martes, 8 de diciembre de 2009

Un hijo con discapacidad, ¿bendición o castigo?


 Por: Cirze Tinajero

Diciembre / 2009

 

Cuando se planifica la llegada de un hijo se espera que sea un niño sano, al que veamos crecer y desarrollarse de la manera más normal, que con el tiempo aprenda a caminar, hablar, leer e interactuar con otros pequeños.

 

Pero cuando el tan esperado y querido niño o niña presenta una discapacidad, la familia experimenta un sentimiento de pérdida por el hijo que se esperaba y no llegó. Peor aún, se cree que es lo peor que como familia les pudo haber pasado, que es una mala broma del destino y que serán mal vistos en la sociedad.

 

Es decir, las reacciones ante un integrante con capacidades diferentes, son variadas; van desde el dolor, la culpa, el enojo, la búsqueda de segundas opiniones médicas, hasta –lamentablemente– casos en donde los padres creen que lo mejor hubiera sido que su hijo no hubiera nacido.

Pero la realidad es que el nuevo integrante de la familia es otro ser humano, con los mismos derechos que cualquier otro, y merece la oportunidad de tener una vida plena, llena de amor, cariño y de una familia que lo apoye.

 

Para ello, es necesario creer en el pequeño, tener fe en que el hecho de ser diferente no es un impedimento para que obtenga éxito; recordemos que hay cientos de deportistas y empresarios con discapacidad que han sabido desarrollarse y triunfar en sus respectivas profesiones.

Pero, sobre todo, la familia debe estar dispuesta a trabajar con la persona con capacidades diferentes y avanzar poco a poco. Se debe aprender a sacar lo mejor de él mismo, e inculcarle la idea de que puede actuar sin limitantes (pues aunque sabemos que existen, con el tiempo se descubrirán); tener la disposición de pedir ayuda profesional; y aprender a comunicar sentimientos y evaluar éxitos.

 

Cuando la familia acepta al niño con su discapacidad, se liberan de los sentimientos de culpa y comienzan a darse cuenta de la bendición que un pequeño con estas características conlleva; es entonces cuando la armonía crece en el hogar.

 

Además, no debemos olvidar que la visión que tenemos como sociedad de las personas con discapacidad física ha variado con el paso de los años, anteriormente se les veía como personas relegadas en el hogar, sin posibilidades de socializar y mucho menos de desarrollarse en el ámbito laboral. Sin embargo, hoy en día ya hay miles de organizaciones civiles que apoyan y prestan ayuda a esta causa.

 

Es verdad que tener en la familia un integrante con capacidades diferentes no es fácil, pero tampoco es un castigo, de hecho es una bendición que trae bajo el brazo cientos de enseñanzas de vida. Significa que la situación será diferente e implicará un esfuerzo mayor, pero con perseverancia éste se verá gratificado satisfactoriamente.

 

 

 «La ley disciplina nuestro cotidiano vivir»

 





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