miércoles, 24 de junio de 2009

Los pilares intocables por la política


Por: Querien Vangal

La política no construye derechos, los reconoce y protege sobre el sustrato de la dignidad humana que comienza con el de la vida

Quien ha visitado el campo quizá ha tenido la posibilidad de ver un pastor con su rebaño. Los animales van hacia donde los conduce el pastor y, normalmente, éste trata de hacerlo por caminos seguros y protegiéndolos de cualquier peligro.

En muchos documentales sobre el mundo animal, llama la atención que las manadas que no tienen un ‘pastor’ humano, sí tienen un líder de grupo al que todos siguen sin chistar: a veces es el espécimen más fuerte, otras el más anciano.

Para que una sociedad camine unida hacia un mismo objetivo común precisa de una cabeza que la ayude a hacerlo. En buena medida esa función la tienen los políticos, aquellos que rigen o aspiran a regir los asuntos públicos.

Concretamente, en la vida humana, ¿hacia dónde quieren o deberían llevarnos nuestros gobernantes? Hacia el bien común, el asunto público más trascendental. Si ese bien que se pretende es para todos, debe haber entonces un sustrato común sobre el cual se debe apoyar toda legislación que promueva auténticamente la dignidad humana y, en consecuencia, el bien de todos. Y es que toda democracia sólo es posible si se funda en una adecuada y recta comprensión de lo que significa ser persona. De hecho, así fue como nació la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

¿Cuáles son esos pilares que no se pueden tocar sin el riesgo de que todo el entramado social se venga abajo? ¿Qué es eso que no se puede poner en discusión? ¿Cuáles son esos fundamentos que la política no debe condicionar o cambiar por mucho que una mayoría en senados o parlamentos ose cambiarlos?

El primer pilar es el de la vida. Todo lo que atente contra ella (aborto, eutanasia, clonación, experimentación con fetos, etc.) es un atentado contra la sociedad. La sociedad es como un cuerpo: si se amputa un organismo, se resienten los demás miembros. Quizá no sea inmediato, pero la naturaleza pasa factura. El derecho a la vida es el primero y del que se derivan todos los demás. En este sentido, es un deber de los políticos el tutelar el derecho primario a la vida de todo ser humano desde su concepción hasta su muerte natural. Al mismo tiempo, por la misma dignidad humana, se debe evitar tratar al no nacido, desde su concepción, como un objeto.

El segundo pilar inamovible es el de la familia, lugar natural donde un ser humano nace, crece y aprende las nociones del bien y del mal. De ahí también que los padres tengan reservado el derecho a la educación de sus hijos, según los principios de la moral natural y de la ética auténtica.

El tercer pilar es la libertad religiosa. Entre la esfera civil y la religiosa hay competencias diversas. Queda fuera del ámbito político los actos específicamente religiosos: profesión de fe, cumplimiento libre de actos de culto y sacramentos, doctrinas teológicas, comunicación recíproca entre autoridades religiosas y fieles, etc. Sin embargo, es derecho y deber de los ciudadanos buscar la verdad y promover y defender, a través de todos los medios lícitos y buenos, las verdades morales sobre la vida social, la justicia, la libertad, el respeto a la vida, y todos los demás derechos de la persona. El hecho de que algunas de estas verdades también sean enseñadas por la Iglesia católica, no disminuye la legitimidad civil y la ‘laicidad’ del compromiso de quienes se identifican con ellas.

De la libertad religiosa se deriva un derecho al que no se puede renunciar: el de la objeción de conciencia. Ninguna ley humana puede violentar la conciencia de un ser humano. Ciertamente, esto lleva implícita una adecuada formación de la conciencia. Debe quedar claro que la libertad religiosa y de conciencia no son sinónimo de una igualdad de religiones o de sistemas ideológicos.

El cuarto pilar es la paz y la seguridad. En este sentido, es preciso un compromiso por parte de todos aquellos que, según su nivel, tienen una responsabilidad política en sus manos.

Ciertamente, el ser humano se diferencia de los grupos animales gracias a su capacidad de conceptualizar, hacer juicios y razonamientos. De esto se deriva que cuando un postulado político de una persona concreta va en contra de esos pilares del edificio social nunca debe ser apoyado. Sería como apoyar a un terrorista que se dedica a minar los cimientos de los edificios que procuran techo y protección.
La política no construye derechos, los reconoce y protege sobre el sustrato de la dignidad humana que comienza con el de la vida y pasa por todos los otros mencionados.

miércoles, 17 de junio de 2009

Una despedida desgarradora

Por: Querien Vangal

La desgarradora despedida de Edith Stein y su madre cuando la religiosa entró en el Carmelo de Colonia es un ejemplo de los sacrificios de miles de personas que siguen la vocación monástica.
Así lo señala el obispo de Terrassa, monseñor José Ángel Sáiz, en su carta pastoral de este domingo, fiesta de la Trinidad en que la Iglesia celebra la Jornada Pro Orantibus.
Cuando la filósofa judía Edith Stein empezaba su vida de carmelita descalza, su madre, una gran mujer, madre de once hijos, que llevó adelante el negocio de maderas de su difunto esposo, tenía 84 años.
"Era completamente imposible tratar de hacérselo comprender a mi madre", escribía Edith a una amiga, refiriéndose a su decisión por la clausura.
"Ella permaneció en sus trece, y yo no contaba más que con la confianza en la gracia de Dios y en la fuerza de nuestra oración -continúa-. Me ayudaba de alguna manera pensar que mi madre también era creyente y que seguía siendo de una naturaleza resistente".
El 12 de octubre, día de su cumpleaños, la joven acompañó a su madre al culto sinagogal "porque quería estar con ella el mayor tiempo posible", confiesa en su diario.
Y prosigue: "Mi madre me pidió que volviéramos a casa andando. ¡Aproximadamente tres cuartos de hora a sus 84 años! Yo tuve que avenirme a su petición, pues me di cuenta de que ella deseaba hablar conmigo sin que nadie nos molestara".
Edith, después Santa Teresa Benedicta de la Cruz, recoge los detalles de aquel día difícil: "Al final, nos quedamos solas en la habitación mi madre y yo... Entonces ella escondió el rostro entre sus manos y rompió a llorar".
"Yo me coloqué detrás de su silla y estreché su cabeza plateada contra mi pecho. Permanecimos así largo tiempo, hasta que me dijo que quería ir a la cama", continúa.
"Subí con ella a su habitación y la ayudé a desvestirse, ¡por primera vez en mi vida! Después me senté en su cama, hasta que ella me mandó a dormir. Seguramente ninguna de las dos pegamos ojo aquella noche".
Dos días después, el 14 de octubre, Edith Stein entraba en el Carmelo de Colonia, del que saldría con su hermana Rosa para trasladarse a un Carmelo de Holanda.
Este viaje tenía el objetivo de salvarlas de la persecución del nazismo contra los judíos, aunque, como es sabido, este noble intento no tuvo resultado y Edith y su hermana murieron en las cámaras de gas de Auschwitz en agosto de 1942.
Ante esta historia, y muchas otras de religiosos y religiosas de vida contemplativa, el obispo de Terrassa muestra su gratitud.
"Deseo darles las gracias por su sacrificio, por su vocación, por el servicio que nos prestan a todos", "gracias por los sacrificios que habéis hecho y que hacéis por todos, en la profunda realidad de la llamada "comunión de los santos".
Monseñor Sáiz concluye: "vosotros sois los testigos de que lo único realmente importante es Dios y amarle, adorarle y servirle cada uno desde su camino, desde su vocación, pero todos vosotros nos lo decís con vuestra vida".

