lunes, 21 de abril de 2008

¿Será que somos muchos?

Fuente: Yoinfluyo
Autor: Enrique Galván-Duque Tamborrel

En geopolítica, uno de los factores de dominio mundial es el control de lapoblación, dato que ha interesado siempre a los estadistas, fundamentalmente a los de este siglo que termina. ¿La razón? En poco menos de 70 años hemos vivido dos revoluciones demográficas de tal calibre, que las relaciones de poder entre los Estados pueden dar un giro imprevisto en cuestión de pocas generaciones.

Esto lo explica Gérard François Dumont, profesor de la Sorbona y presidente del Instituto Demográfico de París, la población mundial ha experimentado un avance fundamental durante este siglo: de 1.634 millones de personas contabilizadas en 1900, según los cálculos más fidedignos, habremos pasado a 6.127 en el año 2000.

Este gigantesco salto en la población (un 275%) es único de nuestro siglo, y es lo que ha permitido hablar de superpoblación, si los datos se toman en términos absolutos, y no relativos a los avances tecnológicos.

Pero, asevera el profesor Dumont, de manera simultánea, las últimas décadas del siglo XX están marcadas por un segundo fenómeno extraordinario, sin precedentes en la Historia: un descenso de la fecundidad a niveles inimaginables en el cuadrante más desarrollado del planeta. La causa, según el investigador, es un cambio en el comportamiento humano, que él ha bautizado como El mito de Cronos, y cuyas tesis expone en un ensayo homónimo, editado en España por Rialp, y que él mismo resume de esta forma:

El epicentro de la causalidad parece ser la pérdida del sentido de continuidad, el refugio permanente en el instante. Según la mitología griega, ésta era la actitud adoptada por Cronos, el cual, para que nunca pudiesen sucederle, se iba ofreciendo un festín en el que devoraba a sus propios hijos, convencido de que la ausencia de un sucesor convertiría su reinado en eterno y mantendría su poder intacto. En la actualidad, y a semejanza de Cronos, parece que las poblaciones de las sociedades más industrializadas no quieren dejar que los jóvenes ocupen su lugar. ¿Acaso piensan que, restringiendo la fecundidad, se podrán frenar los efectos del tiempo?

Gary S. Becker, Premio Nobel de Economía, afirma al respecto: La teoría maltusiana no se sostiene ante ninguna prueba; más bien, se han verificado circunstancias que demuestran lo contrario, o sea, que el crecimiento de la población ha sido fundamental para el crecimiento económico.

Los documentos finales emanados de las Conferencias de las Naciones Unidas en El Cairo y en Pekín desatan muchos temores sobre el crecimiento de la población, pero yo sostengo que estos temores son injustificados. No hay pruebas de que el crecimiento de la población haga declinar el crecimiento económico, al contrario, el crecimiento de la población es un factor importante del crecimiento económico.

Es necesario establecer un vínculo optimista y no pesimista sobre el crecimiento demográfico, dado que las teorías de Thomas Malthus han demostrado su inexactitud y su poca fiabilidad.

El hambre como excusa.- El Papa Juan Pablo II, en su discurso ante la FAO en 1996, precisaba también:
Sería ilusorio creer que una estabilización arbitraria de la población mundial, o incluso una disminución, podrían resolver directamente el problema del hambre.

Como han denunciado los expertos y la Santa Sede en más de una ocasión, el control de la población con la excusa de acabar con el hambre esconde una mentalidad imperialista que quiere controlar y aliviar la presión demográfica que los países pobres ejercen cada vez más fuertemente hacia un Occidente envejecido. Según Dumont, discípulo del famoso demógrafo francés Sauvy, el esquema de la extinción de las civilizaciones desaparecidas siempre ha sido el mismo: descenso de la natalidad, envejecimiento, declive y decadencia. La clarividencia nos obliga, pues, en primer lugar, a conocer los hechos, es decir, la realidad del invierno demográfico europeo.

La gran reforma municipalista

Fuente: Yoinfluyo.com
Autor: Enrique Galván-Duque Tamborrel


Acorde con la sempiterna política del PAN por el fortalecimiento y autonomía del Municipio, como lo indica la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, por iniciativa del citado partido la Comisión de Fortalecimiento del Federalismo de la Cámara de Diputados presentará ante el pleno legislativo, en octubre próximo, el dictamen sobre Reforma Municipalista en la que durante un año se ha trabajado de manera colegiada y plural.

La Reforma incluye cambios a diversos artículos de la Constitución, a leyes secundarias como la Ley de Salud, Ley de Educación, Ley de Coordinación Fiscal y otras. Una vez aprobada por el Congreso de l Unión, pasará a las legislaturas locales para que estas hagan los cambios a las leyes estatales y se decida la aplicación de muchos de los conceptos.

Algunos de los conceptos principales incluidos en la reforma son:

1.- Nueva reelección e integración de ayuntamientos.- La Comisión no establece en ningún artículo, ni siquiera en el 115 Constitucional cómo debe ser la reelección. No se pretende pasar de un modelo no rígido de no reelección, a otro rígido de reelección o duración de mandato en donde por tal o cual municipio decida la Cámara de Diputados y/o de Senadores Federales. Se pretende que dicha reforma no resulte superficial, ni un parche más al raquítico municipalismo mexicano, sino que sea un cambio de fondo que logre una nueva integración de alcaldes, síndicos y regidores; que estos no entren por planilla, sino que representen una zona geográfica, pero esto finalmente será decisión de la legislatura de cada entidad. Se trata simplemente de remover el impedimento para la reelección, --quizás señalando otras cosas--, para dejar que cada legislatura en cada estado decida qué tipo de reelección quiere, ya sea por uno o dos periodos e inclusive negarse a la reelección.

2.- Nueva distribución de responsabilidades públicas.- Se pretende que realmente la Federación descentralice funciones a los estados y estos a los municipios, y que estos, al tener mayor responsabilidad, atiendan las funciones que ellos crean que pueden atender ---como: el rubro educativo, la función de un ejercicio policial o ministerial, si quieren que las policías municipales tengan la función de investigación criminal--- que lo hagan También en el aspecto de salud o transporte público, etc., y aquello que no puedan hacer o no tengan la capacidad de hacerlo por su tamaño, infraestructura o equipo, que el Estado lo tome. Hay que resaltar que la intención es abrir el catálogo de funciones para que a los municipios, de acuerdo con el espíritu fundamental del PAN ---la subsidiariedad--- se les otorgue tanta fuerza posible como estos sean capaces de aceptar y utilizar benéficamente, y a los estados y a la federación solamente la necesaria.

3.- Nueva conformación de la hacienda municipal.- Que la Hacienda de la Federación les incremente a los municipios su porcentaje al que tienen derecho, establecido en el Fondo General de Participaciones que hoy es el 20% como mínimo. La intención es que este deberá incrementarse gradualmente y de forma directa, en una primera etapa de diez años en donde aumente 25%, y después un punto cada uno o dos años. Con esto se lograría incrementar significativamente el acceso a recursos públicos por parte de los municipios.

4.- Participación ciudadana.- Ya es hora, por necesario, de que en los municipios decidan los ciudadanos sobre algunos funcionarios públicos, así el jefe de policía, por ejemplo, sería electo por el voto directo. Otro ejemplo es le elaboración de planes de desarrollo a largo plazo, en donde los ciudadanos participen en la elaboración de los mismos y se vaya más allá del ejercicio público cotidiano de los gobiernos estatales; muchas veces estos se quedan en cosas como: tapar baches, recoger basura o limpiar los parques, siendo que muchos ayuntamientos en el país tienen la capacidad para tocar otros aspectos, de hecho lo están haciendo aun cuando la ley no lo contempla.

Un aspecto más que contempla la iniciativa es el impulso a la economía, es decir, planearla junto con otros temas como el de la educación y la salud, así como aspectos ecológicos ---abastecimiento de agua--- que a nivel regional tendrían un crecimiento paulatino a 20 0 30 años. Se pretende que los municipios eleven su mirada para verse en forma integral y no solamente a tres años, los planes de desarrollo a tres años no existen, el desarrollo de las comunidades se da en lapsos de 20, 30 y 50 años, pero lamentablemente tenemos una mentalidad electorera aún y la administración pública debe ser más que tomarse una foto o arreglar una avenida.

Se considera que con todos estos aspectos incluidos en la reforma habría mayores posibilidades de resolver ciertas necesidades, pero sería una utopía pensar que con estos cambios se van a resolver todos los problemas. Va a seguir habiendo conflictos, eso nunca se va a terminar, lo que se pretende es establecer instrumentos públicos locales que puedan atender prácticamente a todo tipo de conflictos, lo que actualmente no se da.

La reforma conlleva a reformar la Ley de Coordinación Fiscal en sus artículos 2º, 3º, 4º, 6º, 35º y 36º, con el fin de acelerar el flujo de recursos fiscales de la Federación hacia los estados y de estos a los municipios, para que no sufran retrasos en el pago de los recursos. En caso de que no se entreguen los recursos a tiempo ---los estados deberán entregar a los municipios las participaciones señaladas dentro de los cinco días siguientes a aquel en que los reciba de la Federación--- el gobierno responsable será obligado a pagar intereses moratorios, al nivel de gobierno afectado, a la tasa de recargos que establece el Congreso de la Unión para los casos de pago a plazos de contribuciones.

Como ya antes se asentó, no se pretende acabar con los problemas inherentes a los municipios, pues pensarlo así resultaría una verdadera utopía, pero si se da un paso de gigante para su mejor desenvolvimiento. Recordando lo que establece el Artículo 115 de nuestra Carta Magna, donde se ha fortalecido al Municipio Libre a través de reformas constitucionales que el mismo artículo ha experimentado a lo largo del tiempo, es menester también considerar que en cuanto a la descentralización de funciones y al verdadero crecimiento y reconocimiento que debe gozar el Municipio, como orden de gobierno, aún falta mucho por hacer.

