con el de la sociedad en el Estado mediante su capacidad (la del LIDER) de amar, saber y servir.

Este tipo de liderazgo hará especialmente amable nuestra propuesta humanista trascendente.

Ese es el esfuerzo que estamos haciendo en México a través del Partido Acción Nacional y en el continente a través de la Organización Demócrata Cristiana de América. Ambas instituciones se asumen como instrumentos para servir desde una dimensión ética a la humanidad, en orden al bien común desde el centro político humanista. Asumimos como una nueva tarea la consolidación de una democracia justa y eficaz a partir de la generación de una cultura de pensamiento socialcristiano, desde gobiernos humanistas y de comunidades dispuestas a ampliar con libertad sus convergencias, reiterando nuestro reconocimiento a la pluralidad social y aceptando el compromiso de ser vínculo incluyente para la diversidad cultural de nuestros pueblos.

Juan Pablo II nos recordó, enfáticamente, el ¡no tengáis miedo! Hoy más que nunca es esta la actitud con la que debemos enfrentar los retos. Quiero recordar también un pensamiento contenido en la encíclica Sollicitudo Rei Sociallis, de este Papa tan extraordinario que marcó mi generación y que inspiró la vocación política de muchos, desde luego la mía:

“No se justifican ni la desesperación, ni el pesimismo, ni la pasividad. Aunque con tristeza, conviene decir, que así como se puede pecar por egoísmo, por afán de ganancia exagerada y de poder, se puede faltar también-ante las urgentes necesidades de unas muchedumbres hundidas en el subdesarrollo- por temor, indecisión y, en el fondo, por cobardía. Lo que está en juego es la dignidad de la persona humana, cuya defensa y promoción nos han sido confiadas por el Creador, y de las que son rigurosa y responsablemente deudores los hombres y las mujeres en cada coyuntura de la historia. Cada uno está llamado a ocupar su propio lugar".

La crisis de la posdemocracia es, a mi juicio, evidente; pero es también evidente un renacimiento del humanismo cristiano con el que cada vez más personas, cristianos y personas de buena voluntad, se comprometen.

No quiero concluir sin hacer una última reflexión. El cristiano suele incurrir en una pasividad inadmisible, o por la ley del menor esfuerzo, o por un providencialismo inaceptable.

El reto del cristiano consiste en hacer todo, con alegría, como si todo dependiera de él, y en confiar en Dios todo, con abandono, porque todo depende de El.

Esta actitud compromete al cristiano para trabajar primero que nada en su propia y constante transformación. El cambio del mundo comienza por el cambio del propio corazón.

El cristiano cuenta con la gracia, que sobreabunda por los canales del Amor, para salir fortalecido al mundo para cumplir con su misión de ser sal de la tierra y luz del mundo.


Una triste historia

Por: Enrique Galván-Duque Tamborrel

«La prudencia es hija de la racionalidad.
La imprudencia huele a animalidad....»


Stephen Groce siempre trató de vivir al máximo con sus dos hijos y su esposa para que cuando él muriera su familia tuviera suficientes recuerdos de él. Hoy no sabe qué hacer, pues nunca pensó que él sería quien tendría que buscar recuerdos de su familia para poder seguir adelante.

Con el rostro impasible, ya sin lágrimas, pero con una profunda tristeza en la mirada, Groce le dio ayer el último adiós a su familia.

Se despidió primero de Dora, su esposa, con quien había contraído matrimonio a las siete semanas de haberla conocido y con quien estuvo casado nueve años. Recordó que el pasado 1 de agosto, fecha de su aniversario, decidieron celebrar en un restaurante de Montebello. Fue la última reunión familiar.

Habló después de Robert, de 8 años, su hijo a quien ayudaba a hacer las tareas y quien siempre le decía que quería ser luchador. Y por último, de su hija Catherine, de 4 años, la más pequeña y a quien tampoco podrá ver como veterinaria. "Ella adoraba a los animales", dijo el padre.

