lunes, 9 de junio de 2008

Medios... incuestionables bienes públicos

Fuente: Yoinfluyo.com
Autora: Ma. Teresa Guevara de Urrutia

Los medios de comunicación juegan un incuestionable papel estratégico en el mundo de hoy; son nuestra primera fuente de información, son el canal mediante el cual conocemos las opciones políticas que conducirán nuestros países, y son quienes nos acercan mediante la publicidad, las principales innovaciones y opciones de compra.
En un país como México, la radio y la televisión además representan la principal fuente de diversión para un porcentaje alto de la población. Ambos son bienes públicos concesionados a personas que tienen una responsabilidad social frente a la ciudadanía.
En el marco de las últimas reformas de ley y del reciente Acuerdo de Calidad firmado en Los Pinos entre medios de comunicación, anunciantes y la sociedad organizada, con el gobierno como testigo, Yo Influyo entrevistó a la Dra. Ana Azurmendi, quien es Profesora de Derecho de la Información en la Universidad de Navarra, y Directora de la revista Comunicación y Sociedad.

YI: Basada en tu experiencia internacional, ¿cuáles son las herramientas jurídicas, institucionales o sociales que garantizan de manera más eficaz el equilibrio entre la libertad de expresión y la responsabilidad en la expresión de los medios de comunicación?
Ana: Si hubiera que hablar de los instrumentos existentes para garantizar un equilibrio entre libertad de expresión y responsabilidad en los medios de comunicación, comenzaría hablando de la cualificación profesional de los periodistas y de los editores-directores de revistas y programas de televisión. Pienso que es a través de sus decisiones sobre qué contenidos editarán y, posteriormente, transmitirán, donde la sociedad se juega, en primer lugar, si los derechos de la personalidad y de expresión se garantizarán o no. En segundo lugar, hablaría del reconocimiento constitucional de estos derechos, porque, junto con la tarea de los jueces –a veces ante conflictos extremos entre derechos–, la Constitución es una referencia sobre los principios que deben regir la convivencia social.
YI: ¿Cuáles son las consecuencias sociales de que los medios no tengan límites y, por tanto, no respeten los derechos de las personas, particularmente que no protejan a la infancia y a la juventud en la emisión de sus contenidos?
Ana: Habría que acudir a los estudios de carácter sociológico para hablar con propiedad de ese tipo de consecuencias, por lo tanto, hablaré de mi percepción como ciudadana y telespectadora. Pienso que se produce en el público un rebajamiento de la exigencia de calidad en la televisión, hasta el punto de que cuando se alcanza a ver un programa interesante, entretenido y cuidado, uno se sorprende como si fuera la excepción en la programación. Por otro lado, la proliferación de contenidos centrados en la vida privada de famosos o menos famosos, nos insensibiliza hacia la intimidad de esos personajes, y probablemente también hacia la vida privada como valor en sí mismo.

YI: ¿Consideras que los medios de comunicación tienen un papel educativo?
Ana: Creo que el papel de los medios de comunicación es el de informar y entretener. La influencia de los medios viene de ahí, pero a esa influencia no le llamaría educación. Pienso en televisiones como la BBC británica, con programas de calidad –debates, entrevistas, documentales de arte o de historia muy fáciles de seguir y con un contenido excelente–, y de nuevo lo esencial es que informan. Ni siquiera de esos programas de calidad diría que son educativos, o que su finalidad es educar.
YI: ¿Qué puede hacer el ciudadano, receptor de los medios, para que estos eleven la calidad de sus contenidos?
Ana: Actuar, decir lo que piensa, exigir lo que quiere de los medios, olvidarse de que es un ciudadano "sólo receptor de medios de comunicación", y verse como ciudadano activo.
YI: ¿Algún mensaje final que le quieras dar a la ciber audiencia de YI?
Ana: Agradezco mucho esta oportunidad de reflexionar sobre la responsabilidad de los profesionales de comunicación ante los ciudadanos, porque para mí, eso ha sido esta entrevista. ¡Y feliz 2008 para todos!



¡Nos gusta ser más interesantes... que la gente!