Si bien es cierto que durante muchísimos años, cuando permaneció un solo partido hegemónico en el poder, los poderes locales se encontraban debilitados, también es cierto que con los cambios que ha realizado el actual gobierno, ahora se ha buscado fervientemente darle a cada orden de gobierno la responsabilidad que le corresponde, evitando la injerencia en la toma de decisiones y luchando a toda costa por la transparencia en la elección de los gobernantes que conducirán las acciones que beneficiarán de manera directa a la sociedad en su conjunto.

Así mismo, debemos considerar que el Nuevo Federalismo del cual se ha venido hablando de unos años a la fecha, no constituye el cambio total en nuestra forma de gobierno, sino simple y sencillamente en la búsqueda de la reorganización de la distribución del poder con el propósito de establecer relaciones de cooperación entre los mismos órganos de poder.

Finalmente, cabe hacer notar que la reforma en comento implica un reto muy importante para las comunidades que integran los municipios, pues solamente con su participación decidida y responsable se podrá lograr tener la capacidad necesaria para absorber y utilizar eficientemente el máximo poder a que tienen derecho por ley. Lamentablemente habrá municipios que, por su tamaño y escasez de recursos humanos, les será punto menos que imposible aceptar más de lo que actualmente tienen; pero si podrán, con la mística de alcanzar algo a lo que tienen derecho, mejorar substancialmente sus capacidades. En cambio, hay muchos municipios que, aun teniendo capacidad suficiente para afrontar una mayor responsabilidad, se han limitado ---ya sea por costumbre y/o apatía--- a aceptar mayores responsabilidades y se han limitado a seguir siendo buenos y serviles hijos de “papá gobernador”, con los resultados que ya se conocen.

Para bien de México es importante que se haga realidad el Municipio Libre, tema que demagógicamente se ha usado en el discurso político-electoral.




El futuro de las ideas socialcristianas en democracia en un mundo plural

Por: Querien Vangal


En un México que se transforma vertiginosamente con una democracia naciente y en un proceso de transición, el papel de los políticos con un compromiso serio frente al bien común es relevante. En esta reflexión, Carlos Abascal, ex Secretario de Gobernación, un político de convicciones, comparte su visión de la política en un mundo plural.

La pregunta es clara; tiene una respuesta teórica sencilla, aunque la puesta en práctica es desafiante; ¿cómo defender y promover las ideas socialcristianas en un mundo caracterizado por la pluralidad y la diversidad de opiniones, posturas, convicciones y confesiones religiosas?
Procuraré dar una respuesta a la pregunta desde una perspectiva práctica. Llevo varias décadas en la lucha cívico-política y cada nueva experiencia complementa mi respuesta pues sigo aprendiendo.
En ningún caso podemos plantear el tema como algo teórico o que solo pertenece al mundo de las ideas. Coincido con el gran filósofo Chesterton: “todo buen pensamiento que no se convierte en palabras es un mal pensamiento, y toda buena palabra que no se vuelve acción es una mala palabra"
Parafraseando a Chesterton: Todo buen pensamiento que no se convierte en palabras es un pensamiento imperfecto y toda buena palabra que no se vuelve acción es una palabra estéril. No pretendo desarrollar grandes teorías filosóficas busco ser más testigo que otra cosa -hay otros que lo harán mejor que yo-. Quiero destacar algunos puntos emanados del magisterio social de la Iglesia Católica, a la cual me honro en pertenecer, y de ciertos pensadores humanistas que han marcado mi actuación como político.
Quiero comenzar subrayando que los fieles laicos tenemos la obligación de participar en política. Así nos lo recuerda Su Santidad Juan Pablo II en la exhortación apostólica Post-sinodal Christifideles Laici. Ahí nos dice que: “nuevas situaciones, tanto eclesiales como sociales, económicas, políticas y culturales, reclaman hoy, con fuerza muy particular, la acción de los fieles laicos. Si el no comprometerse ha sido siempre algo inaceptable, el tiempo presente lo hace aún más culpable. A nadie le es lícito permanecer ocioso (1)
A nadie le es lícito permanecer ocioso. ¡Que fuerza tiene esta frase! A través de ella el Santo Padre nos hace ver que como fieles laicos no podemos mantenernos en nuestra casa, que estamos llamados a ser obreros en su viña, que no debemos incurrir en uno de los pecados más graves para un cristiano: el de omisión.
Asimismo el Compendio de Doctrina Social de la Iglesia afirma que “la participación en la vida comunitaria no es solamente una de las mayores aspiraciones del ciudadano, llamado a ejercitar libre y responsablemente el propio papel cívico con y para los demás, sino también uno de los pilares de todos los ordenamientos democráticos, además de una de las mejores garantías de permanencia de la democracia”.
Frente a nosotros tenemos un mundo que dista mucho de ser homogéneo o uniforme. Se nos presenta una sociedad expectante, necesitada tanto de soluciones a sus problemas más sentidos como de una guía espiritual. Conviene advertir, entonces, que las comunidades que integran nuestras sociedades no pueden entenderse ya sólo como un gran todo social. Por el contrario, nos desarrollamos en un mundo que es diverso, en el que impera la pluralidad. Así, el diálogo emerge ya no solamente como un deber ético, sino como una verdadera necesidad para poder llegar a certezas comunes con quienes no comparten nuestra forma de pensar.
Los católicos hoy vivimos, actuamos y nos desarrollamos en el contexto de las sociedades plurales. A esa pluralidad debemos verla simplemente como el signo de nuestros tiempos en una era en la que el ser humano es incapaz de procesar todos los estímulos que recibe a través de los medios masivos electrónicos, el Internet, el cine, la mercadotecnia. La pluralidad de nuestros tiempos se parece más a la ausencia de ideas propias o a la aceptación irreflexiva de propuestas carentes de valor antropológico. Y justamente, buena parte de nuestra contribución a la sociedad moderna, consiste en llevar el mensaje del humanismo trascendente en medio de esta realidad. Ese es un esfuerzo que en no pocas ocasiones ha sido encabezado por políticos cristianos. Me viene a la cabeza el ejemplo de Konrad Adenauer, de Robert Schuman o de Alcides De Gasperi, quienes levantaron una nueva institucionalidad en Europa y tendieron puentes de acuerdo entre sociedades agraviadas y enfrentadas por conflictos muchas veces ancestrales.
El diálogo ha sido, el factor por excelencia que ha permitido a las nuevas democracias consolidarse como sociedades más humanas.

LA MODERNIDAD, SU CRISIS Y LA REACCIÓN POSMODERNA
La época que nos ha tocado vivir está marcada por la crisis de la modernidad. Este término, “modernidad”, agrupa diversas corrientes de pensamiento, producto de la Ilustración, cuya esencia es la concepción del hombre y de la sociedad como liberadas de toda referencia a una realidad trascendente. Esta cosmovisión inmanentista y secularista tiene una confianza casi absoluta en que el conocimiento racional y científico le garantizará a la humanidad un proceso creciente de bienestar material y de progreso. La ética se convierte en algo totalmente subjetivo, pluralista, que ha superado los prejuicios religiosos, y la política emerge como algo absolutamente secularizado, que habrá de llevar a los pueblos a un desarrollo lineal.
Pero esa modernidad, en la que están inspiradas diversas ideologías como el liberalismo o el marxismo, y que sirvió de faro tanto a izquierdas como a derechas, hoy está en crisis. Sus teorías, sus principios y sus valores entraron en cuestionamiento desde la realidad social misma. Además de que no cumplió con la promesa de una sociedad libre del flagelo de la pobreza y la inequidad, y gobernada por la luz de la razón, la modernidad, paradójicamente, no resolvió los ideales de libertad, igualdad y fraternidad que planteaba desde sus versiones de la izquierda y la derecha.
La experiencia histórica nos demostró, no sin dramatismo y muerte, que hasta los medios mas racionales pueden estar al servicio de los fines más irracionales, y así vimos pasar frente a nosotros guerras fratricidas, armas de destrucción masiva, depredación del medio ambiente o corrupción criminal. Los avances tecnológicos, producto del desarrollo de la ciencia, no siempre se tradujeron en herramientas a favor del hombre, sino que en no pocas ocasiones se revirtieron en su contra y se convirtieron en sus peores enemigos.
Frente a esta modernidad declinante y en crisis surge la etapa posdemocrática que muchos llaman “posmoderna”. Ésta no cuestiona las premisas de la modernidad pero critica su proyecto, al que acusa de no haber logrado la emancipación humana. El pensamiento postdemocráctico, posmoderno, sin proponer realmente una agenda de cambio, postula una ruptura con el orden disciplinario y convencional de la modernidad, desconfiando de sistemas y de absolutos. Los individuos ya sólo quieren vivir el presente, y el futuro, sobre todo el colectivo, pierde importancia. Los estados toman decisiones que destruyen la premisa democrática fundamental: la igualdad esencial de todos los hombres expresada en los derechos universales del hombre, por ejemplo, mediante el aborto. Las democracias más “avanzadas” suponen que pueden imponer la democracia a todos los pueblos; la libertad que es como la sangre que circula por el organismo democrático se ha tornado libertinaje; la pretensión de dominio de los estados democráticos más fuertes, pasa por encima de cualquier principio democrático para alcanzar su propósito. La participación ciudadana, pilar de la democracia, va siendo relegada en aras del interés económico de las grandes corporaciones y del poder creciente de los medios masivos de comunicación.
Es la época del desencanto, de la negación de la política, de la desilusión por el porvenir. El desvanecimiento de las ideas conduce a un secularismo crudo, desnudo, y a una ética acérrimamente individualista y hedonista, donde lo que se pretende es maximizar el placer y la utilidad. Se renuncia a los ideales. Es el tiempo del relativismo, del culto al cuerpo, del consumismo, del desarraigo. Algunos autores, como Lipovetsky, incluso la han considerado como la era del vacío, como el imperio de lo efímero (2)
Se exalta la pluralidad ética como valor absoluto y, en no pocas ocasiones, se exige como requisito para poder convivir en ella la renuncia a los principios propios, los cuales son considerados como fuente potencial de conflictos o intolerancias.
Hoy, nos dice Rodrigo Guerra, los políticos han ingresado en la moderación y hasta en el escepticismo respecto del valor de los contenidos ideológicos, y han girado hacia la búsqueda de la pragmatización de las propuestas de acción política, generando un debilitamiento de las aspiraciones democráticas de la sociedad y una anomia ideológica acompañada por un pragmatismo utilitarista (3)