La esposa y los dos hijos de Groce fueron embestidos por dos vehículos el lunes pasado cuando se dirigían al doctor porque Catherine había tenido fiebre un día antes. Al llegar a la esquina de Elliott y Parkview, a una calle de donde vivían, dos carros impactaron su auto y éste ardió en llamas. Toda la familia pereció calcinada.

"No sé cómo he podido mantenerme estos días, pero trataré de vivir un día a la vez", expresó Groce.

El ahora viudo agregó que todavía no revela las fotos del último campamento que hizo con toda la familia al norte de California. "Fue nuestro último viaje juntos, la pasamos como nunca. Los niños en la playa y todos contentos. Eso es lo que se queda conmigo para el resto de mi vida".

El accidente conmocionó a toda la comunidad de El Monte, donde vivía la familia. Cerca de 150 personas, casi todas latinas, llegaron a la funeraria el día de ayer a ofrecer sus condolencias y su apoyo al esposo y padre de las víctimas.

Entre los asistentes se encontraban maestros, compañeros de escuela de los hijos, familiares, amigos y desconocidos, personal de la policía de El Monte y hasta el alcalde.

El apoyo de la comunidad fue tal que Andy Gorman, mejor amigo de Groce por 40 años y originario de Oregon, expresó que anteriormente tenía sus reservas con la comunidad latina con la que nunca había convivido, pero después de ver el gran apoyo ofrecido a su amigo, dijo haber cambiado de opinión.

"No sé qué decir con tanto apoyo de la comunidad, la verdad me sorprende. Nunca esperé algo así", expresó Gorman.

Ernest Gutiérrez, alcalde de la ciudad, indicó que hará todo lo que esté en su poder para hacer los cambios necesarios para que una tragedia así no vuelva a suceder.

Mientras tanto, en la esquina donde ocurrió el accidente, las personas no dejaban de visitar el altar colocado en honor a la familia. "Desde temprano hasta las 10 ó 11 de la noche, la gente no deja de llegar", expresó la dueña de la casa situada en ese lugar.

En la escuela preparatoria Mountain View, a unas calles del accidente, otro grupo de vecinos lavaba autos para ayudar económicamente a Groce y reunía firmas para exigir la instauración de topes y más presencia policiaca.

"Mucha gente, aunque no lava su auto, está haciendo donaciones para ayudar al padre con la tragedia", expresó Aracely Pérez, madre de cinco hijos y vecina preocupada por las constantes carreras de autos en la calle Parkview.

"Es muy triste que una tragedia de esta magnitud tenga que pasar para que la comunidad se una", expresó Pérez. "Pero es necesario hacer algo. Si esta tragedia no cambia las cosas, todos seguiremos siendo afectados porque las carreras en las calles seguirán".

Algunos vecinos del área indicaron que prácticamente a diario tienen problemas con las altas velocidades de los autos en la avenida Parkview, donde ocurrió el accidente.

Subrayaron que es una avenida donde el límite de velocidad es de 15 a 25 millas por hora por la escuela, pero los autos alcanzan hasta 60 y muchos de ellos no respetan las señales de tránsito. ¿Y la policía? Siempre llega cuando ya todo pasó, indicaron.

Desde el día en que la familia Groce pereció, en punto de las 7 de la noche, cerca de 50 personas se reúnen para rezar; además, ya se organizó una marcha que se efectuó el martes 16 de octubre, a las 5 p.m., que partirá de la esquina Parkview y Elliott al Ayuntamiento para exigir topes en las calles. La policía de El Monte se reunió el 23 de octubre en la esquina del accidente, a las 6 p.m., para ver cómo pueden trabajar con la comunidad

«Si cometemos imprudencias es porque no nos sabemos manejar. El hombre que es incapaz de ejercer control sobre sí mismo, está en inminente peligro de caer en o provocar una desgracia. Las cárceles están llenas de hombres que no supieron controlarse».

Una feliz Navidad

Fuente: Catholic.net
Autor: José Carrillo, E. C.