La corte de California debate matrimonios gays

Por: Antero Duks

Los magistrados de California decidirán hasta junio o julio el futuro de esas uniones, por lo que quedó en suspenso el destino de los matrimonios gays, luego de que la Suprema Corte de Justicia de California escuchara ayer los argumentos a favor y en contra de la propuesta.
Será pues entonces que los máximos jueces del estado decidirán si validan el voto electoral a favor de la eliminación de la unión entre parejas del mismo sexo o si mantienen la decisión que ellos mismos tomaron en mayo de 2008 para permitir los casamientos entre homosexuales. El pasado 4 de noviembre el 52% de los que votaron aprobaron la Proposición 8 para eliminar los matrimonios gays en California.
Mientras afuera de la Corte grupos a favor y en contra de la Proposición 8 se enfrentaban a gritos y con pancartas, adentro la batalla de argumentos jurídicos se enfocó, por parte de los que estaban en contra de la polémica Proposición 8, en dejar en claro que una mayoría simple de votantes no puede quitar los derechos de los minorías; mientras que los que apoyan la eliminación de los matrimonios gays, en que los derechos son definidos por el pueblo y que la voluntad del pueblo es a través del voto.
"Uno de los derechos fundamentales de la Constitución es ser tratados con igualdad, dignidad y respeto", dijo durante la sesión Shannon Minter, directoral legal del National Center for Lesbian Rights.
Agregó que admitir una medida como la Proposición 8 supone colocar a las parejas del mismo sexo en un estatus de segunda clase y las privaría de la misma libertad, dignidad y privacidad que al resto.

En representación de los que están a favor de la Proposición 8 estuvo el abogado Kenneth Starr, famoso por abrir el juicio en contra el ex presidente Bill Clinton por el caso Mónica Lewinsky.

"Los derechos son definidos en último caso por la gente, que tiene el derecho inalienable de controlar su Constitución", dijo Starr.

La idea de quienes quieren prohibir los matrimonios gays, según dijo el abogado, es restaurar la definición tradicional como la unión entre un hombre y una mujer.

A los jueces de la Suprema Corte de California no les quedó claro, al menos fue lo que expresaron en sus cuestionamientos, de cómo la definición de matrimonio en sus 14 palabras (en inglés) que establece la Proposición 8 representaba una negación de los derechos de las parejas del mismo sexo, ya que actualmente había beneficios legales a través de las llamadas sociedades domésticas.

La sesión de ayer de la Suprema Corte de California duró poco más de tres horas, y en muchas partes del estado grupos de activistas y políticos la estuvieron siguiendo de cerca, ya que fue televisada vía internet a través del Canal de California (www.calchannel.com).

En el Ayuntamiento de Los Ángeles el presidente del Concejo, Eric Garcetti, el procurador de la ciudad, Rocky Delgadillo, y el concejal Bill Rosendahl estuvieron observando la sesión para estar enterados de lo que podría pasar con los matrimonios gays que a nivel local se celebraron.

Los opositores a la Proposición 8 argumentaron la invalidez de la medida con base en que el voto popular sólo podía provocar una revisión de la Constitución de California y en ningún momento una enmienda. Para enmendar la Constitución, dijeron, se requiere de la aprobación de dos tercios de los congresistas estatales antes de ser sometida nuevamente a votación popular.

El propio fiscal del estado, Jerry Brown, cuestionó la Proposición 8: "¿Puede una simple mayoría de votantes echar por tierra un derecho inalienable a través del proceso de iniciativas?".

Abogados de parejas que contrajeron matrimonio durante los casi seis meses del año pasado en que se celebraron casamientos gays, así como organizaciones de derechos civiles y la propia oficina de la fiscalía estatal mostraron su oposición a la Proposición 8 antes de que iniciara la audiencia de ayer y pidieron eliminar esa medida, al considerar que quita los derechos de una minoría.

Hasta antes de 1977, el Código Civil de California definía el matrimonio como una relación personal que surge de un contrato civil, pero en ese año la Legislatura hizo una enmienda a la definición de matrimonio al introducir el género de las personas y señalar que se trata de la unión entre un hombre y una mujer. En el año 2000 se aprobó la Proposición 22 para establecer que sólo las uniones civiles entre un hombre y una mujer fueran reconocidas como matrimonios en el estado. Durante ocho años no se reconoció la unión legal entre homosexuales, hasta el 15 de mayo de 2008, cuando la Suprema Corte de Justicia de California determinó que sí eran válidos, y fue a partir de entonces cuando alrededor de 18 mil parejas gays se casaron.

Para David B. Cruz, profesor de leyes en la Universidad del Sur de California (USC), la Corte se enfrenta a verdadero lío para poder entender la Proposición 8 y si es permisible dentro de la Constitución.

"Es difícil juzgar los argumentos orales, pero parece que los jueces mantendrán la Proposición 8. No sabemos cómo van a votar, pero lo que es seguro es que no será unánime", dijo este experto en derecho civil.

La pregunta real, precisó, es cuáles son los límites de los votantes para cambiar la Constitución, ya que de acuerdo con los argumentos del abogado Starr parece no haber límites.

Dentro de los próximos tres meses lo que se puede esperar, dijo Cruz, es que las organizaciones en contra de la Proposición 8 continúen coordinando esfuerzos para presentar una iniciativa ante los votantes para restaurar los matrimonios gays.

Ayer mismo una organización pro matrimonios gays dio inicio a una campaña de comerciales televisados para promover esa idea en 42 condados, de los 58 que hay en el estado, donde se aprobó la Proposición 8.

Ron Prentice, director de California Family Council, organización que apoyó la Proposición 8, dijo estar muy contento por la audiencia de ayer y se mostró confiado en que la Suprema Corte decretará el matrimonio como la unión entre un hombre y una mujer.

Sobre los más de 18,000 matrimonios que se realizaron el año pasado, Prentice comentó que la corte deberá analizar si los reconoce como tal o como sociedades domésticas.

Sabrina Petrescu, representante de la organización Somos Familia, a favor de los matrimonios gays, dijo estar nerviosa luego de la audiencia, pero con optimismo en que se vaya por la dirección correcta y que se respeten los 18,000 matrimonios gays ya contraídos.

Siempre será controvertido el tema de los homosexuales, pero no tanto por serlo, sino porque han escogido un camino equivocado para dirimir su ser. Aunque, por una deficiencia cultural, efectivamente se practicaba hacia ellos una política de discriminación y homofobia, injusta a todas luces, dado que son seres humanos y como tales se les debe tratar, con los mismos derechos y obligaciones que cualquiera, ahora han escogido asumir una actitud un tanto provocativa, que demuestran en manifestaciones escandalosas, desde los atuendos hasta su comportamiento, que lógicamente chocan con las costumbres normales del resto de la ciudadanía.

Por otra parte está el asunto del matrimonio, ya que se empeñan hasta la necedad de llamarle así a su unión, cosa imposible dado que el vocablo que deriva del latín matrimonium, que significa “unión de hombre con mujer”. Ellos pueden comprometer su unión mediante el o los contratos que deseen, están en su derecho, pero no le pueden llamar peras a las manzanas, y esto es lo que no pueden entender.

Mientras mantengan esa necia actitud la discusión continuara. Tan fácil que sería inventar un nuevo vocablo que defina la unión entre dos personas del mismo sexo y asunto arreglado. ¡Ah, pero no!


Consejos familiares

Por: Querien Vangal

No debemos olvidar que la familia puede ser un auténtico semillero de los valores de la democracia. Es en ella en donde se aprenden las conductas, valores, reglas e interacciones clave que caracterizan a los ciudadanos de una nación. Poner atención a éstas y encauzarlas hacia el bien de todos, será un valioso legado que podemos dejarle a las generaciones presentes y futuras. Ciertamente una familia no es un régimen democrático como tal, pero también es cierto que en ella podemos detectar una serie de elementos que podrían ayudarnos a esclarecer los valores y formas de interacción que caracterizan a una sociedad, los cuales pueden facilitar u obstaculizar un sistema que pretende ser democrático.

¿Y cuáles son esos?
Veamos cinco casos concretos.

1. La familia como tal es un valor en sí mismo. Las personas aprendemos el sentido de identidad o de pertenencia a un grupo humano a través de convivir en familia. Dicha convivencia suele darse dentro de un marco de acción, que suele ser la base para aprender nuestras primeras lecciones sobre el “Respeto a mi persona, a las otras, y a un nosotros como un primer grupo de convivencia”.

El líder de la familia necesita comunicar al resto de los integrantes los valores y conductas que deberán caracterizar al grupo, para que, a su vez, la familia aprenda a convivir respetando acuerdos y límites. Esta comunicación debe ser explícita --
Ejemplos: “en esta familia nadie grita o levanta la voz y todos esperamos nuestro turno para hablar”, “en esta familia no tengo hijos consentidos ni favoritos, todos tienen que cooperar y acatar las reglas”, “nuestra obligación como padres es velar por su bien, por eso es importante que ustedes como hijos, nos obedezcan”, etcétera.

