sábado, 5 de enero de 2008

¿Cuál es el costo de un hijo?

Por: Enrique Galván-Duque Tamborrel


Se publico hace algunos meses un artículo que asentó que el costo de crianza de un hijo para una familia de clase media, desde su nacimiento hasta la edad de 18 años, era de $160 mil dólares. Esto podrán constatarlo los que son padres, quienes ya saben de que se trata, y para los que todavía no tienen hijos le servirá de orientación.

Claro que esta información tiene dos puntos de vista totalmente encontrados. Para los que tienen hijos, estos números los hará pensar lo que hubieren acumulado si no fuera por ellos. Claro que esta visión es relativa, porque lo más seguro es que se lo hubiera gastado en otros menesteres que obviamente tendrían precisamente por no tener hijos. Por otra parte, para los que no tienen hijos, quizás los haga confirmar su decisión de no tener hijos o, en su caso, consolarse de no haber podido tenerlos.

De entrada como que asusta la cantidad de $160 mil dólares, pero si los desglosamos no se ve tan aparatoso, veamos: manejando cantidades cerradas, $160 mil equivales a $ 8900 anuales, $742 mensuales, 171 semanales o $25 diarios. Finalmente un poco más de $1 dólar por hora.

Visto por el lado puramente material, el mejor consejo de un asesor financiero sería que para se rico es mejor no tener hijos. Pero ¡claro! visto por este lado, pero veamos la otra cara de la moneda. ¿Qué se obtiene por $160 mil dólares?

Ø Derecho para poner el primer y segundo nombres y el apellido.

Ø Comunicación diaria con Dios.

Ø Risitas bajo las sábanas toda las noches y amaneceres.

Ø Mucho amor, más que el que supone uno se puede aguantar.

Ø Abrazos y besos a toda hora.

Ø La maravilla interminable de ver crecer a un ser que amas incondicionalmente.

Ø Una mano para sostener, generalmente cubierta de mermelada.

Ø Un compañero para hacer burbujas, papalotes, construir castillos en la arena, e ir saltando por la acera mientras cae un chaparrón.

Ø Alguien para reírse tontamente de uno mismo, sin importar lo que suceda en el mundo exterior.

Ø Hincharse uno mismo de orgullo y satisfacción cuando finalmente entienden las operaciones básicas de la aritmética, o equilibrarse en la bicicleta o que Santa es un personaje mítico y que no es el verdadero significado de la Navidad.

Ø Tener permiso para pintar con los dedos, esculpir calabazas, jugar al escondite, capturar insectos y creer s9empre en milagros.

Ø Poder seguir leyendo los cuentos de Meter Pan, ver caricaturas los sábados por la mañana, ver las películas de Walt Disney y pedirles deseos a las estrellas.

Ø Poder pegar calcomanías en el refrigerador y coleccionar estampitas que vienen en las golosinas.

Ø Poder ir a lugares que de otra forma ya no se iría, como: la feria, el circo, el zoológico, etc.

Ø Poder ser un héroe sólo por recuperar un “frisbee” del techo del garaje, por quitar las ruedas de entrenamiento de la bicicleta, por sacar una astilla, llenar la piscina inflable, escupir una goma de mascar muy lejos, y por adiestrar un equipo de béisbol que nunca gana pero siempre logra como premio un helado.

Ø Conseguir un asiento de VIP en la historia para ser testigo del primer paso, la primera palabra, el primer diente, la primera cita, la primera oración y la primera vez en la feria.

Ø Conseguir ser inmortal. Lograr agregar otra rama a tu árbol genealógico.

Ø Obtener una educación, algunas veces con honores, en: psicología, nutrición, justicia criminal, comunicaciones, y sexualidad humana, que ninguna universidad del mundo puede igualar.

Ø Ante los ojos de un niño, estar en el mismo escalafón con Dios, tener todo el poder para: sanar un llanto, espantar los monstruos que están debajo de la cama, remendar un corazón roto, vigilar una fiesta, ponerlos siempre sobre la tierra y amarlos sin límites, de forma tal que un día ellos amen, como cualquiera, sin tomar en cuenta el costo.

Ø Finalmente, si es que hay límite para las satisfacciones que se pueden tener con un hijo, y quizás lo más importante, es el orgullo de modelar la formación de un ciudadano en ciernes, para que cuando se integre a la sociedad sea un ciudadano probo y responsable. Además, que cuando sea su turno de ser padre, lo haga a imagen y semejanza de lo que le enseñó su padre.

Como conclusión, cabe la pregunta: ¿Vale o no la pena invertir en el costo de un hijo?

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