Aún recuerdo aquella víspera de Navidad de 1987. Hasta ese día yo asociaba las fiestas decembrinas con los regalos, las comilonas, las visitas de familiares que no siempre se llevaban bien y, claro, las borracheras. Mi idea de Adviento estaba íntimamente ligada con las vacaciones escolares y el trabajo “de esclavo” de limpiar la casa hasta que brillara como espejo, por aquello de las visitas. No se puede decir que la Navidad me llenara de júbilo precisamente. ¿El nacimiento del Salvador? Ah, sí, eso decían en la misa de gallo. Sólo que yo no iba.

Aquel año fue diferente. Acababa de incorporarme al grupo coral de mi parroquia (por conocer muchachas, claro está) y el apostolado social de ese año sería visitar la leprosería de Zoquiapan, en las afueras de la Ciudad de México. Escuchar la palabra lepra me causaba un escalofrío de repulsión y miedo. Afortunadamente aún no cumplía la edad mínima necesaria para poder ir, y por ese motivo no tuve que preocuparme de cómo decir que no. Pero mi Señor tenía otros planes.

Por razones que desconozco, el día que se hizo la lista de los que visitarían la leprosería, el director del grupo me preguntó si yo deseaba ir. Mi razón dijo no, pero de mis labios brotó un inexplicable sí. Lo que es peor, cuando me preguntaron mi edad mentí como un contrabandista para que me incluyeran en el grupo. Todavía hoy, cuando recuerdo ese episodio, sonrío con nostalgia y confío en que Dios haya visto con indulgencia ese pecado.

No recuerdo la hora de partida, pero sí recuerdo que el regreso estaba programado para las 13 horas. Por demoras absurdas (acabamos arrestados en una delegación) a esa hora apenas estábamos poniéndonos en camino. Hoy, cuando recuerdo lo que viví entonces, comprendo que en todo aquello estaba la mano de Dios.

Por fin llegamos. Hospital Pedro López. Cierro los ojos y aún veo las caras pálidas, los ojos espantados de mis compañeros de viaje. Yo mismo me sentía enfermo tan sólo por haber cruzado el portón de la leprosería. ¿Cómo sería ver de frente a un enfermo de lepra? Los antiguos mexica (el poderoso pueblo que habitó el Valle de México antes de la conquista) ya conocían esta enfermedad y le llamaban “ser comido por los dioses”. Cuando el director de la comunidad hospitalaria nos llevó a conocer las instalaciones y nos presentó a los primeros enfermos, comprendí que mis antepasados habían sido exactos en su descripción.

Los primeros leprosos que conocí ya no tenían dedos y a uno le faltaba la nariz. Y fue ahí, en esos rostros estragados por la enfermedad, en esas manos truncadas que permanecían a los costados, donde vi por primera vez en mi vida la grandeza de mi Señor. Porque esos enfermos me sonreían, felices de verme sano. “Gracias a Dios que los trajo con bien” dijo el más enfermo de todos, haciendo una pequeña reverencia a modo de saludo. En mi corazón sentí la voz de Jesús que me decía: “Estrecha mi mano lacerada”. Cuando lo hice el hielo se rompió y los visitantes empezamos a sentirnos como en casa.

Por lo avanzado de la tarde se hacía necesario abreviar la visita, de modo que fuimos por las cajas de despensa que habíamos reunido para los enfermos. También sacamos nuestros instrumentos y les cantamos la ronda en el atrio de su capilla. Fue cuando uno de ellos nos invitó a la Celebración Eucarística. La noche se nos venía encima y sin embargo no quisimos irnos sin escuchar misa. Yo sabía que en casa me aguardaba el castigo por llegar tarde, pero ya no me importó.

Fue una sorpresa saber que los enfermos tenían su coro, y cantaban bastante bien. El órgano lo tocaba uno de los doctores, pues eran pocos los leprosos que aún tenían dedos. Pero si uno cerraba los ojos bien podría estar escuchando el Coro de la Catedral de México. El sufrimiento, la pena, el egoísmo, la desesperanza, no tenían cabida en esa pequeña capilla cuando Jesús se hacía presente en el pan y el vino. Al darnos la paz todos los enfermos se abrazaron entre ellos y uno, llevado por el impulso, me abrazó fugazmente. Al darse cuenta de lo que había hecho, trató de apartarse pero yo lo estreché con mis brazos y apoyé mi cabeza en su hombro. No quería que se separara de mí.