Reflexión: si no sabemos respetar lo que acordamos con nuestros seres queridos o cercanos, ¿qué nos hace pensar que respetaremos a las instituciones sociales?

2. La familia debe estar compuesta por participantes activos que realmente se involucren en la vida familiar. Es importante hacer partícipes de los problemas y de la búsqueda conjunta de soluciones a todos los integrantes, con base en su rol, y en la medida que su edad y madurez se los vaya permitiendo. Asimismo, es de gran valor traer a la conciencia de cada integrante la forma en que interactúa, destacando sus cualidades y haciéndolo reflexionar sobre sus áreas de mejora.
Reflexión: si los adultos de la familia no trabajan decisiones y discusiones con el resto de los integrantes, ¿dónde aprenderán y comprenderán a involucrarse activamente en un grupo? ¿Esperaremos a que sean mayores de edad o independientes, aunque provoquemos retrasos en su curva de aprendizaje en materia de participación social?

3. Es cierto que el sistema de familia históricamente va cambiando. Pero lo que no cambia es la necesidad de “grupo” y convivencia. Ante los nuevos modelos de familia que son difundidos, sobre todo por los medios de comunicación, es imperativo dedicarte tiempo como familia para descubrir qué modelo es el correcto y por qué razones, tomando como base los valores que queremos vivir y transmitir a las generaciones futuras.

Por ejemplo; en las familias donde los integrantes --principalmente papás e hijos solteros o menores de edad-- permanecen juntos, aprenden de forma más natural valores como “compartir”, el “aprecio a la diversidad”, la “comunicación asertiva”, etcétera, e incrementan su seguridad emocional.

Esto, a diferencia de aquellas donde los miembros se aíslan o separan para vivir un modelo “de película”, donde el estilo neoliberal de “autosuficiencia y aparente éxito o desarrollo profesional” hace que reduzcan o pierdan contacto entre ellos, sustituyendo los valores mencionados por otros, como son: la “competencia”, el “individualismo”, el “dinero”, la “autogestión”, etcétera. --No es intención del presente artículo señalar qué modelo es mejor que otro. Simplemente se pretende señalar que en cada uno existe una serie de valores que se transmiten de forma más natural, pues los integrantes en su día a día están más expuestos a situaciones que requieren enfrentarse con ellos.

Reflexión: lo importante de un modelo de familia, cualquiera por el que se haya optado, es que su adopción debe ser de forma “consciente”, ya que de éste dependerá en gran parte una serie de lecciones de convivencia e ideales a alcanzar durante la vida.

Tomando en cuenta que esta vida a la que se hace referencia es una que, inevitablemente, se vive en sociedad, ¿cómo te preparas y con qué valores te presentas para vivirla en conjunto sana y plenamente?

4. Prestar atención a la comunicación es fundamental, porque ahí es donde descansan los valores, creencias, mitos, expectativas, esquemas cognitivos y la vida emocional de los integrantes de la familia. Ahí es donde se puede constatar los códigos y significados de un determinado sistema de familia.

Una familia promotora de ciudadanía es aquella que logra un ambiente sano de comunicación profunda y emotiva, que va más allá de la simple comunicación informativa o racional. Dicha comunicación es una valiosa oportunidad para aprender a convivir, a lograr empatía, la cooperación y un ejercicio de involucramiento ante la seductora apatía.

Reflexión: si no sabemos comunicarnos asertivamente dentro de la familia, ¿no estaremos trasladando este problema a otras esferas sociales, como el trabajo, los amigos y la comunidad?

5. Aprovechar las ventajas de la interacción de la familia con los diferentes subgrupos o subsistemas, --Subsistema conyugal o de pareja, subsistema parental y subsistema fraternal o fratría-- así como las oportunidades que ofrece cada ciclo de vida --1) Fundación y encuentro de la pareja, 2) La novedad de ser padres, 3) La familia con niños en edad preescolar, 4) La familia con niños en edad escolar, 5) La familia con hijos adolescentes, 6) La familia con hijos jóvenes, 7) La familia como centro de despegue: los hijos se casan o dejan el círculo familiar, 8) La familia ya no tiene control sobre los hijos: han salido del ambiente familiar, 9) La familia después de la jubilación-- del sistema familiar, pueden potenciar el aprendizaje de algunas cuestiones de ciudadanía.

Por ejemplo, del subsistema de fratría, a través de los hermanos se aprende a negociar y a compartir entre iguales, mientras que en el parental se aprenden los principios de autoridad, jerarquía y diferenciación. O bien, de los ciclos de vida se puede decir que la familia con niños en preescolar debe aprender a “legislar” y a asumir la responsabilidad de actuar bajo la conciencia del bien común.

Reflexión: ¿qué lecciones de ciudadanía estás aprendiendo hoy, tomando en cuenta tus subsistemas y el ciclo vital de tu familia? ¿Puedes decir que formas parte de un sistema familiar en cuyas interacciones se promueve un espacio para la conformación de buenos ciudadanos?

martes, 2 de junio de 2009

Virtudes y desvirtudes

Por: Antero Duks


Oaxaca vive el flagelo endémico de los seudo maestros dela Sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), parte esencial de la llamada Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE).

Con ocasión del Día del Maestro, me parece interesante reflexionar sobre algunas de las virtudes fundamentales que debe vivir el profesor para influir positivamente sobre sus alumnos.

En primer lugar, pienso que debe tener una sólida formación en las materias que imparte, y estar actualizándose continuamente. Porque para exigir conocimientos a los alumnos, hay que primero poseer esa sabiduría de las ciencias.

Es opinión común de psicólogos y pedagogos, que el maestro debe ganarse el afecto de todos y no ser “el ogro que inspira miedo” o que, con base en sus amenazas, tiene controlado al salón. Gracias a Dios, ha quedado superado aquel inhumano dicho que decía que: “la letra, con sangre entra”.

Después, es importante saber transmitir las ciencias con las técnicas modernas de la pedagogía. Al mismo tiempo, hacerlo con gracia, con capacidad comunicativa, de tal manera que los alumnos lo entiendan bien, y aclararles sus dudas.

Es decir, que lo que a él le ha costado muchas horas de esfuerzo el lograr asimilar esos conocimientos, debe saberlo entregar generosamente a sus alumnos, de modo claro y didáctico.

Tenía un maestro de Historia Universal, en la secundaria, que nos impartió todos sus cursos con grandes cuadros sinópticos o mapas mentales que él elaboró meticulosamente a lo largo de muchos años, y que nos facilitó enormemente el dominar esa materia.

Todo esto es compatible con la humildad. En otras palabras, que teniendo la seguridad de haber preparado suficientemente las clases, el maestro debe mantener la actitud no del que se jacta con su saber erudito, sino del que se percata que es un instrumento para difundir la verdad.

Dos virtudes que los alumnos admiran mucho en sus profesores son su interés auténtico por los demás, y su sinceridad de vida. Es innegable, por ejemplo, el agradecimiento del alumno que sabe que su profesor lo conoce por su nombre, que está enterado sobre sus puntos concretos para mejorar como estudiante, de su esfuerzo por vivir mejor el compañerismo, de adquirir virtudes o valores…

De esta manera, el maestro debe ser ese amigo que procura salir al encuentro de cada alumno, a mitad de camino, para que ellos recorran voluntariamente la otra mitad. Este acercamiento tiene que ser natural.

Recuerdo, en la secundaria, a un maestro que era muy querido por todos los alumnos: el profesor Velasco. Solía visitar a las familias con frecuencia, ya que le interesaba conocer personalmente a los padres, y hacía mancuerna con ellos para brindar una mejor asesoría a sus alumnos.

También organizaba excursiones al campo, y aprovechaba para conversar individualmente con cada uno de sus pupilos para ayudarnos a ponernos metas más altas en lo académico. De igual manera, nos motivaba y nos fijaba puntos precisos de superación personal.