EL PAPEL DE LOS CATÓLICOS Y EL FUTURO DE LAS IDEAS SOCIALCRISTIANAS
Ante esta situación, no debe extrañarnos que el cristiano, sobre todo aquél que ha decidido participar en la vida pública, experimente un sentimiento de gran perplejidad, cuando no de franca vacilación. Surgen inevitablemente las preguntas: ¿qué debe hacer el cristiano que actúa en política? ¿Cuál es el futuro de las ideas humanistas de inspiración cristiana en un mundo fragmentado, escéptico, confuso?
En México durante décadas estaba prácticamente prohibido asumirse como católico en la vida pública. Los católicos, siendo una gran mayoría, estábamos casi condenados a la clandestinidad. Desde la segunda mitad del Siglo XIX, se impuso un laicismo fanático, intolerante, que reducía los valores cristianos únicamente a la esfera de lo privado, y a veces ni siquiera ahí se les permitía desarrollarse con libertad, produciendo una verdadera esquizofrenia social.
Pasó entonces lo imaginable: los católicos, como bien señaló alguna vez Carlos Castillo Peraza, sucumbimos al complejo de pieles rojas: en la reservación nos poníamos las plumas y los mocasines e invocábamos al Gran Espíritu, pero después derrotados por la modernidad liberal, nos disfrazábamos de blancos para vivir tranquilos, sin temor a la burla y al adjetivo.
Esto hizo que surgieran dos posiciones. Primero, la del católico acomodaticio que, acomplejado e incapaz de dar respuesta a la modernidad ilustrada, optó por disolverse en ella, reduciendo su identidad a la vida privada y anónima, estableciendo una separación radical entre su fe y sus valores y las instituciones públicas. Frente a este cristianismo anónimo se levantó la postura integrista, igualmente ineficaz, que decidió vivir en el gueto, atrincherada, olvidada de un mundo del cual no se sentía parte y que lo podía contaminar.
Así pues, se cometieron dos excesos, la disolución del catolicismo en la cultura moderna, hedonista, materialista y pragmática, y el congelamiento inmovilista del cristiano frente al mundo moderno.
Pero pareciera que éste no fue un fenómeno exclusivo de mi país. Los católicos, como lo señaló José Luís Aranguren, oscilamos del rechazo total de la cultura moderna, a su aceptación total indiscriminada y a la consecuente marginación de nuestra historia y de nuestros valores. Esto como producto, en buena medida, de las presiones de cierta intelectualidad laicista que ha pretendido imponer la idea de que la fe está completamente separada del mundo y que no tiene nada que ver con la historia. No es exagerado afirmar que el significado de las palabras de Jesús en el Evangelio, “dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”, ha sido tergiversado y manipulado por unos y otros para expulsar a Cristo de la historia.
¿Cómo actuar, entonces, en un mundo que como ya se mencionó, presenta retos inéditos y especialmente complejos para quienes aceptan ser luz del mundo y sal de la tierra en la vida pública? Nuestro reto es hacer lo que nos toca hacer, sin miedo, sin desmayo.

DESAFÍOS PARA EL CRISTIANO
Por otra parte, es necesario reconocer que la pluralidad y la necesidad del diálogo traen consigo varios desafíos para los cristianos. El principal de ellos es aceptar a la otra persona, ver en ella a Cristo mismo, considerarlo como nuestro prójimo, respetar su dignidad. Más que tolerancia, el cristiano debe tener solidaridad. Más aún, a la luz del mandamiento del amor, el cristiano debe promover el amor en la vida pública, en especial en la política.
Pero no debe confundirse la necesidad de dialogar con el equívoco y relativista argumento de que todas las ideas son verdaderas o, peor aún, que ninguna de ellas lo es. Hay ideas verdaderas e ideas falsas; sin embargo todas las personas son verdaderamente personas. Las ideas se defienden, se argumentan, se difunden y se contrastan. A las personas se les respeta siempre. La pluralidad no puede significar nunca la renuncia a las propias convicciones. ¿O acaso puede generarse una vida democrática a partir del escepticismo, es decir, de la afirmación de que no es posible acceder a la verdad o de la negación de que la verdad existe? Desde luego que no. Cito nuevamente a Carlos Castillo Peraza: “si mi verdad y tu verdad son lo único; si no se afirma que existe la verdad, entonces lo verdadero va a ser decidido por el más fuerte y sobrevendrá la opresión”.
Y es que la democracia necesita de valores absolutos para existir. El relativismo intelectual o moral, manipulable además por las “mayorías”, es el fundamento de la postdemocracia que acabará siendo antidemocracia.
Sólo desde la identidad propia es posible dialogar con quienes no piensan como uno. Solo dejando atrás los complejos y teniendo seguridad en lo que se afirma, es como uno puede ser válido interlocutor con la contraparte. La política requiere superar el escepticismo pragmático y responder a las preguntas que están en boca de los ciudadanos.
En la encíclica Sollicitudo Rei Sociallis, Juan Pablo II nos dice que el católico debe luchar porque su propia visión pueda ser considerada tan valiosa como cualquier otra en la edificación de las estructuras políticas, en la formulación de las decisiones de las que depende el desarrollo y, en consecuencia, la paz. Dicho de otro modo: al mismo tiempo que debe actuar en el seno de una sociedad plural, debe rechazar esa supuesta “modernidad” que identifica lo público con lo estatal y que atribuye de manera única al Estado la fundación axiológica y jurídica de la convivencia humana, generando así un laicismo intolerante e irrespetuoso con la verdadera libertad religiosa.
Y esas decisiones pendientes en las que tenemos el deber de influir, implican asumir el reto de poner a la persona humana en el centro del desarrollo:
1.- La defensa de la sacralidad de la vida humana.
2.- La promoción de la familia, comunidad estable de amor entre una mujer y un hombre.
3.- La eliminación de la miseria y la reducción de la pobreza.
4.- El respeto a los Derechos Humanos: Niñas, niños, mujeres, migrantes.
5.- La consolidación de la paz: contra la violencia y el terrorismo.
6.- La lucha contra causas de mayor mortalidad infantil y materna VIH-SIDA.
7.- El acceso de todos a salud básica y medicinas.
8.- La conservación y protección del entorno.
9.- La aplicación de la Ley y de los tratados con pleno respeto al orden natural.
10.- La matriculación universal en educación básica y la elevación de la calidad contenidos y la formación en valores morales.
11.- La eliminación de cualquier forma de discriminación.
12.- Alianzas globales para la competitividad compartida y tecnología compartidas.
13.- El fortalecimiento y, en su caso, la recuperación del sentido social de medios masivos.
14.- El fortalecimiento de la identidad cultural de todos los pueblos.