Durante la comunión todos los asistentes (excepto nosotros los fuereños) entonaron magistralmente el Ave María de Schubert. Mientras escuchaba arrobado, una anciana en silla de ruedas y sin rastro de lepra, se acercó y me tomó la mano. Me acuclillé a su lado y ella posó su mano sobre mi cabeza y me agradeció el gesto que había tenido con su hijo, el enfermo al que había abrazado; luego me bendijo con ternura. Acabando la misa me explicó que ella no estaba enferma, pero que toda su familia la había abandonado al enterarse de la enfermedad de su vástago. Desde entonces ellos vivían juntos en ese oasis de paz y esperanza que era la leprosería.
Ese día aprendí que la cruz es como un hospital de leprosos. La imagen que tenemos de ella es aterradora, nos infunde miedo y repulsión. Es necesario conocerla, explorarla, abrazarla con fuerza, a fin de entender y sentir el amor que fluye en su interior.

No he vuelto a pasar una víspera de Navidad más feliz. Con el pasar de los años abandoné la casa paterna y en mis viajes misioneros más de una vez he pasado la Noche Buena en algún caserío apartado, sin amigos, con sólo tortillas y chiles para mitigar el hambre. Sin embargo, sentado a la mesa como invitado de honor, siempre ha estado mi Señor. Le hacemos presente con nuestras oraciones, nuestros cantos, nuestras risas, nuestro amor. Es entonces cuando comprendo a qué se refería Jesús cuando una vez señaló a los desconocidos que le rodeaban y dijo: “Esa es mi madre y ellos mis hermanos”.

En un mundo que ha olvidado el amor de Dios, en donde el aborto y la eutanasia se ven cada vez más como un derecho, donde el hermano mata al hermano, donde el hombre pega a su esposa, donde la juventud se pierde en una vorágine de alcohol y drogas, donde la Navidad subsiste sobre todo por los intereses económicos que mueve, es difícil sentirse alegre por esta fecha tan especial. Sin embargo mi fe y mi esperanza prevalecen, porque siendo un hombre injusto, ególatra, acomodaticio, casi ateo, una Noche Buena mi Señor me estrechó en Sus brazos y Su madre me bendijo. Claro, en la persona de dos desamparados. Pero como le manifestó Dios a San Pablo: “Te basta Mi gracia; Mi fortaleza se manifiesta en tu debilidad”.

Hoy, a casi 20 años de mi primer encuentro con Cristo, cada vez que escucho el Ave María de Schubert no puedo evitar que el corazón me salte de júbilo y los ojos se me llenen de lágrimas.

HABLANDO DE AMIGOS

Por: Antero Duks

UN DÍA ALGUIEN ESCRIBIÓ:

> SI TUVIERA UN MILLÓN DE AMIGOS Y LE PIDIERA A CADA UNO UNA MONEDA, PODRÍA SER MILLONARIO.

> SI TUVIERA 500 MIL AMIGOS, LES PEDIRÍA TOMARNOS DE LAS MANOS PARA UNIR AL PAIS.

> SI TUVIERA 200 MIL AMIGOS, FUNDARÍA UNA CIUDAD DONDE TODO EL MUNDO SE SALUDARÍA CON UNA SONRISA.

> SI TUVIERA 25 MIL AMIGOS, LA EMPRESA DE TELÉFONO ME CORTARÍA LA LÍNEA CADA VEZ QUE CUMPLIERA AÑOS.


> SI TUVIERA 6 MIL AMIGOS, ME GUSTARÍA SER PADRINO DE 6 MIL NIÑOS.

> SI TUVIERA MIL AMIGOS, TENDRIA DOS MIL MANOS PARA MÍ SÓLO.


> SI TUVIERA 365 AMIGOS, PASARÍA CADA DÍA DEL AÑO CON UNO DE ELLOS.

> SI TUVIERA 100 AMIGOS, TENDRÍA 100 CONSEJOS.