Si alguna vez nos iba mal en alguna materia, nos llamaba para preguntarnos cómo resolver esa situación. También si subíamos de promedio solía felicitarnos y alentarnos. Creo que todos mis compañeros lo recordamos con mucho aprecio y agradecimiento.

Otra virtud fundamental es la paciencia. Así como una planta o un árbol no crecen de un día para otro, el maestro tiene que vivir esta virtud de modo habitual. Entre otras cosas porque los avances en la naturaleza humana son siempre graduales.

Recuerdo, en los años que estuve de profesor en una primaria y secundaria, que en una junta de evaluación del rendimiento académico de los alumnos, había uno que tenía un promedio muy bajo y con esta situación llevaba varios meses. Por si fuera poco, en lo relativo a su conducta en el plantel, no estaba bien.

El profesor encargado de ese grupo de la secundaria afirmó tajantemente:

–Luis González (seudónimo) no tiene remedio. Es muy mal estudiante, se comporta mal en clase. Propongo que se le dé de baja del colegio.

El coordinador general académico comentó:
–Es verdad que sus promedios dejan mucho qué desear. Pero yo conozco muy bien a Luis. Es un muchacho noble. Sé que si le dedico tiempo, le ayudo y le animo, saldrá adelante de este “bache” en el que se encuentra,

Entonces, el director del Centro Educativo, le sentenció:
–De acuerdo, profesor Roberto. Pero te doy tres meses de plazo para que este alumno responda positivamente, de lo contrario, lo tendremos que dar de baja.

Así que este profesor comenzó a conversar periódicamente con Luis. Revisó con él cómo estudiaba, su aprovechamiento del tiempo, le fijó un horario para cumplir con sus tareas escolares, y le hizo ver que tenía condiciones para ser un notable estudiante y que estaba desaprovechando sus talentos. También habló con sus papás explicándoles la situación escolar de su hijo.

A la vuelta de tres meses, Luis subió en forma importante su promedio de calificaciones. Se le veía motivado e interesado por el estudio. Y sobre todo, se incrementó su autoestima y se persuadió de que sí podía destacar académicamente.

Al año escolar siguiente, con los buenos hábitos de estudio adquiridos, alcanzó un promedio superior a nueve. Pero todo comenzó con la dedicación personalizada de un profesor, para que se diera este cambio.

El poeta Antonio Machado decía:

Despacito y buena letra:

el hacer las cosas bien

importa más que el hacerlas

Me parece que es igualmente clave en la educación que debe brindar el profesor, el que sus alumnos se acostumbren a estudiar bien y a conciencia. Del mismo modo, a realizar las tareas escolares con perfección humana, cuidando los detalles pequeños.

Son hábitos que, con el correr de los años, ayudan mucho en la actividad profesional porque se asientan en la conformación de la personalidad.

Finalmente, el maestro debe, en sus clases, hablar de Dios con naturalidad. Por esa lamentable “educación laica” en nuestro país, el Creador ha sido el gran ausente en la educación.

Esos vacíos acaban afectando al alumno porque contribuyen a generar mentalidades esquizofrénicas, que se reducen más o menos a esto: “En mi casa me comporto de una manera; en la escuela, de otra; en la iglesia mantengo esta actitud, en cambio, con los amigos cambio de máscara”.

Lo ideal es ayudarles a que se comporten de una única forma donde quiera que estén, porque la personalidad humana es una y no debe estar fracturada. A esto se le llama unidad de vida, coherencia de conducta.

Del mismo modo, cuando el tema de la materia se preste, explicar que no existe incompatibilidad entre la fe y la razón, sino que son dos realidades que se complementan entre sí.

En síntesis, en la educación de los alumnos hay que saber combinar la exigencia con el cariño. Saber comprenderlos, perdonarlos, disculparlos, pero sin dejar de ayudarles para que mejoren.

Cada alumno es como una joya en bruto que toca al maestro trabajar y obtener los mejores talentos. A través de la educación se puede influir constructivamente en los alumnos, respetando su libertad, y colaborar a hacerlos hombres de bien y de provecho, con capacidad propia para que, en el futuro, contribuyan en la mejora de la sociedad.

