lunes, 20 de octubre de 2008

"Hoy voy a decir lo que nadie se atreve a decir"

Fuente: Yoinfluyo.com
Autor: Norma Mendoza Alexandry
miércoles, 24 de septiembre de 2008

Un gran pensador(1) decía que ha prosperado en nuestro tiempo la más singular de las suposiciones: la suposición de que cuando las cosas van muy mal, necesitamos un hombre práctico. Pero sería más acertado decir que cuando las cosas van muy mal, necesitamos un hombre no-práctico.
Ciertamente, al menos, necesitamos un teórico. Un hombre práctico significa un hombre acostumbrado a la simple práctica diaria, a la manera en que las cosas funcionan normalmente.
Cuando las cosas no funcionan, has de tener al pensador, el hombre que tenga cierta doctrina sobre por qué no funcionan. Estaría bastante mal tocar el violín mientras arde Roma, pero estaría muy bien estudiar la teoría hidráulica mientras arde Roma.
¿Por qué los derechos son violados aún por los jueces supremos de una nación? Es lamentable que existan regímenes que aún no reconocen los derechos fundamentales del hombre y de la mujer, el veredicto es siempre condenatorio. Las simples leyes y las condenas son estériles si no alcanzan a dar fin a que el ser humano sea capaz de utilizarse como verdugo del mismo ser humano.
La solución, entonces, será preciso buscarla en un estrato más profundo de la vida humana: en el
descubrimiento de valores que están por encima de lo puramente jurídico, económico, ideológico y cultural, de raza, etc. O sea, la dimensión de la persona en lo que tiene de específico de hombre y de mujer, es decir, en los valores morales.
Solamente una humanidad educada en los valores éticos será capaz de crear una sociedad en la que se defiendan y cultiven los derechos fundamentales de la persona.
Uno de los hombres que conocimos todos y que nos pudo decir por qué las cosas no funcionan –Juan Pablo II, quien pudo conocer de cerca los crímenes de la II Guerra Mundial–, dijo en un famoso discurso: "Vengo aquí hoy como peregrino. Se sabe que he estado aquí muchas veces… ¡Cuántas veces!... Cristo quiere que yo, sucesor de Pedro, dé testimonio ante el mundo de lo que constituye la grandeza del hombre de nuestros tiempos y de su miseria. De lo que constituye su derrota y su victoria.
"Vengo pues y me arrodillo en este Gólgota del mundo contemporáneo, sobre estas tumbas, en gran parte sin nombre, como la gran Tumba del Soldado Desconocido. En particular me detengo junto a vosotros ante la lápida con la inscripción en lengua hebrea. Esta inscripción suscita el recuerdo del pueblo cuyos hijos e hijas estaban destinados al exterminio total. Precisamente este pueblo, que ha recibido de Dios el mandamiento de "no matar", ha probado en sí mismo, en medida particular, lo que significa matar.
"A nadie le es lícito pasar por delante de ésta lápida con indiferencia. Finalmente, la última lápida: la que está en lengua polaca, son seis millones de polacos los que perdieron la vida durante la II Guerra Mundial… una dolorosa cuenta con la conciencia de la humanidad. Sería necesario detenerse ante cada una de las lápidas y así lo haremos". (Juan Pablo II).
Aquel Papa puso el dedo en la llaga: se llegó al punto de que el hombre perdió el rumbo y terminó en el caos y en la muerte. En nuestro mundo actual, en el hoy que estamos viviendo, nuestro problema es que hemos llegado a una especie de olvido generalizado de lo que anteriormente se pretendía. Hoy, ningún ciudadano pide lo que desea, sino que cada uno pide lo que imagina que puede conseguir.
Y ¿qué es lo que se consigue cuando lo que se busca es infundado o aparente? Nuevamente acudimos a otro pensador, esta vez de nuestros tiempos: a Joseph Ratzinger, hoy Benedicto XVI, a propósito de su reciente viaje a Francia.
Nos dice que este mundo ha creado sus propios ídolos, y los sigue sin pararse un momento y preguntarse ¿qué es lo que importa en mi vida?, ¿qué debo poner en primer lugar? El ídolo es un señuelo, "pues desvía a quien le sirve para encadenarlo al reino de la apariencia… es la tentación de idolatrar un pasado que ya no existe, olvidando sus carencias, o un futuro que aún no existe, creyendo que el ser humano hará llegar con sus propias fuerzas el reino de la felicidad eterna sobre la tierra.
"San Pablo dice a los Colosenses (cf, 3,5), que la codicia insaciable es una idolatría, y recuerda a su discípulo Timoteo que el amor al dinero es la raíz de todos los males… el dinero, el afán de tener, de poder e incluso de saber, ¿acaso no desvían al hombre de su verdadero fin?".(2)
Entonces habremos de preguntarnos cuál es el verdadero fin y, más importante aún, ¿cómo llegar a él?Pues bien, el camino nos conduce a hacer uso de nuestra libertad; sin embargo, una libertad cuyo argumento consistiera solamente en la posibilidad de satisfacer las necesidades, no sería más que una libertad muy limitada.
Los grandes pensadores nos indican que la libertad del individuo sólo puede subsistir en un orden de libertades, necesita de una trama común que puede definirse con el fortalecimiento de los derechos humanos, y que proporcionan dos conceptos: lo justo y lo bueno, que son dos valores de primer orden.
Para finalizar, pondremos un ejemplo: El líder del Partido Conservador Británico, David Cameron, recientemente dio un discurso ante una audiencia de uno de los barrios más pobres de Glasgow.
Comenzó diciendo: "¡Hoy voy a decir lo que nadie se atreve a decir!". A partir de ahí, de forma elegante, esgrimió contra la "neutralidad moral" que, a su juicio, impera en la sociedad británica actual y en el conjunto de la sociedad occidental.
"Llevamos décadas en las que se han ido paulatinamente erosionando la responsabilidad, las virtudes sociales, la autodisciplina, el respeto mutuo, las conquistas a largo plazo, a cambio de la satisfacción inmediata.
"Por el contrario, preferimos la neutralidad moral, no entrar en juicios de valor acerca de lo que son comportamientos adecuados o equivocados. Malo. Bueno. Correcto. Impropio. Son palabras que nuestro sistema político y nuestro sector público apenas se atreven a utilizar…
"Miren, déjenme que les diga una cosa: somos humanos, cometemos errores… nuestras relaciones se rompen, se deshacen nuestros matrimonios, fallamos como padres y como ciudadanos igual que todos ustedes… Pero si el resultado de todo esto es un silencio cómplice acerca de las cosas que realmente importan, entonces estamos fallando por partida doble.
"Renunciar al uso de estas palabras –malo, bueno; correcto, impropio– implica una negación de la responsabilidad personal y una caída en el relativismo moral".
Es tiempo de reflexionar y reafirmar nuestros propios valores… antes de que sea tarde.
(1) Chesterton, G. K. Lo que está mal en el mundo. Editorial Ciudadela, 2006
(2) Benedicto XVI Homilía del Papa en la Explanada de los Inválidos en París. Septiembre 2008.

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