> SI TUVIERA 4 AMIGOS, TENDRIA ASEGURADOS LAS 4 MANOS QUE CARGARÍAN MI ATAÚD.

> SI TUVIERA 2 AMIGOS, SERÍA 2 VECES MÁS FELIZ.

PERO SI TUVIERA UN SÓLO AMIGO (Y LO TENGO) NO NECESITARÍA TENER MÁS.

HAY QUIENES QUIEREN TENER UN MILLON DE AMIGOS, CUANDO TÚ SÓLO VALES MILLONES.

POR ESO TE QUIERO Y TE CUIDO.

"AMIGOS SON LOS QUE EN LAS BUENAS ACUDEN SI SON LLAMADOS Y EN LAS MALAS... VIENEN SOLITOS”.

Soy viejo

Por: Querien Vangal

Cuando este viejo ya no sea el mismo,
tenme paciencia y comprende;
recuerda que como te ves me vi
y como me ves te veras.

Cuando derrame comida sobre mi camisa y olvide amarrarme los zapatos, recuerda las horas que pasé enseñándote a hacer las mismas cosas. Si cuando converses conmigo repito una y otra vez las mismas palabras, que sabes de sobra como terminan, no me interrumpas y escúchame. Cuando eras pequeño, para que te durmieras, tuve que contarte miles de veces el mismo cuento, hasta que cerrabas los ojos.

Cuando estemos reunidos y sin querer haga mis necesidades, no te avergüences y comprende que no tengo culpa de ello, pues ya no puedo controlarlas. Piensa cuantas veces, cuando eras niño, te ayudé, y estuve a tu lado, pacientemente esperando que terminaras lo que estabas haciendo. No me reproches porque no quiera bañarme, no me regaños por ello, recuerda las veces que te perseguí y los miles de pretextos que inventaba para hacerte más agradable el aseo. Acéptame y perdón ame, ya que yo soy tu niño ahora.

Cuando me veas inútil e ignorante frente a todas las cosas tecnológicas que ya no podré entender, te suplico que me des todo el tiempo que sea necesario para tratar de entenderlas. Por favor, no me lastimes con tu sonrisa burlona. Acuérdate que yo fui quien te enseñó muchas cosas que entonces te asombraban.

Recuerda que el comer, vestirte y tu educación para enfrentar la vida tan bien como lo haces, es producto de mi esfuerzo, amor y perseverancia por ti.

En las ocasiones en que, al conversar, me llegue a olvidar de que estamos hablando, dame todo el tiempo que sea necesario hasta que yo recuerde, y si no puedo hacerla, no te burles de mi; tal vez no era importante lo que hablaba y me conforme con lo que escuchaste en ese momento. Si alguna vez ya no quiero comer, no insistas, yo sé cuando puedo y cuando no. También comprende que con el tiempo ya no tengo buenos dientes para morder, ni gusto para sentir. Cuando me fallen las piernas por estar cansadas de andar, dame tu mano tierna para apoyarme, como lo hice yo contigo cuando comenzabas a caminar con tus aún débiles piernitas.

Por último, cuando alguna vez me oigas decir que ya no quiero vivir y sólo quiero morir, no te enfades, algún día entenderás que esto no tiene que ver con mi cariño hacia ti, trata de entender que ya no vivo, sino sobrevivo, yeso muchas veces no es vivir.

Siempre quise lo mejor para ti y he preparado los caminos que has sabido recorrer. Piensa entonces que, con el paso que adelanto a dar, estaré construyendo para ti otra ruta en otro tiempo, pero siempre contigo. No te sientas triste o impotente por verme como me verás, dame tu corazón, compréndeme y apóyame como lo hice cuando empezaste a vivir; de la misma manera como te he acompañado en tu sendero, te ruego me acompañes a terminar el mío. Dame tu amor y paciencia, que te devolveré gratitud y sonrisas con el inmenso amor que tengo por ti.