La familia es escuela de justicia y de paz

Recopiló: Querien Vangal
Palabras del Nuncio Papal

Señores cardenales; 
queridos hermanos en el episcopado; 
apreciados hermanos y hermanas en el Señor:
Me complace poder concluir este Congreso teológico-pastoral en el marco del VI Encuentro mundial de las familias, en el cual se ha profundizado el lema propuesto por el Santo Padre Benedicto XVI: "La familia, formadora de los valores humanos y cristianos".
Saludo al señor cardenal Ennio Antonelli, presidente del Consejo pontificio para la familia, al señor cardenal Norberto Rivera Carrera, arzobispo de ciudad de México, así como a los señores cardenales, obispos, sacerdotes, religiosos y familias procedentes de distintas partes del mundo.
Como legado pontificio deseo hacerme portavoz del mensaje de esperanza y de la buena noticia que es la familia para la sociedad y para la Iglesia. A través de la familia discurre la historia del hombre, la historia de la salvación de la humanidad. Entre los numerosos caminos que la Iglesia sigue para salvar y servir al hombre, "la familia es el primero y el más importante"[1]. La familia no sólo constituye el eje de la vida personal de los hombres, sino también su ámbito social primario y el contexto adecuado de su caminar por la existencia.
El objetivo de mi intervención es señalar cómo la familia es la institución más adecuada para la transmisión de estos dos valores, justicia y paz, que son particulares, porque en ellos se dan cita tanto la dimensión individual como la social de la persona humana, desarrolladas ampliamente en las jornadas anteriores.
Procederé del siguiente modo: tras un breve análisis de la situación actual, intentaré mostrar cómo y por qué la familia es la realización primera de la sociabilidad de la persona. En un segundo momento analizaré las relaciones recíprocas entre sociedad y familia. Sucesivamente señalaré cómo sólo en este marco adecuado es posible el dinamismo del valor de la justicia y de la paz auténtica, para terminar afirmando que sólo la familia fundada en el matrimonio monógamo e indisoluble está en condiciones de transmitir fielmente estos valores.
1. Contexto histórico actual
¿Tiene algo que ofrecer la familia al comienzo del tercer milenio? ¿Se puede prescindir de la familia o se trata más bien de una realidad permanente y con un valor en sí misma? La historia asegura que es mucho y bueno lo que la familia ha aportado a la sociedad y a la Iglesia. Hace posible la misma existencia de la sociedad así como la encarnación del Cuerpo de Cristo a través de los siglos. Históricamente hablando, cuando se lesiona a la persona, al matrimonio o la familia, toda la realidad creada se resiente. La particularidad de la actual coyuntura viene dada por la globalización de los problemas que afectan de un modo u otro a todos los continentes. Asistimos a numerosos conflictos bélicos que amenazan con desestabilizar a regiones enteras. A ello se suma la reciente y profunda crisis económica que está teniendo una fuerte repercusión en todo el mundo.
Si preocupa lo anteriormente dicho, más grave aún es el diagnóstico individualista-nihilista, que se traduce en un pesimismo antropológico exacerbado. Esto se percibe en grandes áreas del planeta donde el malestar y la desconfianza difusos en la sociedad se concreta en numerosos datos. No se puede ignorar el grave invierno demográfico que hace peligrar seriamente sociedades enteras, la falta de sentido de la vida en tantos jóvenes víctimas del alcohol y las drogas, o la extrema violencia y explotación a la que hoy se ve sometida la mujer y los niños, el comercio de órganos y de sexo que destruye a la persona humana, o el abandono de tantos enfermos y ancianos que carecen de la más mínima ayuda asistencial para afrontar los últimos años de vida. También hay que hacer referencia a la crisis del sistema educativo en bastantes naciones incapaces de transmitir el saber integral, o a la inestabilidad político-económica que se cierne sobre muchos países en vías de desarrollo.
En toda esta descripción hay un denominador común que es la injusticia, una falta o ausencia de derechos. Son los derechos humanos, que derivan de la propia naturaleza del ser personal -tanto en el aspecto individual como social-, los que se han pisoteado, menoscabado o incluso eliminado.
El individualismo exasperado genera un eco de egoísmo que, como en la historia de Vulcano, es capaz de devorar a sus propios hijos. Y es que el relativismo, el hedonismo y el utilitarismo, en sus diversas variantes y combinaciones, han generado entre otras cosas la comercialización de toda la creación y de lo que es su culminación, es decir, la persona humana (cf. Gaudium et spes, 12).
Con este panorama en el horizonte hay dos alternativas: o el agravamiento de la situación en todo el planeta hasta límites desconocidos hasta el momento, o su resolución aplicando el remedio oportuno. Este deberá construirse con una sana antropología, que restablezca adecuadamente en todos los ámbitos las relaciones deterioradas. Sólo la justicia impregnada por el amor será capaz de devolver la dignidad a la persona y a toda la creación. De este modo se podrá hacer realidad aquella civilización del amor que fue la gran pasión del siervo de Dios el Papa Pablo VI. Pues bien, sólo la familia, comunidad de vida y amor, está en condiciones de regenerar la sociedad a través de la justicia y la paz, porque en ella todo está presidido por el amor. La familia encuentra en el amor su origen y su fin. Y este amor en la familia es el que mejor puede educar en los valores. El amor es de suyo difusivo y, por tanto, la familia es como un vivero donde se cultivan las semillas de justicia y de paz que, aunque con dificultades, transformarán la masa de toda la creación. Por consiguiente, resulta claro que la mejor inversión de los gobiernos será ayudar, proteger y sostener a la familia, porque es la institución sin la cual la sociedad no puede sobrevivir. Es también un motivo de esperanza ver cómo, a pesar de las contrariedades existentes, son muchas las familias que responden con fidelidad a la tarea que tienen confiada. Cada vez son más las instancias que surgen en favor de la familia. Y, sobre todo, se debe recordar que la fidelidad a su misión tiene un efecto multiplicador: la verdad cristiana sobre la familia, anunciada y vivida, encuentra una resonancia continua en el corazón del hombre. Por eso decimos una vez más a las familias, a cada familia: "Familia, sé lo que eres"[2].
2. Familia y sociedad
La familia, como lugar y manifestación más acabada de la persona, no es creación de ninguna época, sino patrimonio de todas las edades y civilizaciones. La familia es mucho más que una unidad jurídica, social y económica, ya que hablar de familia es hablar de vida, de transmisión de valores, de educación, de solidaridad, de estabilidad, de futuro, en definitiva, de amor[3]. La familia es una sabia institución del Creador donde se actualiza la vocación originaria de la persona a la comunión interpersonal, mediante la entrega sincera de sí mismo.
La familia es la célula primaria y original de la sociedad. En ella, el hombre y la mujer viven con pleno sentido su diferenciación y complementariedad, de la que brota la primera relación interpersonal. En este sentido, el matrimonio es la sociedad natural primaria. Esta sociedad primera está llamada a ser plena al engendrar los hijos: la comunión de los cónyuges es el origen de la comunidad familiar.
La familia es la célula original de la sociedad, porque en ella la persona es afirmada por primera vez como persona, por sí misma y de manera gratuita. Está llamada a realizar en la sociedad una función parecida a la que la célula realiza en el organismo. A la familia está ligada la calidad ética de la sociedad. Esta se desarrolla éticamente en la medida en que se deja moldear por todo lo que constituye el bien de la familia.
No todas las formas de convivencia sirven y contribuyen a realizar la auténtica sociabilidad. Es imprescindible que la familia sea familia, es decir, que su historia se desarrolle como una comunidad de vida y amor en la que cada uno de los miembros sea valorado en su irrepetibilidad: como esposo-esposa, padre-madre, hijo-hija, hermano-hermana. De esta forma, la dignidad personal se verá respetada plenamente, ya que las relaciones interpersonales se viven a partir de la gratuidad, es decir, a partir del amor. Esto no se alcanza por el mero hecho de vivir juntos. Se requiere que haya un hogar que sea "acogida cordial, encuentro y diálogo, disponibilidad desinteresada, servicio generoso y solidaridad profunda"[4]. Así, la familia se convierte en el recinto donde se puede formar el verdadero sentido de la libertad, de la justicia y del amor. En libertad, porque sólo desde ella se pueden forjar hombres responsables. Desde la justicia, porque sólo así se respeta la dignidad de los demás. Desde el amor, porque el respeto a los otros se perfecciona en último término cuando se ama a cada uno por sí mismo.
Pero a la familia le corresponde una función social específica fuera del ámbito familiar, que consiste en actuar y tomar parte en la vida social, como familia y en cuanto familia. Pero para contribuir al bien del hombre -humanización- y al bien de la sociedad, es necesario que la familia sea respetuosa con el conjunto de valores que la hacen ser una comunidad de vida y amor. 
A su vez, la sociedad debería tener entre sus tareas fundamentales la consecución del bien común, que podría definirse así: "El bien común no consiste en la simple suma de los bienes particulares de cada sujeto del cuerpo social. Siendo de todos y de cada uno es y permanece común, porque es indivisible y porque sólo juntos es posible alcanzarlo, acrecentarlo y custodiarlo, también en vistas al futuro"[5].
Por su parte, el Catecismo de la Iglesia católica, reproduciendo la definición de Gaudium et Spes (n. 26), concreta el bien común en tres fines o propiedades:
a) el bien común exige el respeto a la persona en cuanto tal, a sus derechos fundamentales e inalienables para que pueda realizar su propia vocación, así como las condiciones para el ejercicio de las libertades naturales.
b) el bien común exige el bienestar social y el desarrollo del grupo mismo. El desarrollo es el resumen de todos los deberes sociales. La autoridad debe decidir, en nombre del bien común, entre los diversos intereses particulares; pero debe facilitar a cada uno lo que necesita para llevar una vida verdaderamente humana: alimento, vestido, salud, trabajo, educación y cultura.
c) el bien común implica finalmente la paz, la estabilidad y la seguridad de un orden justo. La autoridad debe asegurar, por medios honestos, la seguridad de la sociedad y la de cada uno de sus miembros[6].
3. El dinamismo de la justicia y de la paz
Hemos dicho anteriormente que la justicia y la paz son elementos fundamentales del bien común que la sociedad debe procurar y que la familia puede dar y construir. Porque en la familia es donde se da el don de la justicia y de la paz y donde al mismo tiempo se "construye" como tarea propia la justicia y la paz. Detengámonos un momento a considerar un poco más de cerca ambos valores y la relación entre ellos[7].
La paz es uno de los valores transmitidos en ambos Testamentos. Es mucho más que la ausencia de la guerra. La paz representa la plenitud de la vida (cf. Ml 2, 5); es el efecto de la bendición de Dios sobre su pueblo (cf. Nm 6, 26); produce fecundidad, bienestar (cf. Is 48, 18-19) y alegría profunda (cf. Pr 12, 20). Al mismo tiempo, la paz es la meta de la convivencia social, como aparece de forma extraordinaria en la visión mesiánica de la paz, descrita en el libro del profeta Isaías (cf. Is 2, 25). En el Nuevo Testamento, Jesús afirma explícitamente: "Bienaventurados los pacíficos porque serán llamados hijos de Dios" (Mt 5, 9). Él no sólo rechazó la violencia (cf. Mt 26, 52; Lc 9, 54-55), sino que fue más allá cuando dijo: "Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen, bendecid a los que os maldicen y orad por los que os calumnian" (Lc 6, 27-28).
Junto a la luz que proviene de la Escritura, la historia del pensamiento nos muestra que la cultura de la paz supone un orden. Precisamente, según la definición de san Agustín y de Boecio, recogida por santo Tomás de Aquino, la paz se define como la tranquilidad que brota del orden[8]. A su vez, el orden supone la equidad. Santo Tomás define el orden como la disposición de las cosas conforme a un punto de referencia. Pues bien, el "punto de referencia" del orden del que brota la paz es la justicia.
3.1. La justicia, condición para la paz 
La justicia es un valor fundamental de la vida del hombre. Se trata además de una realidad imprescindible para la convivencia humana. La justicia va ligada a la estructura de toda persona independientemente del tiempo, de su edad o cultura. La justicia constituye, junto al bien y a la verdad, la trilogía de los grandes valores y realidades humanas. Por el contrario, la injusticia está relacionada con el mal y la mentira. Por tanto, la plenitud del hombre y la mejora de la sociedad están en relación al bien, a la verdad y a la justicia. La convivencia social pierde su sentido si vence el mal, el error y la injusticia. La justicia nos remite directamente al ius (derecho), y es que sólo se puede hablar de justicia si existen derechos. Por ello, la justicia consiste en dar a cada uno su derecho, lo que le es debido.
La triple distinción entre justicia conmutativa, legal y distributiva, cubre todos los aspectos de la persona, pues aúnan por igual sus derechos y deberes como individuo, a la vez que exigen y protegen sus deberes y derechos que derivan de la sociabilidad radical, que es un constitutivo esencial de su persona. En este sentido, la justicia ha sido el anhelo y la tarea de todos los tiempos. Escribe Platón: "Engendrar justicia es establecer entre las partes del alma una jerarquía que las subordine unas a otras de acuerdo con su naturaleza; siendo, por el contrario, engendrar la injusticia el establecer una jerarquía que somete unos a otros de modo contrario al natural"[9].
Por su parte, la tradición cristiana sostiene la dimensión religiosa innegable de los conceptos de justicia y justo respecto a la conducta del hombre frente a Dios, y señala la relación de la justicia con el orden social.
En este contexto, podemos preguntarnos: ¿hay una doctrina bíblica que demande el valor de la justicia en la sociedad? La respuesta es sí. Abundan los testimonios en el Antiguo y en el Nuevo Testamento que inculcan el precepto de cumplir los deberes de justicia en la convivencia social.
El mensaje de Jesús contempla diversos aspectos de la convivencia justa entre los hombres, especialmente en los sinópticos. Como dice la Congregación para la doctrina de la fe, en un documento suyo, "en el Antiguo Testamento, los profetas no dejan de recordar, con particular vigor, las exigencias de la justicia y la solidaridad y de hacer un juicio extremamente severo sobre los ricos que oprimen al pobre (...). La fidelidad a la alianza no se concibe sin la práctica de la justicia. La justicia con respecto a Dios y la justicia con respecto a los hombres son inseparables. Esta doctrina está aún más radicalizada en el Nuevo Testamento como lo demuestra el discurso sobre las Bienaventuranzas"[10].
En nuestros días, la palabra "justicia" es uno de los términos más usados en la vida socio-política. En muchos casos es la palabra "clave" o "comodín" de declaraciones políticas, económicas y sociales en múltiples foros nacionales e internacionales. Este uso continuo, y el abuso que se ha podido hacer de él por parte de algunas ideologías, ha llevado a que el término "justicia" reciba diversas acepciones.
A pesar de la claridad de la definición de justicia, "lo suyo" debe ser bien interpretado y defendido en cada caso como objeto primario. Si no se hace así, la realización de la justicia estará sometida a la arbitrariedad de los poderosos del momento y puede ocurrir que la justicia, que debería ser camino para alcanzar la paz, al perder su verdadero sentido, sea ocasión de violencia incluso extrema.
De la injusticia brota siempre la violencia. En la actualidad, las injusticias sociales, económicas y políticas generan numerosas guerras, tensiones y conflictos. Frente a la guerra, se presenta la paz que es fruto de la justicia y de la solidaridad. "Superando los imperialismos de todo tipo y los propósitos por mantener la propia hegemonía, las naciones más fuertes y más dotadas deben sentirse moralmente responsables de las otras, con el fin de instaurar un verdadero sistema internacional que se base en la igualdad de todos los pueblos y en el debido respeto de sus legítimas diferencias. Los países económicamente más débiles, o que están en el límite de la supervivencia, asistidos por los demás pueblos y por la comunidad internacional, deben ser capaces de aportar a su vez al bien común sus tesoros de humanidad y de cultura, que de otro modo se perderían para siempre"[11].
Pero la paz se realiza también a base de cosas pequeñas, en la vida ordinaria y en el pequeño entorno de cada uno. Los cristianos debemos lanzarnos por todos los caminos de la tierra, para ser sembradores de paz y de alegría con nuestra palabra y con nuestras obras. Ninguna otra realidad como la familia es capaz de construir día a día con su perseverancia la paz que es fruto de la manifestación del orden interior de las familias y también de los pueblos.
4. Familia: encarnación paradigmática entre justicia y caridad
La familia no es para la persona humana una estructura externa y accesoria. Por el contrario, es el ámbito privilegiado para el desarrollo y crecimiento de su personalidad, conforme a las exigencias de la dimensión social constitutiva de la persona. "La familia, fundada en el amor y vivificada por él, es el lugar en donde cada persona está llamada a experimentar, hacer propio y participar en el amor sin el cual el hombre no podría vivir y su vida carecería de sentido"[12]. De ahí que el valor del amor, junto con el de la libertad y de la justicia, ocupe el centro de la función de la familia en la sociedad. En la propuesta cristiana, el primado lo detenta la caridad. La caridad engloba y encarna todas las virtudes, pues consiste en participar de la vida de Cristo, hombre perfecto.
Si es cierto que existen unas diferencias en cuanto a su finalidad específica, caridad y justicia pueden y deben integrarse. Para alcanzar este fin, y si se quiere que ambas virtudes se complementen para solucionar los problemas sociales, hace falta que se cumplan las siguientes tesis:
a) No hay caridad sin justicia: la caridad tiene carácter "de fin", mientras que la justicia cumple el cometido "de medio". Por tanto, así como no se alcanza el fin sin el uso de medios, de modo análogo faltará la caridad en la convivencia si la justicia (medio) está ausente de la vida social. Observando tantas injusticias sociales, cabe concluir que se está aún lejos de alcanzar la caridad.
b) No hay justicia si falta amor: por la misma doctrina de relaciones "medios-fin" se confirma esta tesis, ya que no tiene sentido esforzarse en poner unos medios (justicia) que no están orientados a fin alguno (caridad).
c) El cumplimiento de la justicia es una condición permanente de la caridad: un estado de justicia facilita relaciones estables de caridad entre las personas y, al contrario, la injusticia es fuente constante de conflictos.
Por tanto, es muy conveniente conjuntar el ejercicio de la justicia y la caridad, que "son como las leyes supremas del orden social"[13]. A este respecto, Juan Pablo II escribe: "La justicia por sí sola no es suficiente (...). La experiencia histórica ha llevado a formular esta aserción: summum ius, summa iniuria (el derecho sumo -estricto-, comporta la suma injuria)"[14].
5. Familia: escuela de justicia, de amor y de paz