No podemos, desde la perspectiva de la fe, dejarnos asfixiar por la estridencia de las diversas voces de la sociedad contemporánea, so pena de quedarnos inmóviles, en medio de los escollos, los peligros y los límites que la situación nos muestra. Los católicos que actuamos en política debemos participar, plenamente, con identidad propia, del universo de las decisiones políticas, sin nostalgias de confesionalismo estatal y sin los complejos de quien se siente fuera del mundo y fuera de época. ¿Cómo podríamos los cristianos estar fuera de época y del mundo si el Maestro es quien ilumina todos los tiempos, pues Él es el único camino, verdad y vida?
Lo que está en juego es el bien común. Para avanzar en su edificación, debemos postular el primado de la política como ciencia, arte y virtud, que mediante el diálogo, construye las condiciones adecuadas para propiciar la plena realización temporal de las personas y para propiciar también la expansión del espíritu en un marco del pleno respeto y promoción de los derechos humanos.
Sin embargo, hay que enfatizar que si la política parte de una concepción mutilada del ser humano, acabará por ser su adversaria y opresora. Como afirma la Doctrina Social de la Iglesia “una auténtica democracia es posible solamente en un Estado de derecho y sobre la base de una recta concepción de la persona humana”.
El humanismo cristiano, filosofía y revelación, afirma que la persona humana, espíritu encarnado o cuerpo espiritualizado, está dotada de inteligencia para conocer la verdad, y de voluntad para adherirse a ella y hacerla su bien; posee conciencia para discernir el bien y el mal; es individuo desde su concepción, hasta su muerte natural, único e irrepetible y, al mismo tiempo, de naturaleza social; es libre con responsabilidad; está dotada de la capacidad de amar; está ordenada hacia su bien por medio de principios morales escritos en su corazón; está protegida por derechos humanos anteriores y superiores al Estado; está llamada a la felicidad temporal y eterna; está revestida de una dignidad infinita por haber sido creada a imagen y semejanza de Dios.
El humanismo cristiano, afirma que la persona es principio y fin inmediato de la familia y del Estado. Esta aportación constituye un patrimonio ético que va más allá de las fronteras de la Iglesia Católica y ofrece un terreno común de convivencia a quienes no comparten la fe. Supone considerar a la persona como poseedora de una dignidad y de un valor absoluto incuestionables en todas las etapas de su vida, desde el momento mismo de su concepción. De esta visión se derivan obligaciones prácticas específicas, como el diseño de políticas públicas que respeten y promuevan esta noción de persona en y desde la familia, a partir de los principios básicos de la convivencia humana: la solidaridad, la subsidiariedad, la participación, la justicia, el bien común.
La Doctrina Social de la Iglesia ante los retos del Tercer Milenio, nos enseña que los laicos en democracia y en política, deben recurrir a los siguientes criterios fundamentales: “la distinción y a la vez la conexión entre el orden legal y el orden moral; la fidelidad a la propia identidad y, al mismo tiempo, la disponibilidad al diálogo con todos; la necesidad de que el juicio y el compromiso social del cristiano hagan referencia a la triple e inseparable fidelidad a los valores naturales, respetando la legítima autonomía de las realidades temporales, a los valores morales, promoviendo la conciencia de la intrínseca dimensión ética de los problemas sociales y políticos, y a los valores sobrenaturales, realizando su misión con el espíritu del Evangelio de Jesucristo”.
Así, las ideas socialcristianas fundadas en la filosofía, la sociología, la historia y las ciencias en general, deben ser una fuente de vida, en un mundo no pocas veces dominado por la cultura de la muerte; de ellas debe brotar esperanza, ilusión y pasión por un mundo mejor. Necesitamos formar una juventud llena de ideales y de esperanza, a partir de un realismo sereno. Una juventud sin ideales de amor, justicia y orden es una juventud decadente, valga la contradicción. Y es que los ideales son la adrenalina del espíritu. Son estas ideas, sostenidas y vividas por los laicos comprometidos, precisamente desde su laicidad, las que deben contribuir a la humanización de este mundo convulso, de realidades descarnadas, de necesidades sociales cuyo alivio no admite dilación. Llevando el pensamiento socialcristiano al diálogo con otros actores sociales y políticos y, al mismo tiempo, proyectándolo en la forma de nuevas iniciativas de leyes y de políticas públicas de nuestro tiempo, lograremos una verdadera humanización de la sociedad en dos niveles necesarios: el nivel de la conciencia que necesita esperanza en el futuro y el nivel de las condiciones sociales que tanto pueden y deben mejorar la situación material y espiritual de todas las personas, en particular la de los más pobres, la de los más débiles, quienes les fueron especialmente encomendados al hombre.

QUIERO COMPROMETERME CON UN CONCEPTO DE LÍDER
LIDER es quien inspira y guía a un grupo humano para conjugar de forma solidaria y subsidiaria el ejercicio de la libertad de los seguidores (voluntades y talentos) con la capacidad de concebir y transmitir un ideal realizable para que el grupo humano alcance (eficacia) su bien común armónico con el de la sociedad en el Estado mediante su capacidad (la del LIDER) de amar, saber y servir.
Este tipo de liderazgo hará especialmente amable nuestra propuesta humanista trascendente.
Ese es el esfuerzo que estamos haciendo en México a través del Partido Acción Nacional y en el continente a través de la Organización Demócrata Cristiana de América. Ambas instituciones se asumen como instrumentos para servir desde una dimensión ética a la humanidad, en orden al bien común desde el centro político humanista. Asumimos como una nueva tarea la consolidación de una democracia justa y eficaz a partir de la generación de una cultura de pensamiento socialcristiano, desde gobiernos humanistas y de comunidades dispuestas a ampliar con libertad sus convergencias, reiterando nuestro reconocimiento a la pluralidad social y aceptando el compromiso de ser vínculo incluyente para la diversidad cultural de nuestros pueblos.
Juan Pablo II nos recordó, enfáticamente, el ¡no tengáis miedo! Hoy más que nunca es esta la actitud con la que debemos enfrentar los retos. Quiero recordar también un pensamiento contenido en la encíclica Sollicitudo Rei Sociallis, de este Papa tan extraordinario que marcó mi generación y que inspiró la vocación política de muchos, desde luego la mía:
“No se justifican ni la desesperación, ni el pesimismo, ni la pasividad. Aunque con tristeza, conviene decir, que así como se puede pecar por egoísmo, por afán de ganancia exagerada y de poder, se puede faltar también-ante las urgentes necesidades de unas muchedumbres hundidas en el subdesarrollo- por temor, indecisión y, en el fondo, por cobardía. Lo que está en juego es la dignidad de la persona humana, cuya defensa y promoción nos han sido confiadas por el Creador, y de las que son rigurosa y responsablemente deudores los hombres y las mujeres en cada coyuntura de la historia. Cada uno está llamado a ocupar su propio lugar".
La crisis de la posdemocracia es, a mi juicio, evidente; pero es también evidente un renacimiento del humanismo cristiano con el que cada vez más personas, cristianos y personas de buena voluntad, se comprometen.
No quiero concluir sin hacer una última reflexión. El cristiano suele incurrir en una pasividad inadmisible, o por la ley del menor esfuerzo, o por un providencialismo inaceptable.
El reto del cristiano consiste en hacer todo, con alegría, como si todo dependiera de él, y en confiar en Dios todo, con abandono, porque todo depende de El.
Esta actitud compromete al cristiano para trabajar primero que nada en su propia y constante transformación. El cambio del mundo comienza por el cambio del propio corazón.
El cristiano cuenta con la gracia, que sobreabunda por los canales del Amor, para salir fortalecido al mundo para cumplir con su misión de ser sal de la tierra y luz del mundo

Adolecentes, ¿Sexualmente subnormales?