Reflexión

En este mensaje hay dos visiones: la del padre hacia el hijo y la del hijo hacia el padre. Por un lado, la del padre que cuidó, protegió y educó a su hijo mientras no se podía valer por sí mismo y, sobre todo, le mostró continuamente su cariño, su apoyo ;; su generosidad a lo largo de la vida. Ese es un excelente camino para pasar de un padre, "mi querido padre", a un viejo, "mi querido viejo". Efectivamente, lo que siembra se cosecha. Así el hijo le tendrá cariño, paciencia, comprensión, admiración y apoyo, y, sin duda, acompañará a su padre en tránsito de esta vida hacia la otra. Papás jóvenes y jóvenes que van a ser papás algún día, lo que se siembra se cosecha. Estamos en el momento correcto para sembrar en nuestros hijos cariño, apoyo y generosidad. Por favor, hagámoslo así para cosechara tiempo su cariño, su paciencia, su comprensión, admiración y apoyo; recordemos que el vivir no sólo implica triunfar, sino también enriquecer nuestras vidas con el trabajo honesto, generoso y con cariño y respeto hacia los demás, en especial hacia nuestros padres y nuestros hijos.








No es fácil ser padre

Por: Querien Vangal


Sabes hijo?, no es fácil ser padre, antes de que tú llegaras al mundo, yo creía que ser padre era traer al mundo un hijo, como lo hace cualquier semental, ¡pero qué equivocado estaba!. Cuando tu madre te concibió, mi mundo cambió completamente, sentí un regocijo aquí dentro de mi ¿alma y luego empecé a imaginar tantas cosas. Primero, resolver la pregunta de tu madre, cuando me dijo: ¿qué prefieres, que sea hombre o mujer?, sin titubear le respondí, por ese gran amor que le tengo a tu madre y por respeto al Creador: ¡Un hijo es un hijo!, no importa el sexo, lo que importa es que venga bien y tú salgas sana y salva de tu embarazo.

Un padre hace mil y un proyectos para un hijo, desde antes de nacer ve uno al hijo al profesionista, al sabio, al intelectual, al virtuoso, al hombre recto y honesto, al conductor de masas, al constructor de una nueva sociedad. Jamás desea uno que ese hijo que viene sea un vago, un delincuente, un don nadie o una prostituta o un vicioso y corrupto. Desde antes de nacer se empieza a crear un ambiente agradable dentro del hogar, para que cuando arribe el nuevo huésped encuentre calor humano, amor y buenas vibras para que se cuente que en esa casa es bien recibido. Al recién llegado, al igual que la madre, se le colme de bendiciones, ya que gracias a esa madre se ha creado un mundo nuevo para el padre.

Así, querido hijo, después de estar pendiente de tu crecimiento, cuidar todos tus detalles para que no te hiciera falta nada, enseñarte a sentar, disfrutar tus monerías, premiarte por tus gracias y corregirte tus faltas, puedo decirte que ser padre no es fácil, se requiere de una entrega absoluta, ser padre no es fácil, se requiere de una entrega absoluta, ser padre es compartir contigo el tiempo y el espacio, desde enseñarte a hablar, caminar, llevarte a la escuela, ayudarte para que aprendas las primeras letras, cuidar tu formación y en la noche pensar y soñar qué carrera escogerás para estudiar cuando seas grande. Ser padre es construir y derribar castillos todas las noches. Ser padre es estar es estar pendiente de tu salud, saber por qué ríes y por qué lloras. Ser padre es hacer de ti un hombre modelo. Ser padre es cuidar de tu adolescencia, ver con entusiasmo cuando te cambia la voz o cuando la hija ya empieza a arreglarse como mujer. Ser padre es apoyar tus decisiones en el estudio. Ser padre es admirar tu entrega a tus estudios y hacerte ver que sólo estudiando se puede aspirar a tener una vida mejor. Ser padre es quedar sorprendido cuando ya los hijos tienen novia o novio. Ser padre es reír de felicidad cuando el hijo se recibe como profesionista o se casa. En fin, ser padre es una gran responsabilidad muy difícil de cumplir. Pero de cierto te digo hijo mío, que estoy orgulloso de ser tu padre y espero que tu lo estés de tus hijos, cuida de ellos como yo lo hice contigo, trata de ser mejor padre y disculpa mis errores.