miércoles, 29 de abril de 2009

Hecho que todos conocemos

Por: Enrique Galván-Duque Tamborrel

De un mismo modo todos podemos observar las diferentes formas en que se busca obsesivamente la felicidad y el precio que se está dispuesto a pagar por encontrarla, y si no, solamente demos una ojeada a todos esos comerciales en los medios de comunicación y en la internet sobre recetas mágicas, terapias light, libros de autoayuda, etc., que ofrecen la "dosis justa" para desterrar todo sufrimiento y abrir las puertas a la felicidad.

Pero, ¿en qué consiste eso de ser feliz? ¿Qué es la felicidad?

La vieja discusión del mundo de la filosofía y de la psicología sobre qué significa la felicidad en la vida cotidiana se ha llegado a plantear en términos de si existe o no la felicidad, si es algo transitorio o si de verdad puede existir un estado perenne de felicidad. Hasta el momento no hay un consenso al respecto.

Sin embargo, tal vez si pensamos la felicidad más desde dentro de uno mismo, más como un estado interior y no como algo relacionado con una alegría que proviene de fuera, podamos entender y dar un significado personal a ese estado que cada uno de nosotros sabe qué es y puede diferenciarlo de otros estados. Ese algo que pasa en nuestro interior, que sentimos y sabemos que es algo más duradero por lo que no es producto de una experiencia gozosa pasajera; ese algo que está relacionado con la tranquilidad y la paz interior, con una sensación interna de serenidad, de satisfacción, de asombro, de tolerancia y respeto hacia los demás y a la vida misma.

Cyrulnik es un psicoanalista que se ha dado a la tarea de estudiar a las personas que aprenden de la experiencia dolorosa para salir adelante y encontrar la felicidad, diferencia entre el bienestar y la felicidad. Considera que el bienestar remite a algo físico, por lo que uno se siente bien cuando todas sus necesidades están cubiertas; es una sensación inmediata que puede perderse al volver a estar en un estado de necesidad.

La felicidad en cambio, es el resultado de una representación, de una esperanza, de un proyecto de existencia; existe únicamente en la representación mental, por tanto, es fruto de la elaboración y algo a trabajar y construir en el encuentro con el otro.

La felicidad es posible alcanzarla en la adversidad, esto no quiere decir que sea un proceso fácil de construir. Sin duda el precio es alto, pero aquellos que se niegan a hacer el esfuerzo de resistir, lo pagarán aún más caro. La dimisión es dolorosa, pero la resistencia es cara. Si la herida es demasiado grande, si nadie sopla sobre las brasas de resiliencia --capacidad de una persona o grupo para seguir proyectándose en el futuro a pesar de acontecimientos desestabilizadores, de condiciones de vida difíciles y de traumas a veces graves-- que aún quedan en su interior, será una agonía psíquica y una herida imposible de curar. En este proceso de re-construcción la presencia de los otros es significativa, pues en soledad no es posible encontrar los recursos para sanar el dolor, necesitamos de otro para expresar, hablar, compartir, significar y construir acciones que permitan elaborar las experiencias dolorosas.

Llegados a este punto podemos decir que existen más dudas que certidumbres, más preguntas que respuestas, lo único claro es que todos buscamos la felicidad, algunos desde una base fundada en ilusiones utópicas, otras desde bases más realistas que apuntalan el realismo y la esperanza ante la vida, la resistencia y adaptación a las adversidades de la existencia, construyendo incluso y a pesar de, una vida dinámica y satisfactoria. Estas bases se establecen desde épocas muy tempranas en la interacción con la madre y/o con los primeros cuidadores en la vida.

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