Fuente: Yoinfluyo.com
Autor: Raúl Espinoza Aguilera


Todos hemos sido testigos, en los grandes centros comerciales, de cómo muchos niños van pidiendo a sus padres que les compren absolutamente todo lo que se ofrece a la venta y les apetece: un helado, un refresco, un juguete, una hamburguesa, el último “Play Station” o “Nintendo”, y un largo etcétera.
Lo que me llama la atención es que tanto ellos como sus padres son víctimas de la sociedad de consumo, porque en cuanto el papá o la mamá le dicen a su hijo, por ejemplo: “No te compraré el ‘Play Station’, punto”, en seguida viene el enojo, el llanto y el consabido pataleo del chico. El chantaje sentimental de esa pequeña tragicomedia dura pocos minutos y finalmente cede la madre y le dice: “Bueno, te lo voy a comprar, con tal de que te portes bien”. Y aparentemente hasta allí acaba el público incidente familiar.
Sin embargo, involuntariamente, los padres que ceden a los caprichos de los hijos con tal de agradarles siempre, no se percatan de que están afectando a su personalidad porque se convierten en unos niños egocéntricos, sin fuerza de voluntad para abstenerse de un antojo, sin capacidad para valorar lo que cuestan todas esas cosas que piden, no piensan jamás en ayudar a los demás, y donde todo gira en la órbita del “yo-yo” y de sus continuas necesidades materiales.
Los medios de comunicación y la publicidad contribuyen, en buena medida, a generar un ambiente para potenciar a esos compradores compulsivos. El mensaje subliminal es muy sencillo, pero persuasivo: “Si compras esto, obtendrás un placer o disfrute inmediato y serás feliz”. Si los progenitores se oponen a esta “felicidad” malentendida, entonces “no son buenos padres”, concluyen los pequeños consumidores.
De esta manera, el niño va creciendo y –si tienen posibilidades económicas– sus padres lo acostumbran a que tenga una habitación bien puesta, con sus juguetes, sus videojuegos, su televisión, su computadora, sus libros, su celular, sus equipos de deporte, y está estrictamente prohibido que nadie del resto de los de la casa se les ocurra –ni por equivocación– tocar sus pertenencias.
El problema su vuelve más serio cuando ese niño se convierte en adolescente y cambia sus juguetes infantiles por otros “juguetes” más caros: un buen coche, solicita más dinero a sus padres para ir a los antros con los amigos, reclama comprar ropa de marca, los últimos modelos de celulares o computadoras…
Si no existe desde la infancia y, después en la juventud, un clima de exigencia en el hogar, de templar el carácter, de aprender a decir “no” a los caprichos y antojos, de tener espíritu de ahorro, de vivir la sobriedad y la pobreza aunque se tengan medios suficientes, de tener disciplina para dedicar las mejores horas de la semana al estudio y obtener buenas calificaciones, de interesarse por servir a los de su familia, entonces se generan esos adolescentes típicamente amorfos, sin personalidad, incapaces de realizar el más mínimo sacrificio por atender a las necesidades de sus semejantes, carcomidos por la pereza y el desorden, y que no están dispuestos a vivir la mesura, por ejemplo, en el uso de la computadora para “chatear”, para enviar constantemente mensajes por celulares a sus amigos. Es una especie de moderna esclavitud por la tecnología.
Un día, estando en casa de un matrimonio amigo, se fue la energía eléctrica por un largo rato. El hijo único –de unos 15 años– se encontraba refugiado en su cuarto, salió de repente y comentó que no podía utilizar su computadora, ni sus videojuegos, ni ver la televisión. Para colmo de males, no servía su celular. Visiblemente alterado, repetía: “¿Y ahora qué voy a hacer?”.
Pero el estado realmente crítico en que viven algunos adolescentes es cuando cambian aquellos inocentes juguetes infantiles por otros “juguetes” más dañinos y perversos: el consumo inmoderado del alcohol, el comenzar a experimentar con diversas drogas, el abandono de su responsabilidad como estudiantes, el mentir y robar dinero a sus padres para comprar lo que les place y comenzar a tener relaciones sexuales, de forma también compulsiva.
Si sus padres y educadores no les han formado en el dominio personal, en ejercer la fuerza de voluntad para encauzar correctamente sus impulsos e instintos, en “controlar las hormonas” –como decía un profesor de bachillerato–, afectivamente esos jóvenes son un auténtico desastre. En un tiempo muy corto pasan de la fase de experimentación de esos placeres, a convertirse en auténticos adictos.
He conocido no pocos casos de jóvenes que acabaron en clínicas psiquiátricas de rehabilitación para ayudarles a librarlos de sus adicciones. Invariablemente la pregunta de sus padres ha sido más o menos ésta: “¿Pero nosotros qué hicimos de malo, en qué fallamos? Si siempre le dimos lo mejor, las mejores escuelas, comodidades, atenciones continuas, viajes, regalos…”. Y la respuesta del Psiquiatra es siempre la misma: “Precisamente en eso estuvo el error de ustedes. Le dieron todo, pero nunca le enseñaron a ser hombre, a dominarse, a forjarse un carácter, una personalidad firme, no le inculcaron unos valores sólidos”.
Es frecuente que en algunos libros de Psicología, en lo relativo a la sexualidad, se presente al adolescente como una especie de retrasado mental o subnormal, totalmente incapaz de dominar sus instintos o controlar sus pasiones. Hay dos consejos tan típicos como nocivos. El primero consiste en presentar la compulsividad sexual como algo “normal”. Y el segundo se resume en que para solucionar esa incontinencia, recomiendan, como “solución”, el uso del preservativo para evitar el Sida y otras enfermedades venéreas y, si es chica, la “píldora del día siguiente”.
¡Pues vaya “consejos” de esos supuestos especialistas! Equivale a decirle a un ladrón: “¿Te resulta imposible dejar de robar? Pues síguelo haciendo, nada más que cuida de que no te sorprendan”. Sería largo relatar todos los sufrimientos físicos y morales de jóvenes que viven una sexualidad desordenada. Claro que en muchos casos lo ocultan con la careta del “machismo” y de fanfarronear con sus amigos, presumiendo esa clase de vida.
Sin duda, es más hombre y más viril el adolescente o la chica que sabe dominar sus instintos y los orienta correctamente. Luego, también, le servirá para dominar su propio mal carácter, para fijarse metas, superar retos...
Hace poco vi un documental sobre el tema del noviazgo, con un título muy sugestivo: “Si tu novio realmente te ama, sabrá esperar”. Porque un noviazgo bien vivido es la mejor escuela para un matrimonio estable y feliz, donde se cuide delicadamente la fidelidad conyugal. Las relaciones sexuales pertenecen –de forma exclusiva– a los esposos dentro del matrimonio, y en orden a traer hijos al mundo. Cuando se rompe esta unidad y la claridad en los fines, surgen todo tipo de desórdenes sexuales, de perversiones en esta materia, de transtornos psiquiátricos, de enfermedades a veces incurables, y, desgraciadamente, de muchas víctimas inocentes como son los abortos.
Porque todo acto humano conlleva una responsabilidad individual. Así por ejemplo, un joven que bebe en exceso en una fiesta, se sube a su coche y luego atropella y mata accidentalmente a un transeúnte, no es válido ante la justicia que diga como excusa: “No es culpa mía, porque cuando yo comienzo a beber, ya no me puedo controlar”. Esa supuesta justificación no es válida ni moral ni jurídicamente. Es evidente que es culpable de un hecho delictivo y debe purgar una condena, por lo tanto, debe asumir su responsabilidad por conducir ebrio y ser mayor de edad.
Toda esta problemática está introduciéndose, cada vez más, en la sociedad mexicana. Con mucha frecuencia nos enteramos de accidentes automovilísticos donde mueren jóvenes que manejaban en estado de ebriedad después de una parranda; de chicas que abortaron; de adolescentes que han ingresado a clínicas para sacarlos de las adicciones... Me parece que los padres de familia no pueden claudicar en su misión formativa para ayudar a sus hijos a crecer en virtudes, en valores, en forjar personalidades sólidas y coherentes, libres de vicios, de ciudadanos maduros y responsables.
Tampoco se puede delegar exclusivamente esta misión en los profesores o asesores académicos de la escuela o la universidad. Muchas veces, como se dice en el argot taurino, “hay que entrarle al toro por los cuernos”.
Desde niños, y luego, cuando son jóvenes, conviene saberles exigir con oportunidad, corregirles sin miedo, anticiparse a todo lo que se van a encontrar esos niños cuando sean adolescentes, brindarles criterios de conducta seguros, que aprendan a ser muy sinceros con ellos, a ser los mejores amigos de sus hijos y enseñarles a seleccionar bien –respetando su libertad– a su novia y a sus amistades.
Es frecuente esta queja de muchos padres de familia: “El mundo está muy difícil. Ya no hay valores”. Me parece que precisamente ante esta realidad social, es urgente que los padres formen bien la personalidad de sus hijos, llevándoles –paso a paso, con cariño y visión positiva– por el plano inclinado de su superación personal, y ofrecerles directrices claras para vivir sabiamente durante toda la vida. Esta es, sin duda, la mejor herencia, muy por encima de cualquier bien material o económico.


sábado, 12 de abril de 2008

México bajo el flagelo de la televisión

Fuente: Yoinfluyo.com
Autor: Enrique Galván-Duque Tamborrel

“Por salir en la televisión no me siento por honrado,
porque salió mi padre me siento por afrentado”.
(Parafraseando al Cid)


En una película de reciente estreno, hay una escena que capta un momento verídico y definitorio en la historia de la televisión. El prestigiado periodista Edward R. Murrow confronta al senador Joe McCarthy y su cruzada contra el comunismo. Le reclama sus distorsiones y sus intimidaciones, su secuestro de la democracia estadounidense y el daño que le ha hecho. Le dice “este no es el momento para aquellos que se oponen a los métodos del senador McCarthy de guardar silencio”. Le dice “este no es el momento para que los ciudadanos de la República abdiquen a su responsabilidad”. Y con esas palabras Murrow demuestra que la televisión puede ser el Cuarto Poder. Ese contrapeso que —en sus mejores momentos— habla con la verdad. Que está parado del lado de los mejores ángeles en vez de los peores demonios. Que asume los riesgos de hacerlo.

Esa noche contrasta con otra, menos lejana, pero también crucial. Esa noche en la cual Televisa convoca a la clase política, empresarial e intelectual del país a Celebrar México. A demostrar quién tiene poder y cómo lo usa. A evidenciar las redes que teje. A subrayar quiénes están parados en la punta de la pirámide. A tomarse la foto. Esa foto que sale en la primera plana de los principales periódicos y revela por qué es tan difícil cambiar al país.

Porque, frente a corporaciones televisivas cada vez más poderosas, hay un Estado cada vez más débil. Frente a una clase política cada vez más adicta a la popularidad, hay medios cada vez más dispuestos a venderla. Frente a un poder mediático cohesionado, hay poderes políticos fragmentados. Adictos. Temerosos. Día tras día, decisión tras decisión, los políticos de México demuestran que prefieren salir en la pantalla –y doblegarse ante sus dueños- antes que proteger el interés público. Y esa genuflexión afecta la calidad de la democracia. La debilita, la merma, la condiciona, la vuelve demasiado cara.

Porque la televisión tiene la capacidad de remodelar la agenda legislativa según convenga a su agenda, promoviendo algunas iniciativas y congelando otras. Porque la televisión actúa a su libre albedrío en múltiples ámbitos, persiguiendo sus propios intereses sin que la opinión pública conozca cuáles son. Porque la televisión vende tiempo y cobertura a los políticos a precios discrecionales, aumentando los costos de las campañas. Actúa como un poder en sí mismo. Actúa a su libre albedrío. Inicia juicios mediáticos y los lleva a cabo sin rendir cuentas por ello. Quizás no es omnipotente, pero como cualquier otro poder sin restricciones, el poder de la televisión se ha vuelto abusivo.

Antes, la voluntad de las televisoras reflejaba la del presidente; ahora esa relación se ha invertido. Antes existía una alianza simbiótica; ahora existe una jerarquía en la que el presidente pierde. Antes, las facturas salían del gobierno a los medios; ahora las facturas le llegan al gobierno. El gobierno obligado a pagar los favores que le hace la televisión. Un gobierno débil al frente de un Estado débil. Un Estado pasivo que lleva años contemplando el fortalecimiento de un poder que contribuyó a crear.

“¿Yo por qué?” es la respuesta que da Vicente Fox, cuando se le exige una resolución al enfrentamiento entre Televisión Azteca y el Canal 40 hace unos años. “¿Yo por qué?”, es la respuesta lógica de un presidente que está empeñado en que se respeten los ámbitos de los tres poderes de la Unión, acabando con ello la añeja y dañina costumbre de que el presidente era omnímodo, pero las televisoras tergiversan el objetivo y lo hacen aparecer como un presidente débil. “¿Yo por qué?”, contesta cuando se le cuestiona sobre el conflicto entre Ricardo Salinas Pliego y el secretario de Hacienda sobre la Ley del Mercado de Valores o sobre la necesidad de reformar la Ley de Radio y Televisión, porque eso está en el ámbito del Poder Judicial. Y esa respuesta reiterativa revela a un Vicente Fox tozudo por que se respete la ley y el estado de derecho. Pero la televisión se empeña en hacerlo aparecer como un líder que prometió erradicar las complicidades y ahora se beneficia de ellas; quiere hacerlo aparecer como un Presidente arrinconado por las televisoras y dispuesto a doblar las manos para complacerlas. El gobierno mexicano ---los tres poderes--- ha ido perdiendo terreno, con el beneplácito de los priistas que se regodean de ello, frente al poder creciente de un dúopolio, al que no logra ---o no quiere, por influencia de los corruptos en él enquistados--- regular. Esa cesión de espacio entraña riesgos para una democracia que enfrenta un proceso de consolidación cuesta arriba.