Fuente: Yoinfluyo.com
Autora: Norma Mendoza Alexandry


El tema de la juventud es poco tratado por los adultos; sin embargo, recuerdan con melancolía su propia juventud. La rama de la Pedagogía enfocada a la familia nos dice que la adolescencia es el “descubrimiento de la intimidad”. Es una etapa a la que se ha llegado después de haber experimentado un crecimiento biológico (cuerpo), psicológico (mente) y en relaciones con su entorno (padres, familia y sociedad).
Todos quienes forman parte de la sociedad organizada –familia, sociedad civil, escuela, Iglesia y Estado– trasmiten a las nuevas generaciones la cultura de la sociedad de la que forman parte. Son educadores en sentido amplio y participan de forma espontánea o sistematizada en la transmisión de los conocimientos, las experiencias, los valores y las virtudes o los vicios que se viven en cada tiempo y en cada lugar.
Pero lo más importante es que el padre y la madre son los primeros y más importantes educadores de sus hijos. Las relaciones entre los padres, su concepción de familia y del matrimonio, la aceptación de los hijos y el respeto que se vive entre los miembros del hogar, son factores determinantes para inculcar en los niños y adolescentes criterios relacionados con la dignidad de la persona, para intervenir en su formación intelectual y volitiva que los lleve a la formación de un carácter fuerte, esto es, que los lleva a ser buenos ciudadanos y personas adultas de recto criterio.
Los seres humanos aprendemos principalmente con el ejemplo. Para encarnar los valores, debemos percibirlos a diario, palparlos y hacerlos nuestros.
Hoy, en esta Ciudad nuestra se habla de un nuevo concepto: “tribus urbanas”. Esta expresión no necesariamente contiene un significado positivo, más bien su definición sería: movimientos sociales de rechazo. Dentro de éstas hay una larga lista de grupos de adolescentes (“emos”, “punks”, “darketos”…).
En una entrevista periodística reciente (1) se les inquirió sus razones o sin-razones de su actuar estrambótico, bi-sexual, de su ropa estrafalaria, de sus reuniones “cariñosas, emotivas, oscuras” (sic), y dieron una respuesta concordante a las fallas de los adultos: “…nos gusta ser más interesantes, que la gente nos mire, que sienta interés por saber quiénes somos o por qué hacemos esto…”. El fleco en la cara tiene un significado: “es la cortina que nos cubre de todas las injusticias y lo que está mal en el mundo…” (Sic).
Los adolescentes se han dado cuenta de las injusticias. Efectivamente, desde antes de nacer muchos son rechazados o fueron fruto de relaciones sexuales solamente y no fruto del amor de un padre y una madre conscientes de su procreación. Muchos han crecido “así nada más”, en guarderías a los que mejor les va, o fueron encargados con alguien que no se ocupó de ellos mientras la madre soltera o divorciada o los padres ausentes tenían que trabajar.
Al llegar a la adolescencia, el descubrimiento de sí mismo es un mundo nuevo por conocer en su propio descubrimiento, o en su búsqueda de la perfección. Pero como ésta no es posible, caen en un estado de frustración.
Los medios de comunicación en los que quizá crecieron, viendo muchas horas de televisión sin control alguno, los hicieron desear todo lo material: un buen coche, un celular, unos ‘nike’ de última moda, y se sienten presionados y frustrados ante cualquier carencia o imperfección que detecten, buscan inclusión grupal y, por ende, ser aceptados en su estilo propio.
Aún más, la rebeldía, manifestación típica de la adolescencia, es una protesta contra el orden establecido, contra el autoritarismo, contra la sociedad que los rechaza y no los toma en cuenta; necesitan urgentemente que sus puntos de vista sean escuchados.
Según famosos pedagogos, entre los 14 y los 17 años se presenta la fase de negativismo y las impertinencias, la cual propicia la rebeldía tanto en el ámbito familiar como en el escolar y social. Los adolescentes sienten inseguridad, abandono; de allí su unión en las “tribus” en las que la regla básica es “apoyarse y defenderse unos a otros” (sic).