Diversos datos sociológicos indican que la familia, además de ser la institución más valorada (84% - 97%)[15] y referencial para las personas, es la que contribuye de manera decisiva a la cohesión social. En efecto, las relaciones que se establecen dentro de las familias (relaciones paterno-filiales, relaciones fraternales, relaciones intergeneracionales)[16] fomentan la responsabilidad social del grupo familiar.
¿Cómo procura la familia la cohesión social? Según distintos indicadores sociológicos[17], la familia aporta la cohesión social a través de la fecundidad, que es la que asegura la continuidad generacional y donde se aprende la "identidad" (soy hijo porque tengo un padre, soy padre porque tengo un hijo), que consolidan el "arraigo identitario" como elemento configurador de la personalidad.
Por otra parte, la familia, debido a la gratuidad que impera en su naturaleza y dinamismo, puede transmitir los valores morales y procurar una asistencia integral, ya que la familia es uterus spirituale. En estas condiciones, la familia está posibilitada para realizar lo que le es propio (principio de subsidiariedad) y que consiste en su papel educador de las nuevas generaciones. Otras instancias e instituciones no deben arrogarse funciones que no le son propias. La familia, en cambio, debido a su vocación de permanencia en el tiempo, es el recinto donde se desarrollan, forjan y transmiten los valores sustanciales de la persona, que no son sólo los técnicos, sino también y fundamentalmente los valores espirituales.
En efecto, la complementariedad de los padres y el compromiso estable de los esposos posibilitan el papel de la educación integral que reclama constancia, entrega y dedicación duradera. Nunca termina ese proceso educativo, de tal forma que la referencia familiar es imprescindible para la forja de una personalidad madura que aporte a la sociedad los valores que le han sido transmitidos en el núcleo familiar. Como bellamente ha expresado Margarita Dubois "los hijos no crecen bajo sus padres, sino a su lado. No bajo su sombra sino a su luz".
La familia es escuela de justicia y de paz porque educa en y para la verdad[18], en y para la libertad, en y para la vida social. La actividad genuinamente educativa de la familia es "sentar las raíces de la verdad en las alas de la libertad". En este círculo entre verdad y libertad es donde se pueden transmitir original y creativamente los valores del diálogo, el seguimiento, la responsabilidad, la exigencia, la disciplina, el respeto, el sacrificio y el equilibrio. ¿Está convencida la sociedad de que estos y otros valores hacen falta para construir entre todos una sociedad justa y pacífica? He aquí, pues, la linfa oxigenada que la familia puede aportar a la sociedad. El capital social que la familia aporta es de indudable valor, ya que permite desplegar en plenitud las dimensiones individuales y sociales que tiene todo ser humano. De aquí que el sentido común y la lógica apuesten por robustecer cada día más la familia como verdadero manantial de justicia y de paz.
Por encima de las amenazas y dificultades que hoy se presentan de tantas formas contra la convivencia y las relaciones entre las personas y entre los pueblos, la familia está llamada a ser protagonista de la paz. Es el lugar en el que cada persona es ayudada a alcanzar su plena madurez que le permita construir una sociedad de armonía, solidaridad y de paz[19]. En efecto, en una vida familiar sana se experimentan algunos elementos esenciales de la paz: la justicia y el amor entre hermanos y hermanas, la función de la autoridad manifestada por los padres, el servicio afectuoso a los más débiles, a los ancianos y a los enfermos, la ayuda mutua en las necesidades de la vida, la disponibilidad para acoger al otro y, si fuera necesario, para perdonarlo. Por eso, la familia es la primera e insustituible educadora de la paz[20]. La experiencia muestra suficientemente que los valores cultivados en la familia son un elemento muy significativo en el desarrollo moral de las relaciones sociales que configuran el tejido de la sociedad. De la unidad, fidelidad y fecundidad de la familia, como fundamento de la sociedad, dependen la estabilidad de los pueblos.
Cuantos integran la familia han de ser conscientes de su protagonismo en la causa de la paz mediante la educación en los valores humanos en su interior, y hacia fuera con la participación de cada uno de sus miembros en la vida de la sociedad. Y también ha de serlo el Estado que, reconociendo el derecho de la familia a ser apoyada en esa función, debe procurar que las leyes estén orientadas a promoverla, ayudándola en la realización de las tareas que le corresponden. "Frente a la tendencia cada vez más difundida a legitimar, como sucedáneos de la unión conyugal, formas de unión que por su naturaleza intrínseca o por su intención transitoria no pueden expresar de ningún modo el significado de la familia y garantizar su bien, es deber del Estado reforzar y proteger la genuina institución familiar, respetando su configuración natural y sus derechos innatos e inalienables. Entre éstos, es fundamental el derecho de los padres a decidir libre y responsablemente en base a sus convicciones morales y religiosas y a su conciencia adecuadamente formada cuándo tener un hijo, para después educarlo en conformidad con tales convicciones"[21]. Apoyar a la familia en los diversos ámbitos en los que desarrolla su existencia es contribuir de manera objetiva a la construcción de la paz. Y "quien obstaculiza la institución familiar, aunque sea inconscientemente, hace que la paz de toda la comunidad, nacional e internacional, sea frágil, porque debilita lo que, de hecho, es la principal 'agencia' de paz"[22].
Si la quiebra de la familia es una amenaza para la paz y signo del subdesarrollo moral y económico de la sociedad, su salud, en cambio, se mide en gran medida por la importancia que se da a las condiciones que favorecen la identidad y misión de las familias. No se puede ignorar que las ayudas a la familia contribuyen a la armonía de la sociedad y de la nación, y eso favorece la paz entre los hombres y en el mundo. Proteger y defender los derechos de las familias como un tesoro es tarea que corresponde a todos. En primer lugar, a las familias como protagonistas de su propia misión. Pero también a otras instituciones, de manera particular a la Iglesia y al Estado. El futuro de la sociedad, el futuro de la humanidad pasa por la familia.
Conclusión
Ahora podemos responder sintéticamente a la pregunta inicial, ¿qué aporta la familia a la sociedad?, de la siguiente forma:
1. La familia es garantía de futuro para la sociedad. En ella se transmite el bien fundamental de la vida humana y se dan las condiciones idóneas para la educación integral de los hijos. Ella es la que procura el tesoro de la generación y la que contribuye decisivamente a que los hijos sean buenos ciudadanos.
2. La familia es transmisora del patrimonio cultural. "Es en el seno de la familia donde se trasmite la cultura como un modo específico del existir y del ser del hombre"[23]. En la familia comienza a forjarse la integración de cada individuo en su comunidad nacional -lengua, costumbres, tradiciones-, asegurando la subsistencia del pueblo al que cada uno pertenece. En ella se va conociendo la historia a través del diálogo con los padres y los abuelos, un diálogo entre generaciones de singular importancia, que produce esa memoria viviente que forja la identidad personal.
3. La familia aporta a la sociedad mucho más de lo que haría la suma de cada uno de sus miembros porque en ella se cultiva el bien común. Por eso, sin la familia, la sociedad no recibiría ese plus propio de la familia. Como hemos señalado, el bien común familiar no consiste sólo en lo que es bueno para cada uno de sus componentes, sino en lo que es bueno para su conjunto, alimentando así el desarrollo y la cohesión social.
4. La familia, además de garantía de estabilidad, es ventajosa para las administraciones. En efecto, la familia, además de proporcionar sujetos de producción económica, es un factor de cohesión social que en muchas ocasiones actúa como "colchón solidario" ante diversas coyunturas adversas. En la actualidad, la familia se ha convertido en el núcleo de estabilidad para los miembros con problemas de desempleo, enfermedad, dependencia o marginación, aliviando los efectos dramáticos que dichos problemas ocasionan. La familia es hoy el primer núcleo de solidaridad dentro de la sociedad, que logra lo que las administraciones públicas difícilmente pueden cubrir.
5. La familia es el primer promotor de los derechos del hombre, pues tanto éstos como la misión de la familia tienen como destinatario último a la persona.
6. La familia y la sociedad son interdependientes, por lo que todo lo que afecte a la sociedad[24], tarde o temprano, afectará a la familia y viceversa. Por este motivo se puede afirmar:
a) La familia personaliza la sociedad. En la familia se valora a las personas por su propia dignidad, se establece el vínculo afectivo y se favorece el desarrollo y la maduración personal de los hijos a través de la presencia y la influencia de los modelos distintos y complementarios del padre y la madre.
b) La familia socializa la persona. En ella se aprenden los criterios, los valores y las normas de convivencia esenciales para el desarrollo y bienestar de sus propios miembros y para la construcción de la sociedad: libertad, respeto, sacrificio, generosidad, solidaridad.
En estos días pasados hemos contemplado a la Sagrada Familia en Belén y en Nazaret. La Sagrada Familia está llamada a ser memoria y profecía para todas las familias del mundo. En ella, el Verbo de Dios vivió y, a través de la familia, nos transmitió gran parte de su vida, que es para todo hombre luz para conocer la inmensidad a la que ha sido llamado: construir ya en esta tierra "el reino de la verdad y de la vida, el reino de la santidad y la gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz"[25]. Desde el corazón de México, éste es el don y la tarea a la que se convoca a todas las familias del mundo. Que a ello nos ayude la materna intercesión de Nuestra Señora de Guadalupe.
Muchas gracias.