No hay duda que la televisión ha evolucionado. En 1988, Cuauhtémoc Cárdenas era un hombre invisible para la pantalla; hoy, cualquier que tenga dinero puede salir en ella. En el pasado, Emilio Azcárraga Milmo hablaba de Televisa como un “soldado del PRI”; hoy, Televisa filtra las fortunas que el PRI ha producido. La televisión, ya de manera rutinaria, se refiere a encuestas que presagian el derrumbe electoral del priísmo, produce reportajes sobre la corrupción y sus protagonistas, presenta las propiedades de Arturo Montiel a todo color. La televisión ya no trata con guante blanco a los políticos. Si quiere hacerlo, los destruye.

Sin embargo, la historia de la televisión en años recientes es una historia de claroscuros, de avances, pero también de abusos. El poder de la televisión ha crecido, pero en muchos casos, no su profesionalismo; los locutores son cada vez más críticos, pero no necesariamente más independientes. O más responsables. O más vigilantes del interés público. Y hoy, más preocupante que la vieja censura del PRI es la autocensura de quienes aparecen en la pantalla. Los temas que no se tocan. Porque la televisión está atrapada en un constante estira y afloja entre los intereses político-empresariales y la responsabilidad periodística. La mordaza ya no la coloca un priísta, sino el dueño de una televisora. La decisión de cancelar una nota, vetar a un analista, ignorar a un candidato o bajarle de tono a una entrevista proviene ya no de Gobernación, sino del dueño de un canal. Los instrumentos de trabajo del periodismo —la objetividad, la independencia, la distancia crítica- aún son aspiraciones y no conductas cotidianas.
Allí está el caso memorable de TV Azteca y el asesinato de Paco Stanley. Una televisora promoviendo la visión particular de su dueño, erigiéndose en juez, imponiendo su agenda, evidenciando sus fobias, atacando al gobierno de Cuauhtémoc Cárdenas con las siguientes frases incendiarias, pronunciadas por Ricardo Salinas Pliego el 7 de junio de 1999:

“…..Hoy le tocó a Paco, mañana le puede tocar a ustedes o a mí o a cualquiera. La impunidad nos aplasta, y ¿dónde está la autoridad? ¿Para qué pagamos impuestos? ¿Para qué tenemos elecciones? ¿Para qué tenemos tres poderes? ¿Para qué tanto gobierno, cuando no hay autoridad?”.

Ese es un ejemplo y hay otros desde entonces. La tragicomedia montada por Televisa ---a través de Brozo--- en el caso de René Bejarano. El ataque frontal de TV Azteca al secretario de Hacienda cuando intenta sancionar a su dueño por transacciones financieras irregulares. El uso de la pantalla para el linchamiento personal. Para el golpismo político. Para juzgar a modo.

Vicente Fox fue electo precisamente para cambiar las reglas del ese juego perverso. Lamentablemente, su gobierno solo no puede inaugurar una nueva relación con los medios. El Poder Legislativo no puede, o no quiere, sacar adelante la nueva ley que regule a la televisión. El 10 de octubre de 2002, expide un decreto que pone fin al impuesto del 12.5%, de tiempos públicos, con el objeto de quitarle a las televisoras el pretexto para su labor injerencista ---cosa que no logra precisamente porque éstas se encargan de desvirtuarlo---, así como de renegociar en nombre del interés público.

Esa historia repleta de conductas escandalosas, como la compra de tiempo por parte de políticos mexicanos para aparecer en los noticieros. Y con ello, la violación de un entendimiento tácito sobre el cual se construye el periodismo profesional: el reconocimiento del interés público. El reconocimiento de que en una democracia, las noticias no pueden estar en venta. El reconocimiento de un contrato social básico que los medios firman en cualquier sociedad abierta. Ese imperativo de integridad esencial, de profesionalismo fundamental, de compromiso con los valores democráticos. Ese acuerdo que permite la credibilidad y la confianza. Ese acuerdo que hoy la codicia parece traicionar.

Una codicia compartida que mantiene a México agarrado de la nuca, desembolsando millones de pesos a los partidos políticos. Salir en la televisión difunde una imagen identificable que genera popularidad. La popularidad produce taquilla a las televisoras, dinero a las celebridades y votos a los políticos. Los votos dan poder, y el poder da dinero y más acceso a la televisión. El círculo vicioso dinero-televisión-imagen-popularidad-votos-poder- dinero es una vacuidad, pero acumula capitales financieros y políticos. La democracia se reduce a un negocio cínico.

Un negocio lucrativo encabezado por televisoras que defienden el status quo; renuentes a que el gobierno se involucre en sus asuntos; apóstoles de una legislación que mantenga el régimen discrecional que tanto los ha beneficiado; pensando que el espacio radio electrónico es un patrimonio privado en vez de un bien público, cedido a través de una concesión. Comportándose como quieren sin rendir cuentas por ello. Contribuyendo a la institucionalización de una democracia de baja calidad y alto costo, a pesar de esfuerzos aplaudibles como Diálogos por México y el acuerdo concertado entre Televisa y el Instituto Federal Electoral.

La relación entre el gobierno y las televisoras, si no se maneja con ecuanimidad, puede reflejar un problema más profundo: la persistencia del capitalismo de cuates resistente a la competencia y al escrutinio, con todas las limitaciones que ello entraña para los consumidores. Con todos los negocios ocultos que permite y hace crecer. Es caer en aquello de que: “Los únicos intereses sagrados, los únicos que no se pueden tocar, son los de los medios”.

Pero precisamente por ello, las reglas del juego deben cambiar. La modernización del sector televisivo debe ocurrir. El régimen de concesiones se debe transparentar. El acceso de los candidatos a las pantallas durante el periodo electoral se debe circunscribir. Los legisladores mexicanos tienen la obligación de hacerlo y la sociedad mexicana debe demandar que sea así.
Demandar que el gobierno establezca las contenciones suficientes y los contrapesos necesarios.

Que garantice una regulación capaz funcionar como semáforo y no como mordaza. Que asegure las ganancias legítimas en función de concesiones transparentes. Que promueva la competencia real en un terreno nivelado de juego con múltiples canales. Que reduzca la presencia de los partidos y de los candidatos en las pantallas o se prohíba la compra directa de espacios allí. Que acorte los tiempos de las campañas y lo que cuestan. Que cree la figura del Ombudsman para proteger los derechos ciudadanos ante el poder mediático. Esa es la agenda que México debe promover. Esa es la lista de acciones que el país debe exigir.

Porque, de lo contrario, México estará presenciando el surgimiento de un nuevo “dedazo”. De un poder televisivo tan fuerte como lo fue alguna vez la voluntad presidencial; quizás no como gran elector, pero sí como gran vetador. El poder para vetar a algún actor político. El poder para definir la agenda pública o remodelarla. El poder para comprar conciencias o silenciarlas. El poder para colocar micrófonos o arrebatarlos. El poder para comprar votos u abstenciones. El poder para volver cómplice a la clase intelectual, tan adicta a la televisión como los políticos que critica. Un poder irrestricto capaz de construir políticos o destruirlos, acabar con el prestigio o mancillarlo. Y de allí el factor miedo. El factor silencio. El factor complicidad. El tema tabú que nadie toca. El tema espinoso que pocos quieren encarar. Reinventando el viejo dictum del México autoritario: “El que se mueve, no sale en la pantalla”.

Ante ese panorama preocupante, los ciudadanos tienen un alto grado de responsabilidad. Para presionar, para inconformarse, para exigir la verdad en vez del espectáculo montado o el juicio orquestado. Para insistir que el México que aparece en la pantallas no sea sólo el que refleja los intereses de un grupo pequeño de personas. Para exigir que los medios tienen una responsabilidad social aunque se resistan a reconocerlo. Para criticar la pasividad del Estado abstencionista. Para decir “esta democracia es mía, no de Televisa o Televisión Azteca”. Para advertir, como lo hizo el periodista Edward J. Murrow hace 50 años cuando confrontó a un poder arbitrario: “Este no es el momento para que los ciudadanos de la República abdiquen a su responsabilidad”.