En su búsqueda de identidad y el anhelo de una libertad acotada por ellos mismos, en su deseo de ser como los demás, dentro de su grupúsculo rechazan ser masificados y tratan de ser originales. De allí que se haya generado un mercado en tiendas de ropa que busca satisfacer sus gustos.
La libertad buscada se limita al hedonismo: “besarse, tocarse, sin compromisos, incluso entre extraños” (sic) y oír música sin bailar, fumando, tomando y explorando con qué identificarse. Oscilan entre la bi-sexualidad y la creación de un estilo propio dentro de la presión del grupo y la voluntad de los líderes.
¿En qué estamos fallando los padres, la escuela, la sociedad?
Si reflexionamos un poco, la paternidad (padre y madre) no termina en la procreación sino en la educación, y ésta debe prolongarse cuanto sea posible. La formación de la persona deriva de la forja de la inteligencia, la voluntad, y de la relación de éstas con los sentimientos.
“Las personas no actúan sino por medio de determinados instrumentos intrínsecos de acción que reciben el nombre de facultades o potencias” (2), por tanto, lo que debe hacerse para penetrar en el núcleo fundamental de la persona, es incidir en las potencias o facultades capaces de recibir los efectos o el influjo de las acciones del exterior y de las acciones propias.
Lo que se necesita es una decisiva intervención en la vida del hijo. Del modo de intervenir que se tenga depende el efecto positivo o negativo. Si se pretende imponer o interferir en la actividad del otro a modo de intrusión en la intimidad ajena, es lógico que produzca rechazo; pero si se ajusta a la libertad ajena siendo ésta responsable, la intervención puede ser muy positiva.
Aunado a esto, debe intervenir la acción educativa como relación de ayuda propia de los padres, educadores, actividad pastoral, asistencia social, que es el auxilio prestado por un ser humano a otro mediante un proceso que se propone hacerle capaz de desarrollarse como persona, enseñándole a tomar decisiones, a saber resolver los problemas con los que se encuentre en la vida, y a superar los momentos de crisis que a todos pueden afectarnos esencialmente en ciertas etapas del desarrollo vital.
Todo esto aunado a una autoridad (lat. auctoritas: hacer crecer) correctamente entendida en términos de cooperación, comprensión, relación de ayuda, y no en forma de autoritarismo, será el cauce correcto para una educación eficaz y formativa.
En el orden de los derechos humanos donde aún hay mucho que conquistar, se ha tomado conciencia de que todos los seres humanos son personas y, por tanto, poseen igual dignidad. Sin embargo, este hecho escrito con tanta fuerza en el espíritu de todos, es frecuentemente olvidado e incluso violado.
Socialmente hablando, las desigualdades extremas en el acceso a oportunidades socioeconómicas mantienen y agudizan dramas como la miseria en que viven algunas comunidades, la segregación de la mujer –sobre todo de la mujer pobre– en algunas áreas, la marginación de los discapacitados, la falta de oportunidades para la juventud…
Todo esto sucede en una sociedad con fuertes fracturas que generan exclusión, tensión y con frecuencia ideologías intolerantes racionalizadoras de las mismas. De allí que no sorprende la conformación de las llamadas “tribus urbanas”. Recordemos algo que no necesita explicación: los niños son el futuro de nuestro País y de nuestra sociedad, ¿qué estamos haciendo nosotros por ellos?
“El hombre moderno ha topado consigo mismo y vive obsesionado por alcanzar la comprensión, la expresión y la realización de sí mismo. Todavía estamos inmersos en el horizonte de lo antropológico, entre la admiración y el espanto que nos produce lo humano”. Lobato, A. (3)
Hay que decir con Heidegger, que nunca hemos sabido tanto sobre el hombre, y nunca como en este momento sabemos menos de él.
(1) REFORMA Staff. Irrumpen Adolescentes. Nacional pág. 7. 29 Marzo, 08.
(2) C. Llano. Formación de la Inteligencia, la Voluntad y el Carácter. Edit. Trillas, Pág. 5.
(3) Lobato, A. OP. El Ser Personal. Roma, Italia 1994, Univ. Sancti Thomas Aquinatis.