Cambio del viejop por uno nuevo


Por: Raúl Espinoza Aguilera

Las noticias que nos llegan del Viejo Continente suelen ser negativas: que hay legislaciones de varios países en las que han aprobado el aborto, la eutanasia, las uniones homosexuales, las drogas blandas, el divorcio “al vapor”, etc.
En materia de población, los especialistas en demografía comentan alarmados que está ocurriendo un envejecimiento de la población, más concretamente, en los países de Europa Occidental.

Se calcula que para 2040 ó 2050 aumentará considerablemente el número de personas de la Tercera Edad. Se habla ya de una “catástrofe demográfica” y de la caída de la tasa de la natalidad como una de las peores epidemias que actualmente sufre este continente.

Pero no todas son noticias “catastrofistas” ni negativas. Recientemente, me llevé una gran alegría cuando me enteré que en Europa, desde la década de los 90, se ha ido conformando una asociación de familias numerosas.

La iniciativa comenzó en España, en plan muy modesto y con la idea de ir creciendo gradualmente. Luego, un padre de familia de Portugal, Fernando, con 13 hijos, se puso en contacto con el grupo promotor para unirse a su iniciativa.
Poco tiempo después, se les unió una familia holandesa con siete hijos, que tenía las mismas inquietudes y deseos de trabajar juntos por hacer prevalecer en los países los derechos de las familias numerosas.

En 2002, estos padres organizaron en Madrid el primer congreso europeo, bajo el lema: “La familia, futuro de Europa”. A continuación, entraron en contacto con una asociación muy bien estructurada, en Hungría, que perseguía los mismos fines. Su presidente es Laszlo, un prestigioso matemático.

Esta asociación húngara también se les unió y, a la vez, Laszlo puso en contacto a los padres de los otros países, con otras asociaciones similares en Europa del Este. Entre ellas destaca la agrupación de Letonia con su activo dirigente, Leonids, padre de cuatro hijos.

En 2003, tuvieron una nueva reunión internacional en Bruselas para conocerse mejor, intercambiar experiencias, convivir, presentar conferencias y preparar los estatutos de la naciente Confederación Europea de Familias Numerosas (European Large Families Confederation, esto es, ELFAC).

En los últimos años se han estado celebrando congresos periódicamente: en Lisboa (2004), en Gyor, Hungría (2006). De forma paralela se han ido sumando familias de otros países, como: la República Checa, los Países Bálticos, Italia, Polonia, Chipre, etc.

Actualmente, están buscando capacitar bien a sus dirigentes y trabajadores de estas asociaciones y mantener un excelente nivel académico en sus conferencistas. De esta manera, esta asociación ha ido adquiriendo prestigio por su seriedad y constancia por alcanzar sus objetivos.

Con el tiempo, la presencia de esta agrupación se ha hecho más patente ante la opinión pública. Se han convertido en interlocutores ordinarios de los organismos del gobierno europeo para los asuntos relacionados con la familia.

Han celebrado diversos encuentros con los miembros de la Comisión Europea, promoviendo foros de debate, por ejemplo:
1. Sobre demografía y políticas familiares.
2. Impulsando resoluciones del Parlamento Europeo contra la discriminación de las familias con más hijos.
3. Apoyando directivas legislativas para favorecer la natalidad.

Recientemente lograron que la Comunidad Europea redujera impuestos en algunos productos infantiles. También han pedido formalmente a todos los países europeos que eliminen los obstáculos que dificultan a los matrimonios el tener más hijos y atenderlos adecuadamente.

Poco a poco, con medidas específicas y bien estudiadas, la perspectiva de la familia va teniendo más eco en la agenda pública europea. También han logrado que muchas empresas reduzcan sus costos en algunos productos, como: gas, electricidad, teléfono, automóviles, alimentación…

Los mismos resultados han obtenido con los lugares recreativos y de diversión, como: zoológicos, museos, acuarios o parques de juegos infantiles, etc. En general, podríamos afirmar que están consiguiendo una magnífica respuesta de muchas instituciones gubernamentales y privadas.

El Papa Juan Pablo II, en su visita pastoral a Santiago de Compostela, pronunció un célebre discurso para que Europa volviera de nuevo a sus raíces cristianas, a sus valores y a su cultura que han hecho grande a este continente.

Decía con gran fuerza en aquella memorable ocasión, el Romano Pontífice: “¡Europa, sé tú misma!”, refiriéndose a que es una imperiosa necesidad que este continente vuelva a sus orígenes de la fe en Jesucristo, a partir de la cual se ha cimentado buena parte de la civilización occidental.

Cuando leía la información sobre esta Confederación de Familias Numerosas pensaba que todavía puede surgir un cambio positivo y estimulante en Europa. Es verdad lo que dice el dicho que: “Mientras hay vida, hay esperanza”.

¡Verdaderamente los padres, cuando se organizan eficazmente, pueden alcanzar grandes metas y logros, no sólo en beneficio de sus propias familias, sino por el bien de su país, de su continente y de toda la familia humana!

Porque estos padres de familia piensan, también, en legar una rica herencia espiritual, con bases sólidas y firmes, a la par que dejar un admirable ejemplo para las futuras generaciones de familias.

Basta con que un puñado de padres católicos se hayan puesto en movimiento para que renazca de nuevo la esperanza en el Viejo Continente por promover la vida, la familia, y retornar a sus raíces cristianas.

Sin duda, una excelente noticia para celebrar en este “Día de Europa”.


Una mujer valiente


Por: José Martínez Colín

Un escritor llamado Alfonso Aguiló, recuerda la historia de una mujer valiente y fiel a su conciencia que puso su vida al servicio de los demás y que a continuación resumo.
Sophie Scholl nació en Alemania en 1921 y vivió muy de cerca la agresividad y la perversión del nazismo. En mayo de 1942 entró en la Universidad de Munich como estudiante de Biología y Filosofía. Su hermano, Hans Scholl estudiaba Medicina.
Varios alumnos debatían sobre cómo debía actuar un cristiano bajo aquella dictadura. No era una fácil… de hecho su padre había sido encarcelado por un comentario crítico con respecto a Hitler.
En ese entonces, aparecieron algunos panfletos de un movimiento llamado “La Rosa Blanca” contra el nazismo. Sophie se sintió atraída por esas ideas e ingresó al grupo.
Su hermano Hans y sus amigos eran los principales miembros de la organización, la cual se estaba extendiendo por toda Alemania. Pronto, ambos hermanos lo lideraron. Casi todos habían sido testigos de las atrocidades nazis, tanto en los campos de batalla como entre la población civil.
Los dos acudieron a la Universidad la mañana del 18 de febrero de 1943. Sophie lanzó sobre los estudiantes los últimos papeles, pero fue vista por un conserje que avisó a la policía, por lo que fueron arrestados, junto con otros miembros del grupo.
La Gestapo colocó en la misma celda de Sophie a una mujer llamada Elsa Gebel para que la espiara y obtuviera más nombres de los miembros del grupo. Sin embargo, sucedió lo contrario, pues Elsa cambió sus convicciones al escucharla y no reportó nada.
Después de la guerra, en una carta dirigida a los padres de Sophie, ella describió cómo en los últimos cinco días de la vida de la joven, había cambiado su forma de pensar, lo que marcó su vida para siempre.
El 22 de febrero de 1943 un tribunal les declaró culpables de traición y fueron condenados a morir en la guillotina ese mismo día, al igual que otros miembros del grupo. Pese a ello, la organización creció en número.
En años posteriores, los hermanos Scholl han sido inmortalizados en el cine y en el teatro, en obras como “La Rosa Blanca” o “Los últimos días”, donde se narran esos últimos días de su vida.
Hoy, muchas calles, parques, avenidas y escuelas de Alemania llevan el nombre de los hermanos Scholl. Su historia es un ejemplo de la resistencia con que supieron rebelarse ante una gran injusticia. Combatían sin medios, contra la impresionante potencia del Tercer Reich.
Eran jóvenes y “les disgustaba perder el encanto de vivir”, como dijo muy tranquila Sophie el día de la ejecución. Pero sabían que la vida no es el valor supremo y que sólo satisface realmente cuando se pone al servicio de algo superior que la ilumina y calienta con tanta claridad como nos ilumina y nos calienta el sol.
Tenían el convencimiento de que la muerte no era un precio demasiado alto a pagar por seguir los dictados de la conciencia.
Por eso marcharon serenos a su encuentro, sin miedo, sabiendo que morían defendiendo algo grande, algo en lo que creían. “¿Qué importa mi muerte –afirmó Sophie–, si a través de nosotros miles de personas se despiertan y comienzan a actuar?”.
Una lección para seguir unos ideales en los que encontramos una razón para vivir y para morir.