La democracia que espanta

Fuente: Yoinfluyo.com
Autor: Enrique Galván-Duque Tamborrel


Sin libertad de expresión la democracia es una entelequia, de manera que inclusive las críticas más rotundas contra ella y la añoranza por el autoritarismo ratifican su vigencia.
Contrapunto de la democracia es la dictadura en sus más diversas expresiones, como la “dicta-blanda” priista que definió el escritor Mario Vargas Losa, que sofoca expresiones disidentes pero que es, en efecto, más funcional para el procesamiento y solución de conflictos.
Debido a las evidentes disfunciones del sistema democrático, que no dejan satisfecho a nadie, en México se aprecia una nostalgia por el autoritarismo, y aumentan las voces que claman la mano dura que se ejerció, de manera unipersonal y meta constitucional, durante décadas.
Esas voces tienen derecho a expresarse, porque lo contrario sería un despropósito, pero es preciso contrarrestarlas con argumentos por una razón elemental: la pluralidad política e ideológica en consustancial a la democracia.
Sí, es cierto, desespera la parálisis por la ausencia de acuerdos entre los actores políticos en el Congreso. Hartan los escándalos y las vendettas, como las que se aprecian en el PRI, y de las que, por ahora, están soterradas en el PRD y en el PAN. Indigna el saqueo de banqueros y grandes empresarios. Enfurece la ineptitud gubernamental en los tres niveles. Molesta el desbarajuste interno en el gobierno de Vicente Fox. Irrita la ausencia de respuesta a los ciudadanos.
Como en ningún estado de la República, los ciudadanos del Distrito Federal padecen las consecuencias de las manifestaciones callejeras, como las que cotidianamente llegan de muchas partes del país y como la efectuada la tarde del miércoles por miles de mexicanos contra proyectos del gobierno de Vicente Fox que juzgan lesivos al interés nacional.
Los empresarios, que no marchan porque tienen recursos para pagar desplegados en los medios de comunicación y tienen acceso al poder, repudian estas expresiones porque, en contrapunto, atentan contra… el interés nacional.
Los jerarcas católicos, acogidos en su mayoría a la comodidad del poder, expresan también lo que a su juicio debiera ocurrir en el país, como la instauración del reino de Dios sobre la tierra, para procurar, desde su óptica, el bien común que nunca se ha traducido en tal.
Como se ve en este superficial repaso, este coctel de intereses confrontados abortaría, por definición, cualquier acuerdo, tal como se aprecia en la actualidad. Eso da miedo, espanta.
Y no es para tanto, porque tal diversidad representa, en todo caso, una vitalidad que es preciso encauzar a partir de una urgente arquitectura institucional que frene la multiplicación de voces nostálgicas contrarias a la democracia.
Las voces, todas, tienen derecho a ser escuchadas, y clamar lo contrario sería claudicar en lo que la mayoría está de acuerdo. La tolerancia, el respeto al otro, es condición para fortalecer la democracia que se ha edificado más allá inclusive de los partidos políticos.
Será tardado, y habrá como ahora mucho ruido, pero tendrán que operarse las transformaciones institucionales que hagan eficaz la democracia en México.
Hay quien piensa que en México debe desechar el régimen presidencialista y optar por un semiparlamentarismo o semipresidencialismo. Ideas hay muchas y, en ejercicio de la libertad de expresión, las voces en este tema deben multiplicarse.
Lo lamentable sería que ganaran las voces que, como ya ha ocurrido, evocan el autoritarismo, ese que sofoca las libertades. Es cosa de recordar, a manera de ejemplo, las expresiones golpistas del propietario de Televisión Azteca, Ricardo Salinas Pliego, el 7 de junio de 1999, tras la ejecución de “Paco” Stanley”: "¿Dónde está la autoridad? ¿Para qué pagamos impuestos? ¿Para qué tenemos elecciones? ¿Para qué tenemos tres poderes? ¿Para qué tanto gobierno cuando no hay autoridad?”
Tamaño disparate, sobre todo de quien explota una concesión para invocar la mano dura, representa un ejemplo de esas voces nostálgicas que temen a la democracia, porque con el poder omnímodo podían hacer negocios en la impunidad, como los hizo Salinas Pliego con los Salinas de Gortari.
La democracia, en efecto, no es perfecta ni resuelve por definición problemas, sobre todo de la magnitud que padece México, pero las recetas que atentan contra las libertades, como la de expresión, menos.

miércoles, 9 de abril de 2008

El padre tiempo

Fuente: Yoinfluyo.com
Autor: Enrique Galván-Duque Tamborrel


“Lo que la razón no consigue, lo alcanza a menudo el tiempo”
Séneca.

El tiempo es como un río, formado por los hechos, que adquiere violenta corriente. Apenas se advierte uno, cuando otro ocupa su lugar, para dejar enseguida paso al que le sigue.
Es difícil poder precisar que cosas hay que dejar para que el tiempo las resuelva; pero lo que si se puede decir es que son muchas. Decía Cervantes: “...dejad al tiempo que haga de las suyas, que es el mejor médico de estas y otras mayores enfermedades. Dejad el cuidado al tiempo, que es gran maestro de dar y hallar remedio a las cosas desesperadas. ....Se dará tiempo al tiempo , que suele dar dulce salida a muchas amargas dificultades”.
La persona que afirma pensar hoy como hace diez años, miente o es un majadero al cual nada le enseña la vida, múltiple, diversa, varia, llena de cosas imprevistas, que modifican a cada instante el medio, las almas, el universo entero.
Solamente el tiempo logra amortiguar las grandes penas morales y el que sabe distribuir su tiempo, realiza y disfruta más. De todas las pérdidas, la peor sin duda es la del tiempo, ya que este es irreparable. No se debe desaprovechar el tiempo, la vida es corta y las cosas interesantes muchas.
La brevedad se impone. La multiplicidad de cosas y circunstancias de la vida actual así lo requiere. No alcanza el tiempo para realizar todo lo que debemos y queremos. La mayor parte de la gente desconoce el valor y la importancia del tiempo, y se lo quitan a otros sin consideración. Nervo decía: - “Al que tras del dinero quiera quitarse ese bien precioso e insustituible que se llama tiempo, y que según el refrán, los propios ángeles llorarán cuando perdido, dile: mi dinero es de todos, pero mi tiempo no”.....Quitar el tiempo equivale a quitar algo de la vida misma.
“Sabia virtud de conocer el tiempo, a tiempo amar y desatarse a tiempo; como dice el refrán: Dar tiempo al tiempo......que de amor y dolor alivia el tiempo” (Renato Leduc).
Hay una costumbre, muy generalizada por cierto, de hacer continuamente referencia a “con el tiempo”: con el tiempo haré, comeré, tendré, viviré, etc. etc., pero no muchos hacen referencia al provecho que se obtiene con el tiempo. Veamos algunas referencias que seguramente nos hacen reflexionar.
Con el tiempo aprendes que estar con alguien porque te ofrece un buenfuturo económico, significa que tarde o temprano querrás volver a tu pasado.Con el tiempo te das cuenta que unirse a alguien sólo por que "ya meurge" es una clara advertencia de que tu relación será un fracaso.
Con el tiempo comprenderás que sólo quien es capaz de amarte con tusdefectos, sin pretender cambiarte, puede brindarte toda la felicidad que deseas.
Con el tiempo te das cuenta de que si estas al lado de esa personasólo por acompañar tu soledad, irremediablemente acabarás deseando no volver a verla.
Con el tiempo te das cuenta de que los amigos verdaderos valen mucho más que cualquier cantidad de dinero.
Con el tiempo entiendes que los verdaderos amigos son contados, y queel que no lucha por ellos tarde o temprano se verá rodeado sólo de amistades falsas.
Con el tiempo comprenderás que si has herido a un amigo duramente, muy probablemente la amistad jamás volverá a ser igual.
Con el tiempo aprenderás que disculpar cualquiera lo hace, pero perdonar es sólo de almas grandes.
Con el tiempo te das cuenta que aunque seas feliz con tus amigos, algún día llorarás por aquellos que dejaste ir.
Con el tiempo te das cuenta de que cada experiencia vivida con cada persona, es irrepetible.
Con el tiempo te das cuenta de que el que humilla o desprecia a un ser humano tarde o temprano sufrirá las mismas humillaciones o desprecios, pero multiplicados.
Con el tiempo aprendes a construir todos tus caminos en el hoy,porque el terreno del mañana es demasiado incierto para hacer planes.
Con el tiempo comprendes que apresurar las cosas o forzarlas a que pasen, ocasionará que al final no sean como esperabas.
Con el tiempo te das cuenta de que en realidad lo mejor no era el futuro si no el momento que estabas viviendo justo en ese instante! .
Con el tiempo verás que aunque seas feliz con los que están a tu lado, añorarás terriblemente a los que ayer estaban contigo y ahora se hayan marchado.Con el tiempo aprenderás a decir que intentar perdonar o pedir perdón, decir que amas, decir que extrañas, decir que necesitas, decir que quieres ser el amor de alguien... ante una tumba... ya no tiene ningún sentido.
Pero desdichadamente... sólo con el tiempo... y como aún es tiempo... mandemos muchísimos saludos a todos... a los que ya no estamos juntos, por todos los momentos buenos y malos que nos tocó vivir.
Y a los que ahora estamos unidos, pasando momentos geniales... ¡gracias por estar!
Y recuerda estas palabras "EL HOMBRE SE HACE VIEJO MUY PRONTO Y SABIO MUY TARDE"...... ¡justamente cuando ya no hay tiempo!.....
“Hoy de amores ya no tengo tiempo, amor de aquellos tiempos, como añoro la dicha inicua de perder el tiempo” (Renato Leduc).

De la Reforma Fiscal

Fuente: Yoinfluyo.com
Autor: Enrique Galván-Duque Tamborrel


“Con los necios no consultes porque estos no
podrán amar sino las cosas que les placen”



Sin duda, el Presidente Fox y su equipo decidieron enfrentar muy temprano el reto que significaba ---y sigue significando--- el asunto, que a todos nos afecta, relativo a la Reforma Fiscal en nuestro país. Pero de nada ha valido el empeño e insistencia que ha demostrado el Presidente ante lo necia resistencia de los legisladores. No obstante lo complicado del asunto en sí, que hace de él un problema de agudos perfiles, por lo que, o se le trata a fondo, cueste lo que cueste, o se le envía al archivo –dado el tiempo que ha transcurrido parece ser que éste ha sido su destino---, lo cual pronto podría tener un costo muy alto ---aquí aflora el sempiterno padecimiento que adolecemos los mexicanos: el Síndrome de TPDNA (Tapar el Pozo Después de que el Niño se Ahogó) ---.

Además, para mayor lobreguez, ni en México ni en el resto del mundo parece haber alguien a quien le hayan dirigido una estatua por cobrar más impuestos. A esto, hay que agregar tanto lo abstruso del tema, como un fenómeno común a todos los países: la evasión fiscal que en México alcanza niveles sublimes.

Así, resulta natural que en todos los medios informativos se dediquen amplios espacios a la oposición de los sectores sociales ante la reforma fiscal; y sólo lo contrario hubiese superado en importancia el tratamiento de este asunto, pero es claro que poco o nada valioso puede surgir de lo que pudo haber sido y no fue.

Y, de inmediato, se refleja en las entrevistas un común denominador: el rechazo. Nadie puede, por no existir todavía las normas aplicables, demostrar su injusto alcance. Basta, sin embargo, que impliquen pagar, incluso más que antes, para desencadenar reacciones de toda especie y magnitud; en ese contexto, los especialistas versados en estos menesteres dan cuenta de algunas opciones favorables ante las normas tributarias en proyecto, así como de los lastres y problemas que podrían corregirse, pero es improbable que el grueso de los contribuyentes se fije en ello.

El tema fiscal es, además de abstruso, en varios aspectos terrible, quizás por tratarse de algo especializado, así que otro elemento psicológico ---el miedo a lo desconocido--- se manifiesta con claridad evidente en las reacciones de los han expuesto sus comentarios, que van desde el frío análisis económico hasta la invocación al fantasma de Roque.

Para la dirigencia del PRI, olvidando lo que fue su política durante siete largas décadas, la Reforma Fiscal es lo opuesto a Robin Hood: “se pretende robar a los pobres para dar a los ricos”. Tan original declaración, a la cual se suma obviamente el PRD, demuestra cómo el antiguo apéndice electoral del régimen ---con sus “hijitos” haciéndole segunda--- no se puede olvidar de sus prebendas ---que aún subsisten y tratan a toda costa de mantenerlas---, aunque ello no se dice para que, a diferencia de cuando saboreaba las mieles del poder, busque ahora desde la oposición, inéditos escenarios de protesta.

Hay gente pública connotada que ha opinado que en la ampliación de la base de contribuyentes, mucho muy reducida en México, se puede aplicar una reforma fiscal justa. A su vez, otros ---los menos--- no ocultan su molestia, con declaraciones como: “se gobiernan para todos, no para fregar a todos”, que por si solas demuestran su incongruencia. Cabe insistir en que los impuestos nunca han sido, ni son y ni serán populares, de serlo, no se llamarían así y, en vez de notas airadas, recibirían bendiciones, en especial cuando, por nuestra ancestral pobreza, pagar no es precisamente corresponder sino morir un poco.

Tal vez por la amplitud de comentarios suscitados en torno a este asunto, la opinión de especialistas que consideran muy necesaria la ampliación de la base de contribuyentes no ha tenido mucho eco o no se ha entendido adecuadamente, como lo demuestra la incongruencia en la que cayeron los diputados del PRI ---con los del PRD como comparsas--- en la discutida aprobación del Presupuesto de Egresos para 2005. Primero aprueban ---en la Ley de Ingresos--- un ingreso fundamentado en la ampliación de la base de contribuyentes, y después ---Presupuesto de Egresos--- anulan los fondos necesarios para implementar dicha ampliación. ¿Cómo la ve usted?

El caso es que han pasado tres años y la mentada Reforma Fiscal, que tanta falta le hace a nuestro país, y por la que tanto han luchado el Presidente Fox y su equipo sigue empantanada. Obstaculizada por un Congreso de incompetentes, incapaz de ver la realidad y llenos de atavismos obtusos que les impide negociar por el bien de nuestra patria. Al parejo de ésta están las reformas en el ramo de la energía, la laboral y la del Estado. ¿Cuándo se estudiarán, se discutirán y se aprobarán? Quien sabe, pero de lo que sí estoy seguro es que algún día, sobre la rodilla y a las carreras ---como es clásico entre los mexicanos--- y cuando ya nos estemos ahogando, se procederá en consecuencia.


DIOS, EN TUS MANOS ESTÁ EL FUTURO DE NUESTRO PAÍS, BENDÍCENOS E ILUMÍNANOS.


“La insistencia sistemática e inteligente es la llave del éxito”




Cumplir con la ley

Fuente: Yoinfluyo.com
Autor: Enrique Galván-Duque Tamborrel


Mateo 5, 17-19.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: No crean que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Yo les aseguro que antes se acabarán el cielo y la tierra, que deje de cumplirse hasta la más pequeña letra o coma de la ley. Por tanto, el que quebrante uno de estos preceptos menores y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los cumpla y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos. }

Reflexión:

En este pasaje Cristo nos dice que no basta cumplir la ley de Dios exteriormente. Se necesita interiorizar en el corazón, amar y hacer propios sus preceptos con nuestro estilo de vida. Cuando penetremos cada vez más profundamente sus mandatos, pensaremos, hablaremos, gozaremos y reiremos sanamente porque ya nuestra vida va por el camino que Dios nos pide.

Nos pide preparación, formación y conocimiento de su doctrina para poder predicar, ¡y predicar bien! Al unir la preparación, la formación y el conocimiento sencillo, pero profundizado en nuestra fe y aplicado a nuestra vivencia cotidiana, predicaremos con el testimonio de vida. Dice un dicho muy cierto. “No se enseña ni lo que se sabe, ni lo que se habla sino lo que se vive.” Por eso si queremos predicar tenemos un gran peso en nuestras espaldas. Ser nosotros los primeros que vivimos lo que enseñamos. La doctrina y el conocimiento del catecismo de nuestra fe, el camino sencillo y básico para conocer nuestra fe. Si no conocemos esta doctrina..., no conocemos camino el que nos lleva...

Todos nosotros, familias, jóvenes y niños de todas las edades tenemos que ser antorchas encendidas en cada momento, que brille nuestro testimonio en nuestra vida cotidiana, en nuestra familia, en nuestro grupo de amigos. No escondamos esta luz que desea arder e iluminar a todos.

Esto mismo nos conduce a meditar sobre la misma obligación de conocer, respetar y cumplir cabalmente con las leyes que la sociedad nos impone. En la medida que lo hagamos así estaremos respetando a nuestros semejantes y nos estaremos dando a respetar.

Pena de muerte

Fuente: Yoinfluyo.com
Autor: Enrique Galván-Duque Tamborrel


“Señor general, ya hay bastantes mujeres que lloran en los Estados Unidos.
No me pida usted que aumente todavía sunúmero, pues no lo haré
Abraham Lincoln


Desde 1976, año en que se volvió a implementar la pena capital en Estados Unidos, las autoridades de este país han liberado a 117 reos del pabellón de la muerte porque descubrieron a tiempo que eran inocentes.

Juan Roberto Meléndez es uno de ellos. Este hombre de origen puertorriqueño fue sentenciado a morir por un crimen que no cometió. Tras pasar 18 años en prisión, las autoridades de Florida se percataron que habían cometido un error y le devolvieron su libertad.

Pese a que nadie le compensará por los años que pasó preso injustamente, Meléndez se congratula de que al menos pudo salvar la vida, algo que muchos otros no han logrado. Para luchar contra esta injusticia, hoy en día este hombre dedica gran parte de su tiempo a recorrer el país para crear conciencia sobre este problema. En una visita que hizo a Los Angeles a fines de marzo, subrayó que uno de sus principales argumentos contra las ejecuciones es que el sistema judicial de EU con frecuencia comete errores que dan lugar a que se castigue de manera arbitraria a personas inocentes y se deje en libertad a los verdaderos culpables.

Numerosas investigaciones corroboran las afirmaciones de Meléndez. El Centro de Información de la Pena de Muerte, una de las instituciones de mayor prestigio en el estudio de este tema, revela que el sistema legal de este país tiene serias deficiencias que se han traducido en numerosas condenas equivocadas.

Es bien sabido, por otra parte, que los grupos más vulnerables a convertirse en víctimas de las fallas del sistema legal estadounidense son las minorías y los que carecen de recursos de económicos para conseguir buenos abogados. Para los reos extranjeros, la situación es aún más complicada porque a menudo este país les niega el derecho a recibir asistencia de sus consulados, tal como lo establece la Convención de Viena.

Estas arbitrariedades llevaron a que México demandara a EU ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) por haber condenado a muerte a 51 mexicanos sin informarles de su derecho a recibir ayuda diplomática. En marzo del año pasado, ese tribunal falló a favor de México y, hace poco más de un mes, Bush aseguró que se revisarían esos casos.

Sin embargo, días después Washington dio marcha atrás al anunciar que no pensaba acatar en el futuro los dictámenes de la CIJ y que la última palabra en el caso de los 51 mexicanos, la tendrían los tribunales estatales. Para justificar su decisión, la Casa Blanca se basó en un argumento no sólo endeble sino falso: que su sistema judicial funciona bien y, por lo tanto, no es apropiado que interfieran en sus veredictos cortes internacionales de justicia.

De esta forma, ha quedado nuevamente en el aire el destino de los 51 mexicanos que están condenados a la pena capital, pese a no haber recibido asesoría de sus consulados. También está en riesgo, por supuesto, la vida de cientos o tal vez miles de prisioneros extranjeros a quienes este país les ha negado el derecho internacional a recibir ayuda diplomática.

Con esta actitud, el gobierno de Bush demuestra, una vez más, que su soberbia no tiene límites y que carece de toda autoridad moral para erigirse –como pretende-- en el guardián de los derechos humanos del mundo.

“…ese patíbulo en el que, para eterna enseñanza de las generaciones, hace dos mil años que la ley humana clavó a la ley divina. El día en que el Hombre-Dios sufrió la pena de muerte la abolió.” (Víctor Hugo)